:::
—Estoy aquí —dijo Elisa mientras abría las cortinas de la cama de su hermano. No podían permitirse pagar una habitación privada, y ella no podía sentirse peor por la situación.
Vio a su hermano conectado a una vía intravenosa con una sonrisa cansada en su rostro.
—Hermana —sonrió, como si no se hubiera derrumbado.
—No te muevas hermano —dijo Elisa, sin cerrar completamente las cortinas—. ¿Qué pasó? —preguntó ella en un tono preocupado—. ¿Estás bien?
—Mejor que nunca —dijo Cameron.
Elisa golpeó suavemente la parte posterior de su cabeza. —Mejor que nunca, mi trasero. Mamá dijo que colapsaste en el baño.
Él se rascó la nuca. —No lo sé —murmuró en voz baja—. Me estaba duchando cuando de repente me sentí mareado. Debe ser por el agua fría.
—¿Por qué no encendiste la calefacción? —preguntó.
—Se acabó —dijo—. Sabes que compartimos el sistema de calefacción con otros inquilinos. La casera probablemente lo apagó.
Elisa se burló y se masajeó el puente de la nariz. —Hablaré con ella mañana. ¡Pagamos las cuentas a tiempo! ¿Cómo pudo hacer eso?
En la cama contigua a la de ellos, Leo se despertó con un fuerte dolor de cabeza. Abrió los ojos y de inmediato se molestó por lo ruidosa que era la cama junto a la suya.
Abrió los ojos y miró el techo gastado del hospital.
¿Por qué está en una sala pública en lugar de una sala VIP?
Miró a su derecha y vio a una mujer y un niño a través de la cortina.
Chasqueó la lengua al escuchar sus voces resonar. Le dolía tanto la cabeza que no podía soportar sus voces.
Abrió las cortinas y se aclaró la garganta.
—¿Puedes mantenerlo bajo? —él dijo—. Sus voces se escuchan desde el hospital de al lado.
Elisa dejó de hablar cuando escuchó una voz profunda y desconocida que interrumpió su conversación.
Se dio la vuelta y cruzó los brazos frente a su pecho.
Estaba a punto de decir algo, pero se detuvo en seco cuando vio el rostro de la persona que los reprendió.
Joder, nunca había visto a un hombre tan guapo.
Leo también se sorprendió cuando vio que la joven se daba la vuelta.
Elisa rápidamente salió de sus pensamientos mientras miraba los ojos engreídos del apuesto hombre.
—Si querías tener una estadía silenciosa aquí, deberías haber optado por una habitación privada. Y estábamos hablando en voz baja antes de que interrumpieras nuestra conversación.
Leo se burló. Por supuesto, podría quedarse en una habitación privada. Incluso puede comprar este hospital si quiere.
—Eso no quita el hecho de que ustedes dos hayan perturbado mi descanso —dijo.
Elisa estaba a punto de responder cuando Cameron tomó su mano.
—Lo sentimos, señor —dijo—. Intentaremos hablar más tranquilamente a partir de ahora.
—Eso sería apreciado —dijo Leo en un tono sarcástico.
Elisa miró a su hermano. —No te disculpes con él. Él es el que está siendo un idiota insensible.
Leo enarcó las cejas sorprendido. Eso es ciertamente una novedad. Nadie lo ha llamado imbécil el idiota día que lo conocen.
—Hermana —dijo—. Solo déjalo ir, ¿de acuerdo? Mi médico está en camino hacia aquí.
Ella suspiró y asintió con la cabeza, finalmente dejándolo ir. Sin embargo, Leo no se perdió la mirada que ella le lanzó antes de cerrar las cortinas.
Sacudió la cabeza con incredulidad mientras se levantaba de la cama. Incluso ahora, todavía podía escuchar la conversación proveniente de la cama de al lado.
—Doctor Sheldon —dijo Elisa cuando entró el anciano.
—Elisa y Cameron —sonrió y palmeó la espalda del joven—. Escuché que te desmayaste, ¿eh?
Cameron frunció los labios y asintió con la cabeza. —Sin embargo, todavía me siento mejor que nunca.
—Me alegro —sonrió el doctor Sheldon—. ¿Dónde está tu madre?
—Se fue a casa —respondió Cameron—. Elisa está aquí conmigo hoy.
—Ya veo —dijo—. ¿Estará bien si solo tu hermana te acompaña hoy?
—Está bien —dijo Elisa—. También soy su guardián.
El doctor Sheldon asintió con la cabeza y sacó unos papeles. —Entonces, los resultados de su prueba acaban de llegar.
Elisa contuvo la respiración y observó el rostro del doctor. Era preocupante cómo fruncía el ceño mientras miraba los papeles.
—Y parece que tu análisis de sangre ha empeorado —dijo.
Elisa no sabía qué decir. En el fondo, ella sabía que él estaba empeorando y la hacía sentir miserable e inútil por no poder pagar su tratamiento.
—Sus plaquetas están bajas mientras que sus glóbulos blancos están altos. Con este tipo de resultado, sugeriría que reciba quimioterapia lo antes posible.
Elisa asintió con la cabeza en comprensión. —¿Cuánto costaría eso?
—Alrededor de seis mil dólares por sesión. Ahora, todavía no sabemos cuántos ciclos necesita, pero yo prepararía alrededor de cincuenta mil dólares para el tratamiento completo.
Cameron miró a su hermana con preocupación. —¿Tengo que empezar de inmediato?
—Lo antes posible, Cameron —dijo el doctor Sheldon—. Cuanto más rápido reciba su tratamiento, mayores serán sus posibilidades de mejorar.
Elisa se mordió el labio cuando comenzó a preguntarse cómo podía obtener esa cantidad de dinero en tan poco tiempo. Sin embargo, ella asintió con la cabeza.
—Eso se nota, doctor —dijo—. Trataré de que comience la próxima semana.
—¿Qué? —Cameron preguntó en estado de shock, sabiendo muy bien que su familia no disponía de esa cantidad de dinero.
Elisa se aferró a la mano de su hermano. —Gracias doctor.
El doctor Sheldon asintió con la cabeza. —Te veré la próxima semana, entonces, Cameron. Te quitaremos la vía intravenosa y luego los dos pueden irse a casa después de pagar la cuenta.
Tan pronto como el médico y la enfermera salieron, Cameron se volvió hacia su hermana, confundido.
—¿¡La próxima semana!? —el exclamó—. ¿De dónde vas a sacar esa cantidad de dinero en una semana?
—Tengo seis mil dólares ahorrados para tu primer tratamiento —dijo Elisa—. No sé cuándo voy a recibir el resto del dinero, pero cruzaremos el puente cuando llegue el momento.
—No —dijo Cameron, sacudiendo la cabeza—. Se suponía que eso iba a ir a tu matrícula para la escuela de actuación. No lo gastes en mí.
Elisa suspiró. —Y no iré a la escuela de actuación en el corto plazo. Ya ni siquiera quiero ser actriz —mintió. Siempre ha sido su sueño. Pero al ser el único sostén de su familia, sabía que no podía pasar su tiempo tratando de buscar trabajos de actuación sin ganar dinero.
—Mentirosa —dijo Cameron, levantándose de la cama—. Ese siempre ha sido tu sueño.
—¿¡Adónde vas!? —Elisa casi gritó.
—Fuera —dijo Cameron sin volverse.
Elisa cerró los ojos y quiso llorar. Sin embargo, sabía que su hermano estaba molesto por su situación.
Leo permaneció en silencio todo el a lo largo de su conversación. Escuchó lo que había dicho el médico y, sinceramente, no supo qué sentir.
En ese momento, una enfermera entró en su habitación.
—Ya está todo despejado, señor. Afortunadamente, solo chocó contra un árbol y sufrió heridas leves en la pierna —dijo—. Simplemente diríjase al mostrador de facturación y puede ponerse en marcha.
—Ok —dijo aliviado—. Gracias.
Se dirigió al mostrador donde vio a la linda chica una vez más.
Los dos hicieron contacto visual mientras Elisa pagaba la cuenta.
—Tú otra vez —dijo Elisa con cierta molestia.
—Deslícese, señorita —dijo Leo con indiferencia—. También estoy aquí para pagar mi cuenta.
—Lo que sea —dijo Elisa, poniendo los ojos en blanco mientras sacaba su teléfono para llamar a Cameron.
Leo le sonrió a la señora del mostrador, haciendo que ella se sonrojara a cambio.
—Leonardo Casanova —dijo.
—Espere un segundo, señor —dijo tímidamente la señora—. Aquí tienes —ella le entregó la factura del hospital.
Sorprendentemente más barato de lo que esperaba.
Alcanzó su billetera, pero se detuvo cuando no sintió el objeto familiar en su bolsillo.
En ese momento, la escena en la que le arrojó la billetera a Javier en el bar se reprodujo en el fondo de su mente.
—Mierda —maldijo entre dientes.
—¿Qué pasa, señor? —preguntó la señora.
Él frunció los labios. —No tengo dinero en efectivo conmigo.
—Bueno, ¿tiene usted una tarjeta, señor?
Suspiró frustrado ya que también le dejó su tarjeta a Javier.
—¿Puedes esperar un segundo? —él dijo—. Solo voy a hacer una llamada.
Sacó su teléfono de su bolsillo y lo encendió. Definitivamente la suerte no estuvo de su lado cuando vio que su batería se había agotado.
—Genial —dijo, masajeando el puente de su nariz.
En ese momento, hizo contacto visual con Elisa, lo que hizo que enderezara su postura.
—¿Qué estás mirando? —preguntó sospechosamente.
Miró el teléfono en su mano y caminó más cerca de donde estaba ella.
—¿Qué estás haciendo? —dijo en defensa.
—Déjame tomar prestado tu teléfono —dijo descaradamente.
Elisa lo miró con incredulidad. —¿Estás loco? Ni siquiera te conozco.
—Leonardo —se presentó rápidamente—. ¿Qué pasa contigo?
—No te voy a decir eso —dijo.
—Eloísa —dijo el —. Allí, ya nos conocemos.
Elisa lo miró con una mirada sospechosa. —¿Como sabes mi nombre?
Él suspiró. —Lo escuché del doctor.
—No me digas, ¿oíste todo lo que estábamos hablando?
—Estábamos separados por un delgado trozo de cortina. ¿Qué te parece? —él chasqueó—. Solo déjame tomar prestado tu teléfono.
—¿Y qué te hace pensar que te daré mi teléfono después de actuar así? —ella preguntó.
Cerró los ojos y dejó escapar un suspiro de frustración. _Mira. No tengo dinero conmigo. Mi teléfono también está muerto y no tengo forma de contactar a mis amigos. ¿Puedes prestarme tu teléfono por un segundo para poder hacer una llamada?
Elisa miró su aspecto harapiento y se sintió un poco mal. ¿Él también estaba luchando como ella?
Odia cómo siempre es así. Probablemente esté luchando más que él, pero no puede evitar sentir lástima por este apuesto hombre.
—Bien —se quejó ella, entregándole su teléfono gastado al hombre guapo—. Pero hazlo rápido —instó.
Leo sonrió mientras escribía el número de Javier en su teléfono. Afortunadamente, tenía su número memorizado para momentos como este.
—¿Cómo puedo hacerlo rápido cuando tu teléfono parece de los años 80? —murmuró por lo bajo.
Elisa se burló con incredulidad. —¿Quieres que te lo quite o algo así? —preguntó, acercándose a él para tratar de recuperar su teléfono.
Sin embargo, Leo lo levantó por encima de su cabeza, haciendo que los dos se acercaran más de lo esperado.
Elisa sintió que su respiración se quedaba atrapada en la parte posterior de su garganta.
De acuerdo, este hombre es realmente guapo. Simplemente apesta que sea un imbécil.
—Ya casi termino —dijo, separándose. Sin embargo, Elisa todavía se sentía sin aliento por su proximidad.
Leo hizo una llamada telefónica rápida a sus amigos y, afortunadamente, respondieron de inmediato.
—Solo ven al hospital —suspiró a través del teléfono—. Y trae mi billetera contigo —dijo, cortando la llamada.
Elisa frunció el ceño. —¿No vas a decir gracias?
Se encogió de hombros. —Solo piensa en ello como un pago por ser ruidoso en la sala hace un tiempo. Ahora, estamos a mano.
—¿Qué? —ella chasqueó.
—Nos vemos, Elisa —dijo, agitando la mano de manera burlona.
Elisa cerró los ojos mientras lo miraba alejarse. —¡Maldito Idiota!