Susan
Me separé luego de unos cuantos segundos de él, su mirada estaba fija en mí… No puedo creer que fui la única que cerró los ojos con este beso.
Mis mejillas se tornaron de un tono rojizo, cargadas de vergüenza.
Él levantó una de sus cejas, supongo que buscando una explicación… una explicación que claramente no pienso darle, no me interesa hablar de un beso que no estaba esperando y que claramente no estaba buscando.
—Debo volver con Marie —tartamudee.
Giré sobre mis talones y volví a ese lugar que en esos momentos era lo que me mantenía a salvo… al lado de su abuela.
De reojo vi como se quedó unos cuantos segundos todavía en el mismo lugar, pero después simplemente se fue.
—Se ven tan enamorados. Pude notar como te miro, y no tienes idea el gusto que me da ver que mi nieto por fin encontró a alguien que lo saque de su soledad y lo haga feliz.
Mordí mi lengua, quería preguntarle si en verdad estaba a punto de morir, y cuanto tiempo le quedaban de vida.
Todo este tema me causaba algo de escalofríos, la muerte era algo que aterraba a cualquiera. Y yo con mi sensibilidad, ya me imagino la lloradera.
—¿Qué fue lo que te enamoró de él?
—Me enamoró su sentido del humor —la mujer me sonrió.
Y colocando sus manos sobre las mías me dio a entender que todo esto, estaba siendo creíble.
Nos quedamos observando como los niños bailaban y cantaban villancicos interpretando cada una de las acciones que traía la canción.
Pase las manos por mis brazos sintiendo esa calidez que este lugar me provocaba.
El frío no estaba tan fuerte, al menos no dentro de la casa. El calor que hacía estar en familia provocaba todo esto, era lo que incluso hacía que el frío fuese menor.
Los niños terminaron de bailar y bajaron sus manos para recibir los aplausos.
Cada uno está enfocado en su tarea, algunos estaban decorando galletas de jengibre mientras que otros hacían moños para poner en cada rincón de la casa.
Me sorprende el hecho de que con todo el dinero que tienen no compren, más bien usen eso como excusa para estar juntos.
Bastante envidiable.
Mi jefe aparece con varios de sus primos, informando que la parrillada ya estaba lista.
Marie me tomó de la mano para llevarme hasta ese lugar.
La mesa era extremadamente grande, con decoraciones y tonos rojos y verdes por doquier.
Sonreí por inercia, amaba todo esto.
—¿Te gusta lo que ves? —asentí con una sonrisa—. Deberías invitar a tu familia me encantaría también compartir con ellos esta navidad.
—Ellos están lejos yo llevo muchos años celebrando la navidad en la soledad de mi casa. Es más, esta navidad planeaba quedarme viendo películas y comiendo… y así celebrarla. Pero ver todo esto me causa una sonrisa inevitablemente.
—No puedo creer lo que estoy escuchando… ¿Cómo puede ser mi nieto tan egoísta de preferir dejar de celebrando sola únicamente porque él detesta por completo estas fechas?
Abrí los ojos al caer en cuenta que había hablado de más.
—Obvio no iba a estar sola, estaría con él… era solo un decir para dar a entender que no estaríamos pues más que no fuéramos nosotros dos.
Sentí la mirada penetrante de mi jefe sobre mí, No puedo creer que haya sido tan despistada, no quiero pasar el resto de mi vida trabajando en una bodega.
—El señor Black nunca me ha dejado sola sola para celebrar…
Escuché como carraspeo con su garganta, mientras me hacía señas para que no hablara más.
¿Qué culpa tengo yo de ponerme nerviosa y no poder controlar lo que digo?
Marie soltó una enorme carcajada.
—Querida, estás demasiado nerviosa. No hace falta que te refieras así de él delan de mí. —Ella se acercó para susurrar algo—. Cuando era joven también salí con mi jefe, y solía llamarlo por su apellido, era nuestro juego y eso nos ponía… jmmm… aún recuerdo esas épocas y lo feliz que era esos días.
Reí, una risa falsa siguiéndole la corriente.
No sé cuanto tiempo pueda mentir sin que alguien me descubra.
—Ayúdale a traer las cosas. Te juro que después de pasar esta temporada aquí no vas a querer pasar más tiempo sola…
La mujer se fue directo hasta la silla para servir algunos dulces y galletas.
Todos gritaban, corrían y reían ignorando por completo mi rostro de sufrimiento.
Caminé hasta él con pasos cortos. Su presencia en estos momentos me resulta tan intimidante, que podría salir corriendo rápidamente de aquí.
—No tengo idea porque confié en ti Susan, eres un completo desastre.
Abrí mi boca dispuesta a protestar, pero comprendí que era en vano hacerlo.
—Todos nos estás mirando supongo que no creen nada de esta relación, especialmente mi abuela.
—Lo siento. No soy buena mintiendo.
—Eso ya lo dijiste. Pero recuerda que no estás mintiendo, estás trabajando.
Bajé mi rostro haciendo un puchero. En estos momentos me siento mal no solo por mí, si no también por ella.
—Creí que con el beso… no había quedado duda alguna sobre nuestra relación.
—Tal vez fue porque no lo hiciste bien —subí mi rostro—. Pero eso se puede solucionar. —Él dejó lo que traía sobre su mano en la mesa, dio un par de pasos hacia mí y puso sus manos en mi mejilla—. Te enseñaré a hacerlo bien.
Su boca se acercó a la mía y me dio un beso.
Un beso que no esperaba, un beso lento y pasional… un beso que me dejó sin aliento.