La mujer que estaba en su cama era sin duda muy bonita, su belleza era natural y reflejaba un aire de inocencia que ya no se podía encontrar fácilmente entre las mujeres de la ciudad y mucho menos entre las mujeres que él estaba acostumbrado a tratar.
—¡Vete! Eres libre no tienes nada que hacer en esta casa — Le ordenó a la joven para que se fuera, sin embargo, ella parecía no entender sus palabras, simplemente se le quedaba mirando como un conejito silvestre —¡Que te vayas! ¿No entiendes? ¿Acaso eres idiota?
Preguntó exaltado por la aparente falta de entendimiento de la chica. La amargura en el frío corazón de Rodrigo tras los últimos acontecimientos vividos, lo hacían comportarse de una manera fría y desconsiderada, no lograba empatizar con la inocencia de la joven.
—No, no tengo a dónde ir — dijo al fin entre dientes, como si temiera ser escuchada.
—Vuelve a tu casa, con tus padres, vete con tu familia, aquí no tienes nada que hacer.
—Es que yo no tengo familia, mi padre y mi madre murieron, si vuelvo al jacal con mi hermano Braulio, él va a volver a venderme o algo peor. Además, usted pagó por mí, eso me convierte en su mujer.
Rodrigo no podía creer lo que estaba escuchando, si en efecto él había aprovechado que su capataz llevaba el dinero para pagar por la joven para evitar que se cometiera una atrocidad con ella, pero él estaba tan borracho que no pensó en que en realidad la estaba salvando de un acto despiadado de trata de personas. Pero de ninguna manera podría verla como su mujer y menos después de lo que había vivido recientemente.
Él no creía en las mujeres, la única vez que le había entregado el corazón a una mujer se lo habían destrozado y no solo eso, la mujer a la que amaba lo había dejado en la ruina.
Fue dos años antes, sus padres murieron en un accidente automovilístico, él tuvo que regresar de Las Vegas donde se encontraba despilfarrando el dinero le daban sus padres, porque él era un adulto inmaduro que pensaba que nunca iba a tener que trabajar porque creía que la fortuna de los Sánchez Navarro, sería eterna.
Fue precisamente en el funeral de sus padres que conoció a Selena y a Serena, las dos mujeres más hermosas que hubiera visto. Eran gemelas, las dos abogadas de profesión e hijas del notario encargado de los negocios de su padre.
Fue Selena la que se acercó primero a saludarlo.
—No sabes cómo siento que tus padres hayan muerto de esa manera tan trágica, mi papá estimaba mucho a don Rodrigo, más que su abogado ellos eran muy buenos amigos.
Si Selena decía que sus padres eran amigos, así debía haber sido, él no tenía por qué dudar de su palabra, él nunca conoció a los amigos de su padre porque desde muy joven decidió estudiar en el extranjero y luego al finalizar la carrera de Administración de empresas que su padre le obligó a terminar, se dedicó a viajar en una vida disipada y llena de excesos.
Como era de esperarse en la lectura del testamento fue nombrado heredero universal de la fortuna Sánchez Navarro, únicamente debía esperar hasta casarse para recibir también la herencia de su abuelo, La hacienda “Los Cafetales”.
Nunca entendió por qué debía casarse para obtener esa hacienda, pero a él en ese momento no le interesaba lo que pasara con ese lugar. De niño solía visitar a su abuelo en las vacaciones y él fue quien le enseñó a montar a caballo, pero con el paso de los años, ya no encontraba diversión en ese lugar tan alejado y aislado de la civilización.
—No te preocupes, yo conozco muy bien los negocios de tu padre y puedo apoyarte para que tomes el mando y seas tú quien dirija su propia empresa — le dijo Selena al verlo confundido puesto que no tenía idea de lo que tenía que hacer para dirigir una empresa exportadora.
A partir de ese día Selena se convirtió en su mejor amiga, le enseñó todo lo que debía saber y meses después se comprometieron en matrimonio.
Todo marchaba bien en su vida, Rodrigo no pensaba enamorarse, pero Selena se había ganado su corazón. Era una mujer extraordinaria, inteligente, hermosa y por supuesto se convirtió en la abogada principal de la exportadora.
Fue la propia Selena quien quiso esperar para casarse hasta que cumplieran un año de noviazgo, no quería apresurar las cosas y Rodrigo estuvo de acuerdo en todo lo que su prometida le proponía.
—Debes casarte por el régimen de bienes separados — le dijo una vez Serena, la hermana gemela de su prometida — Tal vez te sea extraño que sea yo quien te lo sugiera, pero no conoces a mi hermana, ella es capaz de dejarte en la calle, Selena no es tan dulce como aparenta, ten cuidado con ella.
A Rodrigo le sorprendió que fuera la hermana gemela de su prometida quien le diera un consejo como ese, sin embargo, no quiso escucharla, él confiaba en Selena más que en nadie en el mundo, gracias a ella él se había convertido en un hombre de negocios y había dejado de ser un parásito que vivía a costillas del trabajo de su padre.
No quiso decirle nada a su prometida sobre el consejo que le dio su hermana, no quería causar un conflicto entre ellas, pero antes de la boda fue la misma Selena quien le dio esa prueba de confianza.
—Mi amor, ya tengo todo listo con el juez para la boda civil, solo debo entregar la documentación. Si te parece, nos casaremos por el régimen de separación de bienes. Tú tienes una fortuna considerable, pero yo tengo acciones en el bufete de mi padre, así que cada quien sus bienes personales, y quizá en unos años podamos invertir en un negocio en común.
Esa fue la prueba de amor que esperaba de su prometida, ella sola y sin que él se lo pidiera, renunció a su fortuna por anticipado.
Se casaron en una boda esplendorosa, los medios de comunicación la llamaron “la boda del año” más de quinientos invitados. Rodrigo se sentía muy afortunado, Selena era la mujer perfecta para él.
Después de una larga luna de miel por Europa regresaron y se instalaron en la casa que fuera de los padres de Rodrigo, pero después de la primera noche en ese lugar, Selena mostró su primera inconformidad.
—Mi amor, yo no puedo vivir aquí, esta casa es vieja y anticuada, si estás de acuerdo yo me encargo de venderla y de encontrar una casa nueva para mudarnos.
Rodrigo estuvo de acuerdo con su esposa, después de todo comenzaban su vida juntos y quería que ella se sintiera cómoda en su nuevo hogar.
Él ya estaba inmerso en los negocios de la exportadora, el trabajo lo mantenía constantemente ocupado y su esposa era una excelente abogada que también pasaba la mayor parte del día entre los juzgados y el bufete.
Fue en medio de una reunión con los directivos de la exportadora cuando Selena interrumpió solo para que su esposo firmara los documentos que su mujer le presentaba.
—Son las escrituras de nuestra nueva casa, solo necesito tu firma y será nuestra, es una sorpresa, te va a encantar.
Selena era la mujer en la que más confiaba en el mundo, eran un matrimonio perfecto, nunca se imaginó que aquéllas escrituras que firmó sin leer, eran en realidad la sesión de derechos de todos sus bienes a nombre de su esposa.
Fue esa misma noche cuando volvió a su casa, sería la última noche que pasarían allí. Se sorprendió cuando entró y la casa estaba vacía, no había muebles, ni cuadros, ni antigüedades. Supuso que Selena había enviado todo a la casa nueva.
Subió a su habitación, la risa de su esposa le indicó que se encontraba arriba. Le extraño escuchar que no estaba sola, una voz masculina la acompañaba.
La puerta estaba parcialmente abierta, su corazón acelerado porque los ruidos hacían cada vez más evidente lo que estaba pasando adentro. Empujó la puerta sin hacer ruido y la escena que presenció, le dio asco.
Su esposa, revolcándose con un hombre ella, inclinada en cuatro extremidades con el trasero erguido recibiendo fuertes embestidas de su amante. Sus gemidos comenzaron a subir de intensidad al ritmo del golpeteo de las bolas del desconocido con las nalgas de su mujer.
—¿Selena? ¿Qué significa esto?
—Esto querido significa que tú y yo firmamos el divorcio esta mañana, entre los documentos que me firmaste con la sesión de derechos de todos tus bienes, también iba el acta de divorcio. No me lo agradezcas, no te voy a cobrar los honorarios.
Rodrigo no podía creer lo que estaba pasando, si bien Serena le había advertido que su hermana no era tan dulce como él creía, nunca la creyó capaz de hacerle esa atrocidad.