—¡Malditos fantoches zurumbáticos!— intentó escapar de los brazos de toda esa gente, al menos esta vez no llevaba los ojos vendados y podía maldecir y recordar cada uno de esos sucios rostros quemados por el sol del campo .— ¡No os atrevais a cerrar ese nudo con*! —le gritó al joven sacando sus raíces francesas al ver a la muerte tan cercana, él solo tragó saliva y se alejó en cuanto tuvo oportunidad.— ¡Fils de pute, nous verrons quand je règne en l'enfer! **— se giró hacia el viejo al que tanto odiaba.— A vos os queda poco tiempo.— el hombre se llevó a los labios el crucifijo que colgaba en su cuello para besarlo aterrado.— No, no, ya no importan sus rezos.— rió con un toque psicótico que juraría que antes no estaba.— Tengo un amigo que se lo pasará muy bien con vos. —¿De qué habláis, br

