Capitulo 01

3354 Palabras
                                Un pasado cruel, vive en nuestro presente y nos dificulta entrar al futuro… Nessa Carvajal. Avon ** Pesadillas Subo y bajo concentrando el dolor en un mismo punto, las gotas de sudor recorren mi frente por la intensidad del calor que emana mi propio cuerpo a medida que no dejo de moverme con agilidad, dejo la pesa en mis piernas y alzo las manos atando mi cabello en un moño alto para quitarme los mechones que se pegan de mi cien, en esta posición puedo sentir el sudor correr por medio de mis senos y mi espalda lo que me asquea, pero lo soporto pues mi estado físico está primero. Relajo las piernas cuando la pesa resbala de mis manos y cierro los ojos esperando el impacto que hace al caer logrando crear eco por toda la habitación. Abro lentamente los ojos riéndome con mis tres hermanos menores que empiezan a burlarse de mí, se me vienen encina llenándome de su sudor y tirándome sus toallas sucias, me levanto furiosa por sus idioteces y no me da tiempo de agarrar a ninguno pues todos salen disparados a lugares diferentes. Antón, Adans, Angie, son mi mayor adoración, pese a que siempre andan jodiéndome la paciencia. Conecto los audífonos para dejar de escuchar sus odiosas voces reírse en medio de una guerra que se tienen los tres. Antón es el mayor de ellos tres, luego están los gemelos y yo que soy la mayor. Subo todo el volumen permitido logrando ignorar a mis hermanos por décima primera vez en el día, deseo poder disfrutar los pocos minutos que me quedan haciendo ejercicio. — ¡Avon! —Gritan en mi oído derecho arrancándome el audífono de mala gana — ¡Ven a tomarte la última foto de las vacaciones! —No, gracias, enana— respondo colocándome el audífono de nuevo —No quiero salir toda sudada. — ¡Eres poco divertida Avon! —La observo quejarse mientras mueve desesperadamente sus labios como si me importara lo que está diciendo. Silencio la música para escuchar lo que tanto dice Angie pensando que no la escucho. — ¡Niños está lista la comida! — Nuestra nana aparece limpiando sus manos del delantal en medio del gimnasio de la casa. Respiro profundo aceptando que ya solo me quedan menos de dos horas de mis amadas vacaciones, los tres mocosos la ignoran haciendo lo suyo, por mi parte lo intento montándome en la caminadora, pero la intensa mirada de mi nana es demasiado pesada cuando está enojada. — ¡Avon baja de esa cosa y ven aquí o perderás tu vuelo! — vuelve a gritar moviendo supe rápido su pie derecho sobre la madera del piso. ¡Maldigo este día! — ¡Voy nana! — grito dramáticamente, salgo del gym de la casa entrando a la cocina donde veo a la empleada de la casa. —Tome asiento— me dice entre dientes — Ya es muy tarde, y todavía no termina sus cosas, si sigue así perderá el avión. Todos en esta casa están muy ansiosos de que me largue. —Timi isiinti— la remedo burlándome de sus palabras. —Gata igualada no me hable como si usted fuera igual a mí— se ríe sínicamente en mi cara —a mí él me busca cuando tiene deseo a usted solo cuando usted se le ofrece. La mención de Eiji en su frase me revuelve el estómago, si tan solo las personas dejaran de ver las cosas como Eiji las pinta todo sería diferente, cada quien jala para su lado. Me levanto de la silla agarrándole con demasiada fuerza la muñeca, la doblo un poco logrando que chille del dolor. —No, tú no me hables como si no fueras una simple empleada y deja de decir que yo me le ofrezco a Eiji porque no sabes cómo son las cosas, asquerosa de mierda— dejo el plato de comida intacto sobre la mesa y subo las escaleras buscando la oficina de mi padre. En esta casa mis hermanos tratan a todos los empleados iguales y eso es algo con lo que nunca he estado de acuerdo, los méritos deben ganarse como se los gana cada día mi nana. Tropiezo con Sloan cayendo ridículamente al piso, la situación me da un ataque de risas cuando Sloan empieza a lamer mi cara. — ¡Cariño! — Mi papá sale de su oficina ayudándome a levantar — ¿Pero qué cosa haces en el suelo? Abrazo a mi padre tratando de comprender que cosa tenía en la cabeza cuando le fue infiel a mi madre. —Sloan se metió en mi camino cuando yo venía hablando sola— sonríe con ternura misma que se le desfigura cuando observa por encima de mí, volteo y mi madre está con los brazos cruzados al inicio de las escaleras. —Baja a comer rápido— mi madre da dos pasos y siento como mi papá se separa retrocediendo dos pasos —Aún no terminas tus maletas y… —Me dejará el avión— termino la frase de mi madre viendo como rueda los ojos —Desde que me levante todos me lo recuerdan, ¿Acaso me están insinuando que me largue? —No digas esas tonterías hija— me dice mi padre con voz suave — ¡Ven aquí! Me abre los brazos y como niña pequeña corro aceptando su abrazo, los brazos de mi padre siempre son cálidos, sin importar nada aquí me siento segura. Me abre la puerta de la oficina y entro aun abrazándolo. Todas las cosas siguen igual como si nunca las movieran ni para limpiarlo, las fotos de mis padres cuando se casaron reposa al lado de la computadora y el viejo sofá de cuero de mi abuelo sigue en la misma posición sin una mancha o una sola pelusa, a la derecha está la pared que tanto orgullo le produce a mi padre, las medallas y condecoraciones de tantas generaciones de su familia reposan en esa pared incluyendo la última medalla por mi nombramiento oficial a agente. — ¡Le encontraste el mejor lugar! —sonríe y asiente buscando en la gaveta de su escritorio. — ¡Aquí estaba! — Me mira apenado — ¡Juro que aquí lo deje! — lo miro curiosa mientras voltea la gaveta sobre el escritorio. La familia de mi padre toda ha pertenecido al FBI incluyéndolo a él, que se retiró después de ocupar por cinco años el puesto de máximo jefe en el FBI, recuerdo que se enojó tanto cuando le dije que no me formaría para las filas del FBI que me gustaba mucho más la idea de formar parte del T.E.M.F. Pero luego a medida que pasó el tiempo y vio que tenía potencial lo acepto, así como acepto la idea que estudiara en la universidad medicina y no derecho, para él fui su piedra en el zapato. — ¡Aquí esta! — Grita dramáticamente abriendo un pequeño cofre n***o de dónde saca un broche —Esto es para ti, lo mande hacer para que sientas que tus dos carreras siempre estarán unidas por ti— me besa la frente cuando me entrega el broche. La mitad es la serpiente en el bastón que representa la medicina y la otra mitad tiene un arma, es simplemente hermosa. —Muchas gracias papá— se me salen algunas lágrimas. Salgo corriendo de su oficina entrando a mi habitación y tiro todo sobre mi pequeño bolso de mano sin importar que quede como quede. —Mamá y Papá se van a divorciar— las palabras de Antón me congelan en mi lugar, cierro la puerta de mi armario y me siento en la cama observando el broche en mis manos. — ¿Cómo lo sabes? — se encoge de hombros —Lo escuche— camina por toda mi habitación observando el lugar como si fuera la primera vez que entra en este sitio —Te irás hoy y de seguro se van a divorciar y te lo dirán dentro de dos años cuando te nazca del que no le pega luz venir. Me duelen sus palabras, el que yo venga cada que pueda no es culpa mía, intentar unir la medicina con una carrera en la milicia no es nada fácil. Soy médico cirujano y aunque el año pasado terminé mi especialidad en cardiología y oficialmente soy titular ambas partes me consumen de sobre manera, por tal razón decidí dejar la medicina un poco de lado enfocándome en las misiones que me asignan en el comando. —Yo… —No digas nada, lo tienes todo, pero yo no— alza las manos en el aire en señal de fastidio —Tú eres feliz con tu novio idiota del FBI y tus amigos imbéciles mientras nosotros aquí debemos ver sus constantes peleas. — ¡Cállate la maldita boca! — Lo empujo para que se siente en la cama —No tienes ni puta idea de cómo es mi vida en Seattle, aquí por lo menos con peleas o no yo logro descansar. —Tú… — ¡Que te calles la boca Antón! —Él no tiene idea de nada. — ¿Crees que soy feliz cuando un paciente fallece en la mesa de mi quirófano? O ¿Crees que soy feliz y tengo una maldita sonrisa en la cara cuando me toca matar a un criminal de mierda? Mi maldita vida no es fácil y sí, mi novio es del FBI, pero no es un idiota y mis amigos no son imbéciles porque cada día están dispuestos a dar su vida por mí. De verdad lo siento, pero no es mi culpa que a tu edad aún no encuentres eso. Lo saco de mi habitación metiéndome al baño para darme una ducha rápida, envuelvo mi cuerpo con la toalla mientras peino mi cabello y no sé por qué la nostalgia me toma por completo obligándome a sentarme en la cama con la foto de Eiji y yo cuando éramos unos niños. Un leve dolor de cabeza me deja mareada por tres segundos, el exceso de ejercicio me está pasando factura, ya que llevo más de seis horas en este lugar, en mi defensa quiero dar una buena impresión de mí en el comando.  — ¿Qué fue lo que te paso Eiji? — Sonrió con pesar —Éramos tan unidos en la infancia, ¿Qué nos pasó maldita sea? Cierro los ojos limpiándome las lágrimas que surgen de pronto al recordar esos buenos momentos. —Maldita sea Avon— Siento como soy mojada, abro los ojos abruptamente limpiando mi cara, maldiciendo por lo bajo, ya que de seguro me quede dormida — ¡Llegaré tarde!— salgo corriendo de la cama sin mirar quien de mis terribles hermanos me tiro el agua fría. Busco el primer conjunto cómodo que encuentro y me lo coloco terminando de acomodarme el cabello. —Cariño ya tus maletas están camino al aeropuerto y la TEMF se encargará de que lleguen a tu dormitorio en el comando. —Le agradezco a mi padre quien sale dejándome sola una vez más. Maquillo mis pálidas mejillas y aplico rímel para resaltar la claridad de mis ojos, siempre he escuchado de bocas de los hombres que mi mayor enemigo siempre serán mis ojos, la hermosura que esconden hipnotizan a cualquiera, por eso opto por utilizar pupilentes de un tono marrón oscuro. Llego a la cocina y mis piernas me tiemblan, mi respiración se paraliza, mi pecho es un retumbar de puras emociones negativas, me sudan las manos, mi cuerpo se niega a dar un paso más; la persona que encabeza la mesa del comedor es quien me da más miedo, las imágenes de la sangre llegan a mi mente, el pánico es tanto que siento su sabor en mi boca. Se levanta con una sonrisa tétrica en su rostro, trago lentamente la poca saliva que tengo en la boca, mis piernas reciben una descarga de adrenalina he intento darme la vuelta para salir corriendo de casa. — Ni se te ocurra Avon— su voz me recuerda el pasado, me palpita la cabeza y el sudor me recorre la espalda presa del miedo — ¿No piensas saludarme? — Volteo y lo miro llevar el borde de la taza de café que sostiene en sus manos a sus labios. — Se me hace tarde— Se acerca y por cada paso que él da yo retrocedo dos, no quiero llegar al aeropuerto como una maldita deforme, no soportaría semejante vergüenza una vez más — ¿Qué haces aquí? — mi voz sale casi como un susurro me obligo aclarar mi garganta, pero el resultado es el mismo. —Hablaré contigo más tarde— siento como su mano impacta en mi rostro lanzándome al suelo, las lágrimas me nublan las vista, el mundo me da vueltas mientras sus gritos me hacen taparme los oídos — Cuantas veces tengo que repetirte que me mires a los ojos cuando te hablo perra inservible— el pecho se me hunde del miedo y el dolor que sus palabras están causando en mí. —Yo no estaré aquí para hablar contigo más tarde— intento alzar la voz —Déjame pasar porque debo llegar rápido— Me suelto de mala gana recuperando el poco valor que he adquirido en el comando. Papá no dice nada y mamá mucho menos — ¡Avon! — Grita molesto. Cuando Eiji esta, mis padres se meten la lengua en el trasero, no entiendo cuál es el miedo que le tiene, yo le tengo miedo por justa razones. —Ya basta déjala — se mete mi nana, me limpia las lágrimas y agradezco en el fondo que me aleje de esa casa sacándome a la calle, aun ciento el ardor de su bofetada en mi piel, pero, algo paso siento muy dentro de mí que un nuevo sentimiento nació en mí. Con algo de molestia por lo que acaba de pasar bajo las escaleras que separan la cocina de la última planta caminando al lado de mi nana, la empleada de la casa nos observa como si tuviera miedo de mí, la observo de pies a cabeza y algo me dice que se estaba atragantando con la lengua de Eiji. —Querida Avon— la dulce voz de mi nana me trae de vuelta a la realidad, lo primero que observo es su cabello blanco por los años de más que tiene, sus pequeñas arrugas confirman eso, pero sus ojos siguen siendo esas dos pequeñas esferitas llenas de esperanza, esa misma esperanza que me mantiene viva después de toda esta tormenta. —Recuérdale a esta vieja loca, ¿cuántos años te faltan para graduarte?— la observo completa de pies a cabeza sintiendo la necesidad de guardar su imagen en mi memoria. —Nana, ya me gradué ¿lo recuerdas?  — le abro los brazos y ella me recibe gustosa, acaricio su cabello a medida que empezamos a caminar.  —Pronto mejorarán las cosas ¿verdad que si? — ella asiente y disimuladamente se limpia una lágrima. —Las cosas no cambiarán— hablo en un susurro. Se para y mira para todos lados, la siento temblar, tiene miedo igual que yo, mete su mano en el bolsillo y saca un sobre de este, vuelve a mirar por encima de mi hombro, alza la mirada y me ve fijamente, siento como su mirada llega a traspasar mi barrera volviéndome débil. — ¡Es hora!— me lo da y lo recibo dudosa, se me salen las lágrimas porque siento que esta es una despedida, me mira como guardando mi imagen en su mente —Cuídate, y nunca me olvides porque donde quieras que te encuentres yo estaré contigo. El chillido de unas llantas de carro se escucha a lo lejos cuando frena y solo soy consciente de cuando mi nana cae al piso con un tiro en la espalda, ella solo cae al piso, quedo inmóvil mientras el carro arranca y la veo en un charco de sangre, veo a la mujer que dio su vida por mí.  Me tiro al piso presa del dolor que esto me causa, grito porque estoy desesperada, ella se ahoga con su sangre, la tomo y la abrazo sin importarme que me esté ensuciando de su sangre, que ahora se ha derramado por mi maldita culpa. —NO ME DEJES— la muevo, pero está muy débil, la herida y su edad no me están ayudando. —Vete, déjame prefiero que no estés cuando muera— me niego— Solo corre y escóndete para que él no te encuentre, vamos déjame rápido antes de que vuelvan— el motor de un carro a toda velocidad se escucha obligándome a salir corriendo, el pecho se me aprieta, me apoyo de un árbol con la vista de mi nana a pocos pasos. Cierro los ojos cuando veo las intenciones del carro y solo puedo escuchar el golpe que impacta con el cuerpo de mi nana, empiezo a correr por mi vida, por mí, por ella. Sobre todo por ella que no debía dejarme y ahora no sé qué demonios hacer sin ella. Toco en mi bolsillo y aún tengo el sobre de mi nana, mi pasaporte y el pasaje de avión, me vibra el teléfono, pero voy tan metida en mis pensamientos y en las ganas que tengo de escapar que no le prestó atención. No sé dónde estoy, no sé qué dirección tomar, mis alarmas de advertencia están activadas y no sé qué demonios hacer, corro y pierdo uno de mis zapatos no me detengo a recogerlo, sigo llorando lo que me dificulta ver con claridad. —Ven Avon, debes cenar— su sonrisa es hermosa. —Nana si me das torta de chocolate— ella sonríe y niega revolviendo mi cabello. Los recuerdos de mi infancia a su lado llegan a mi memoria como el impacto de una bala perdida, arde verla sonreír, duele verla feliz, pero más aún es un maldito tormento verla con vida y que no sea así. Sigo corriendo, unos pasos más y mi frente choca con la espalda de alguien que me tira al suelo, el miedo corre por mis venas y mi mundo se oscurece presa del sufrimiento que estoy sintiendo en este momento. —No quiero morir. No sé dónde estoy, intento mover mis manos y unas suaves sabanas es lo que percibo, un tic tac suena a mi lado taladrándome los oídos, un fuerte dolor de cabeza me aturde, abro los ojos, pero desearía jamás volverlos abrir, lo sucedido hace pocos minutos vuelve aparecer en mi mente y una vez más lloro, pataleo, me maltrato la vena que sostiene una vía con suero, grito pidiendo algo de ayuda para salvarla. —Ella aún estaba viva— Entran enfermeros y me intenta tomar, pero no se los permito, debo salvarla. —Avon querida— Es voz, la voz de mi mejor amiga, veo a Laura abrirme los brazos con ojos llorosos y me le voy encima dejando que ella sostenga mi dolor, me acaricia el cabello y jamás pensé que aquel acto me dolería tanto. —Escúchame, debes ser fuerte— yo asiento mientras ella limpia mis lágrimas. —Debemos ayudarla— ella niega rompiendo a llorar conmigo —Laura ¿Cuánto tiempo llevo aquí? — Ella retrocede sacando su celular que empieza a sonar en sí bolsillo —Laura ¿qué día es hoy? Su mirada está perdida, tiro de su teléfono que se rompe al caer al piso. — ¿Cuánto maldito tiempo llevo aquí Laura?— Sorbe la nariz —Dos Días— Se limpia las lágrimas —Dos estúpidos días, nana murió en un accidente de auto. —Mentira— tapo mis oídos —MENTIROSA — retrocedo y pego mi espalda a la pared deslizándome por esta hasta tocar el piso— Ella está muerta porque alguien la mato. —Señorita ¿Qué es lo que acaba de decir? Levanto la vista y mi mundo una vez más se nubla dejándome en oscuridad total.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR