Dejando de leer en su tablet, Isaac alzó su mirada y contempló a su tío Miles observándole desde la puerta de su habitación. —¿Qué sucede? —preguntó—. ¿Necesitan que vuelva al bosque por algo? —indagó tomando asiento en su cama. —No, no es eso —anunció entrando y tomando asiento en el borde de la cama, a los pies, frente al otro alfa. —Entonces, ¿qué sucede? —alzó una ceja. —Estoy preocupado por ti —anunció. Isaac arrugó automáticamente su nariz y su mirada viajó hacia la tablet. —Estoy seguro de que he estado evitando meterme en problemas últimamente —chasqueó su lengua. —Ese hematoma en tu rostro dice otra cosa —argumentó observando no muy felizmente el feo color entre azul, verde y amarillo que cubría toda su mejilla izquierda. Cuando Isaac había llegado con dicho golpe el día a

