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1599 Palabras
6 “La habitación de Sebastián Drake” Las pestañas de Eva se sacudieron suavemente cuando el sonido de una licuadora llenó sorpresivamente sus oídos. Su dedo índice frotó suavemente su parpado derecho, mientras que su cabeza seguía arrecostada contra una almohada que olía a masculinidad. Su frágil cadera se movió hacia un costado, quizás sin ni siquiera percatarse del lugar en donde se encontraba. Su cabello alborotado, se hallaba pegado a su cara, entretanto unos raspones en las palmas de sus manos la hicieron entrar en la realidad. De un solo golpe se sentó en el borde de la enorme cama en donde había paso plácidamente el resto de la noche. Lo siguiente que se escuchó fue un grito que provino de lo más profundo de su garganta. —¡Mierda! Entonó Sebastián al posicionarse en la entrada de la recámara, sin antes golpearse con cada cosa que se le atravesaba en su camino. —¡Ahhhhh! ¡Ah! —La chiquilla continuó gritando, ahora señalando el pecho desnudo de su vecino, —¡Pervertido! ¡Promiscuo! ¡Atrevido! ¡Lunático! —Encaró, escondiéndose a un costado de la cama, mientras que lo golpeaba con cualquier cosa que se le interpusiera enfrente. —¿Qué me hiciste? ¡¿Te aprovechaste de mi inocencia?! —Sus parpados se apretaron porque jamás imaginó que la imagen de su vecino semidesnudo luciera de esa manera. Es más, sabía que Sebastián era jodidamente sexy, pero, de aquí a que su cuerpo estuviera lleno de tatuajes era otra cosa. —¡Por Dios, no! —¿Por qué no? —¿Qué? Ambos se miraron a los ojos. —¿Qué hago aquí? Eva trató de desviar aquella penosa conversación. —Ayer te emborrachaste… Tuve que traerte aquí para que tus padres no te vieran así… Sus manos tocaron su cabeza al recordar a Emiliano tratando de asesinarla. —Vampiros… —Los ojos del pelinegro la observaron con detenimiento, su mandíbula se tensó al notar que el té de Wolfiia no había surgido efecto en ella. La planta debía haber borrado cada recuerdo de lo que sucedió anoche, sin embargo, al contrario de todo esto, Eva recordaba todo. —Vi vampiros… —Su cuerpo fue recorrido por una corriente eléctrica que recorrió toda su espina dorsal. —¡Emiliano es un vampiro! ¡Había lobos! ¡Lobos gigantes como de cinco metros! ¡Yo…! —sus manos temblaban, estaba entrando en un colapso nervioso. —¿Vampiros? Por Dios, Eva, ¿Estabas drogada? Sebastián dio un paso hacia la ventana, y cerró todo, quizás para que ningún vecino chismoso escuchara la conversación que mantenían ellos dos. —No soy ese tipo de chica, señor. —Entonces, Evita… —el lobo relamió sus labios antes de continuar —: ¿Qué tipo de mujer eres? Un suspiro largo la obligó a mirarlo. —No te importa, viejo verde. —Uy, entonces, eres de las difíciles de conquistar… Eso me gusta. —Asqueroso. —¿Me vas a decir que no te gusto? Las pestañas de Eva se movieron rápidamente al sentir como el enorme, y descomunal cuerpo de Sebastián venía encima de ella. Su boca intentaba decir algo, pero todo fue un completo fracaso. —¿No te gusto? —No… —¿Segura? ¿No te gusta lo que ves? —ella recorrió con su mirada el desnudo torso de su vecino. Había demasiado tatuajes como para detallar uno por uno. —Eres un… —Su voz se apagó cuando notó algo que llamó rápidamente su atención, —espera, eso es… —su vista se posó en el lunar de nacimiento que tenía en su estómago, para luego ver el brazo de su acompañante. —Tienes el mismo lunar que yo… —Se levantó inmediatamente para tocarlo, pero él no se lo permitió. —¿Qué crees que haces? —Eva notó en la situación que estaban, trató de tocar a su desnudo vecino. —Resulta que la pervertida eras tú. —Cuando el pelinegro tocó la mano de la curiosa mujer, ambos tuvieron que separarse rápidamente al sentir como miles de espasmos recorrían sus cuerpos. Sus corazones se agitaron rápidamente, mientras que Sebastián se sentía afectado más de la cuenta. Su cuerpo empezó a sudar sin parar, sus rodillas débiles lo tiraron sin piedad al suelo, entretanto la falta de respiración lo obligaba a hiperventilar; y si eso no fuese poco para la penosa situación, las señales de su celo habían empezado. —Vete… —¿Qué? Su cuerpo vibraba con violencia, sus manos se enterraron en el suelo, su mandíbula bien apretada para que Eva no terminara más de asustarse. —¡Vete! ¡Ahora! Sebastián giró su cabeza, atemorizando a la jovencita. —Idiota. Gritó, pasando por encima de un adolorido Sebastián. —Mierda, mierda, mierda… —Gimió al notar como su pene estaba tan duro como una roca. Y lo odiaba, odiaba que esa chiquilla parlanchina sea la causante de tal desgracia. Sus dedos tocan la marca en su barriga al llegar por fin a su habitación. Eva traga grueso al notar que su vida está cambiando, o se está volviendo loca, aunque para ella la segunda opción es mucho más tentativa. Su risa se escucha por toda la casa, porque la idea de pensar que los vampiros y lobos de cinco metros eran algo estúpidas. Su espalda choca contra su cama, mientras que en su mano sostiene su móvil con el que le envía un mensaje a Nena pidiéndole que venga un rato a su casa, puesto que sus padres volverán hasta muy tarde. —¿Notaste algo extraño ayer? Le pregunta enseguida a su mejor amiga, apenas la nota pasar el umbral de la puerta. La morena arruga el entrecejo, y niega. —Solo te vi ebria… Jamás te había visto beber así. —De qué hablas… —Eva, toma una almohada y la coloca sobre sus piernas, —anoche estuve con Emiliano… —¡De ninguna manera! Entona incrédula. —Sí… Me subí a su coche, y… —No puede ser cierto. —¿Por qué? ¿Por qué mentiría? Además, tengo que contarte algo, Emiliano es un… Es un… Su voz se atoró en su boca. —Ayer la fiesta en el muelle se suspendió mientras tú bebías porque Sebastián y sus amigos fueron encontrados muertos en la laguna de Moira… —El labio inferior de la pelinegra empezó a vibrar, su cabeza negó un par de veces, porque podía recordar a viva voz lo que anoche sucedió, así que trató de buscar la herida que se causó en su pierna derecha, y para su sorpresa no había nada. —No… No… Él y yo… En el bosque… Él… —Amiga, respira, respira, estás hiperventilando, por Dios. Las manos de Nena le abanicaban, mientras veía como su mejor amiga no podía respirar. —Emiliano era un vampiro. Su amiga se apartó. —¿De qué hablas, Eva? —Anoche trató de matarme, pero, llegaron unos lobos y lo asesinaron a él, junto con sus amigos. Confesó, pero ella no le creyó. —Creo que estás en shock porque Emiliano te gustaba. —¡No! ¡Yo sé lo que vi! —Eva… —Yo… —Eva… —No sé qué hacer… Yo. —¡Eva, estuviste toda la noche con Sebastián! La chiquilla se quedó en silencio. —¿Qué dices? —negó, —es imposible, yo… —Entonces recordó que se había despierto en su cama. Su cabeza no podía más; sentía como si su vida no tuviera sentido. Podía jurar que lo que vivió anoche fue tan real como cada cabello que adorna su cabeza, pero, ¿Por qué ahora todo lo ve borroso? Así que lo comprendió, quizás, solo quizás, Sebastián Drake tenía que ver con todo lo que vivió anoche. —¿Estás bien? —Lo estoy… —Por Dios, Eva, estás pálida. —¿Recuerda lo que nuestros abuelos nos contaban de este pueblo? —¿Lo de los seres fantásticos? Lobos, vampiros, brujas, y demonios… Ella asintió. —¿Vas a seguir con eso? —Sé que no estoy loca… ¿Cómo es posible que unos chicos que crecieron en un pueblo costero se hayan ahogado? Nena quedó callada. —¿Cómo murieron en realidad entonces? —Yo lo sé… Esos lobos los mataron. —¡Eva! —Sebastián debe saberlo… Solo él debe saberlo. —¿Qué vas a hacer? Escuchó el coche de su vecino alejarse de la casa. —Voy a entrar. —¡Dios! ¿Estás loca? ¿Qué pasará si él se da cuenta de que hiciste eso? Podrían enviarte a prisión. Eva miró su pierna, ella estaba realmente convencida de lo que había ocurrido en ese bosque. Sabía que no estaba loca, y que quizás esos relatos fantasiosos que les contaban sus abuelos de niña eran verdad. Sunny Village era un pueblo mágico, lleno de hombres lobo, vampiros, brujas y demonios, y ya era hora de que todo el mundo lo supiera. Habían pasado décadas ocultos entre las personas normales de la comunidad, pero, ¿Por qué hasta ahora? ¿Por qué todo está sucediendo desde que Sebastián se mudó al pueblo? Pero, sobre todo: “¿Por qué ella y el señor Drake compartían el mismo lunar de nacimiento? ¿Qué significaba eso? ¿Por qué su corazón se acelera cada vez que lo tiene cerca? —Necesito respuestas, y solo esas respuestas están allí… Quiero saber que sucedió anoche de verdad… Tengo que entrar a la casa de Sebastián Drake.
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