10 Poco común

322 Palabras
—Por el amor de Dios...—susurró al ver el carro que se acercaba. —Niña, guardad silencio.— la regañó Uria. Las dos estaban esperando al sobrino de Gala en el camino. —Señora mía, esto es un despropósito. No es posible que, por muy estúpido que sea ese muchacho, se pierda yendo hacía su caserio.— podía verse desde allí mismo. —Querida niña, este joven ha sufrido mucho y debemos hacer que sienta nuestra casa como la suya propia, el recibimiento ha de ser ejemplar.— Lea no discutió más, había quedado conmovida al oír que Uria consideraba la casa por la que habían luchado sus ancestros, como el hogar de ambas. —Vos debéis ser el pequeño Elaia.—rió Uria, la joven no entendió el porqué hasta que vio bajar al "pequeño" caballero. —Diablos.— Lea había quedado impresionada por su altura, 1'80 era muy poco común por aquel entonces. Además, el joven tenía complexión atlética con los brazos bastante definidos, típicos del trabajo duro en el campo. Su cabello era castaño y aunque alborotado era suave tan solo a la vista. Su tez tersa y bronceada era la de un campesino. Su expresión afligida hacía resaltar unos expresivos ojos marrones que gritaban dolor, sin la necesidad de que sus gruesos labios se abrieran. —Buen día señoras.— besó la mano de Uria y a continuación se dirigió hasta la joven que parecía petrificada.— Mi señora...—le tomó la mano haciendo que las mariposas de su estómago salieran de los capullos por primera vez.— ¿me permitís conocer vuestro nombre?— con las piernas temblando por su contacto, tragó saliva temiendo haber perdido la pureza solo por sentir aquello. —Lea, Lea Curie.— dijo ella con un finísimo hilo de voz a punto de cortarse. —Me llaman Elaia, he venido para quedarme y tengo entendido que será con vos.
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