21. Simón conversaba con Camilo pero en ese momento me olvidé de él y del mundo entero. Solamente Brad y yo existíamos y nadie más. —¿Tienes entrenamiento hoy? —le pregunté alegre por verle. Brad sabía perfectamente que no me interesaba para nada ver a veintidós humanos corriendo tras una pelota, eso sin contar con los jueces de línea, y el árbitro oficial y el suplente. Para mí era un deporte completamente absurdo. Pero que se lo haya mencionado significaba una sola cosa. —Sí. ¿Por qué no vienes a verlo? Sería bueno verte por ahí. ¿O tienes que volver a casa con Simón? —No, no. Quiero ir a ver el entrenamiento —dije yo—. Simón vendrá conmigo, le interesa —hice una mueca torcida. Brad afirmó con la cabeza, era su manera de decirme “genial, amor” —Aunque te aburra el futbol. —Sip. Per

