Alexander terminó su plato, encendió otro cigarrillo y se levantó. —Voy a dar una vuelta por el bosque. Necesito despejarme. Camille lo siguió con la mirada mientras salía por la puerta, la silueta alta perdiéndose entre los pinos. Apretó los labios, su corazón latiendo con fuerza. El aire frío del bosque lo envolvió. Alexander caminaba sin rumbo, el humo del cigarro escapando en espirales blancas. El teléfono vibró en su bolsillo. Un mensaje. De Alison. “Espero que tengas un buen fin de semana. Descansa, te lo mereces.” Alexander sonrió con ironía. Alison era simple, ligera, fresca. Tenía su edad, no pedía nada más allá de diversión y complicidad. Con ella todo era fácil, sin riesgos. Se detuvo frente a un tronco caído y suspiró. ¿Qué demonios hago con Camille? Tenía a alguien c

