—Yo estoy bien. Hazle saber a mamá que lo estoy haciendo muy bien. La llamaré mañana y hablaré con ella también. Ya es tarde, debería estar durmiendo. Tú también deberías irte a dormir, chico —le digo a Martín, imaginando su cara haciendo pucheros, lo que me arranca una sonrisa. ¡Maldita sea! ¿Es demasiado tarde para darme cuenta de que tengo este lado de mí? Siempre pensé que tener a Martín como hermano era un 70% molesto y un 20% divertido. Por supuesto, el 10% restante es la responsabilidad que no puedo escapar, ya que nacimos de los mismos padres. ¡Ja! Este niño no dejará de preocuparme cuando ya sea adulto y tenga que cuidarse más. —Buenas noches, Martín. No te quedes despierto hasta muy tarde —le digo. —Buenas noches, hermana. Vuelve pronto a casa —responde, y después de unos seg

