-Esto no está bien, sería bastante frustrante escribir en ellos - pensó en voz alta la pequeña castaña de ojos entre verdes y cafés, sin darse cuenta. Estaba parada frente al escaparate de una tienda del centro comercial; en él había una serie de cuadernos que están en forma de letras.
No fue sino hasta que sintió la mirada penetrante de alguien que se percato de su pequeño error, por lo que siguió inmersa en sus pensamientos, pero esta vez sin decir una sola palabra, al menos no en voz alta.
-¡Olive! ¡¿Qué diablos haces?!- un grito a lo lejos la sobresaltó.
«¡Rayos!» Eso sí que la había asustado, «¿Que no podía modular un poco su tono?», se quejo para sus adentros.
Alexa una pelirroja -que para Olivia parecía más castaña-, claramente más alta que ella, con un cuerpo de infarto, y una cara esculpida por los mismos dioses; se acercaba a toda prisa, dando pasos algo frustrados, cual niño caminando enojado; incluso había asustado a un par de niños que pasaban junto a ella justo cuando gritó. Olivia solo esperaba que tuvieran los tímpanos intactos.
Al voltear, lo primero que captó su vista fueron todas las bolsas que traía la pelirroja en sus manos -pudo notar que ya había comprado más de lo que un ser humano de su complexión podía cargar-, pero lo siguiente que capto su atención fueron los pies de la misma, con monumentales tacones que calzaba, solo esperaba que no se torciera un tobillo o rompiera una pierna. Con esfuerzos Alexa llegó hasta ella.
«Es que esta mujer es algo fuera de lo común» pensó
-¡¿A caso no escuchaste cuando te llamé?!- comenzó a reclamar en cuanto estuvo junto a la castaña
«¡¿No escucharla?! ¡¿Estaba hablando en serio?!»
Estaba más que claro que medio centro comercial la había oído gritar, a pesar de que la música que sonaba estaba algo fuerte, se notaba sobre todo por las miradas curiosas que tenían encima.
-Lo siento Alex…, es que… si te soy sincera me aburrí y decidí echar un vistazo por ahí- contesto apenada, señalando el escaparate frente a ellas.
-Escucha, entiendo que te aburras y que esto no sea lo tuyo, pero ¡por Dios! me dijiste que me ibas a esperar afuera mientras miraba…- claramente había hecho algo más que mirar, tomando en cuenta que la pobre llevaba más de media hora esperando afuera de la tienda- pero no… salgo y no te veo, y cuando por fin te encuentro, ¡ni siquiera me haces caso!- señaló de manera exagerada, mientras sostenía lo que parecía su milésima bolsa de compras del día - Tuve que gritarte como mil veces para que me escucharas…- «Y aquí vamos de nuevo» la más pequeña solo atinó a rodar los ojos- …parecía que estabas en trance ahí parada…
Olivia, la cual apenas y escuchaba lo que decía, seguía observándola sin entender cómo era que sus delgados brazos aún no se habían roto por el peso de tanta cosa.
Fue en ese momento que decidió intervenir, antes de que se quedara sin voz. Porque de que Alexa empezaba a hablar, no había poder humano ni divino que la pudiera callar.
-Claro, mira quién lo dice, la que realmente parece poseída cuando ve una oferta- se burló señalando las bolsas que sostenía
«¿Cuántas cosas más iba a "necesitar"?»
Si eran totalmente honestas, ambas chicas sabían de sobra que Alexa tenía suficiente ropa para el resto de su vida, por lo que realmente no “necesitaba” nada de eso.
-Lo que pasa es que no tienes sentido de la moda…
Mientras seguía inmersa en su monologo, la vista de la castaña volvió a desviar la vista hacia sus brazos llenos de cosas, comenzaba a preocuparse, sentía que en cualquier segundo los bracitos de Alex se iban a romper o sus tobillos se iban a torcer.
- …a parte mamá me dijo que podía comprar todo lo que me hiciera falta- se aseguró se poner énfasis en TODO.
Eso llamó la atención de la más pequeña, sabía que era mentira, ni siquiera había llevado su auto porque se suponía que estaba castigada.
«¡Santos cielos!»
Si Olivia no la paraba en ese momento, esa mujer iba a dejar quebrados a sus padres, y vaya que esa era una tarea muy difícil, tomando en cuenta que eran dueños de uno de los conglomerados más grandes de Estados Unidos.
-Y eso "todo lo que necesitas" Incluye cinco pares de zapatos- si no es que eran mas- y…no sé cuántos vestidos ¿Verdad?- estaba siendo sarcástica.
Ya había perdido la cuenta de cuánto era lo que había comprado la pelirroja, y cuantas tiendas habían visitado, por eso le había dicho que se adelantara y que ella la iba esperar afuera, pero con lo que no contaba, era con que su amiga iba a tardar más de la cuenta, resultando en un aburrimiento terrible por parte de Olivia.
-Pues claro, no puedo vestirme todos los días con lo mismo, recuerda que soy Alexa Dawson- la altanería de su voz sonaba tan falsa, provocando que ambas soltaran una pequeña risilla.
Así era Alexa, amante de la moda, las marcas y el glamour por lo que se la podía pasar todo el día metida en el Centro comercial, inclusive Olivia creía que si tuviera oportunidad viviría allí dentro, suponía que ese era el parque de diversiones de su amiga
Y aunque eso podía resultar algo muy superficial para algunos, la menor sabia que esa simplemente era la “fachada” que su amiga prefería mostrar ante el mundo, no es que mostrase una cara falsa ante los demás, en realidad todo lo relacionado con la moda y estilo le apasionaba de verdad, pero si había algo que Olivia sabía muy bien era que en su mundo el “qué dirán” era primordial para la mayoría de gente que las rodeaba, y aun mas para Alex, que tenía todo el peso del apellido Dawson sobre sus hombros.
A pesar de las marcadas diferencias entre una y la otra, ese par siempre parecían uña y carne.
Estaban consientes de que cada una tenía sus propios gustos y preferencias, mientras que para Alex eran vestidos, faldas, todo tipo de zapatos con tacón -a pesar de medir un metro setenta y dos-, maquillaje perfecto y bien marcado, y colores brillantes -era el tipo de chica que sabía cómo resaltar todos y cada uno de sus atributos-.
Para Olivia eran más los pantalones -no es que no le gustara usar faldas, era solo que le era más práctico y cómodo-, los zapatos -como a toda chica le encantaban- de preferencia tacón o muy bajo, maquillaje simple y discreto, y colores neutros o discretos.
Aunque cada que tenía que salir por algún evento familiar o social su padre siempre le recalcaba que tenía que “verse decente” -para él eso era usar vestidos, tacones, y ni un cabello fuera de lugar-, lo cual para Olivia suponía un dolor de pies terrible acompañado de mucha incomodidad, en pocas palabras no se sentía ella misma.
Eso era algo en lo que no le gustaba pensar, ya que de cierta forma no podía evitar compararse con Alexa, y no, no era porque la envidiara, al contrario, la admiraba tanto que no podía dejar de ver lo perfecta que podía llegar a ser su amiga, lo cual implicaba el darse cuenta de sus propios defectos, para ella era como comparar un elegante y estilizado Gran Danés con un chihuahua, sí, una comparación absurda, pero así lo creía.
Alex era tan llamativa que a donde quiera que iban arrebataba miradas y suspiros, simplemente era así, brillante. En cambio ella… digamos que era la “amiga fea”, a pesar de estar consciente de que no era nada fea.
«Al lado de Alex cualquier persona se sentiría fea», pensaba.
La verdad eso nunca le había molestado, el acaparar miradas y llamar la atención nunca había sido muy de su agrado, y ahí era precisamente donde Alex la ayudaba; ella distraía la atención de los demás quitándole parte de la tensión que sentía sobre sus hombros, era como una rutina a la cual se habían acostumbrado con el paso de los años.
Era precisamente por esos simples detalles que se complementaban la una a la otra, se entendía y se apoyaban sin necesidad de palabras, con el simple hecho de existir.
-Si como no- respondió la castaña rodando los ojos- Alex ya tienes más ropa de la que podrías usar en toda tu vida- estaba segura de que si un día de estos se ponía a medir; su habitación, junto con su baño y la cocina de su casa podían caber perfectamente bien en el closet de la pelirroja.
Dando un suspiro, un tanto frustrada, dio por zanjado el tema, lo cual la llevo a recordar las bolsas que aun cargaba su acompañante. Es que se aferraba a ellas como si su vida dependiera de ello.
-Eso se ve bastante pesado, ¿No quieres una mano?- ofreció mientras sacaba su celular de una pequeña bolsa que colgaba a su lado, para ver la hora y asegurarse de que no iban tarde- falta poco para que llegue tu chofer- le recordó devolviendo el aparato a su lugar.
En ese momento la cara de Alexa parecía decir por si sola un “ni me lo recuerdes”, se podría decir que incluso se veía un tanto cómica.
La misma sabía que había engañado a su mamá diciéndole que su padre le había levantado el castigo y también le había pedido dinero y permiso para salir, razón aun más importante para no querer irse de ahí.
«Será mejor que no vuelva, al menos no por ahora… ¿tal vez mañana?... o el otro año… o tal vez cuando mis padres ya no me quieran ahorcar, aunque…» en medio de su queja mental una idea había atravesado su cabeza, no era la primera vez, estaba segura de que le iba a funcionar
Un mal presentimiento, hizo que Olivia entrara en estado de alerta justo en el momento en que la vio, sabía que la mayor quería quedarse otro rato, pero ella tenía cosas que hacer, así que antes de que comenzara a inventarse algo, le quitó las bolsas que traía en la mano derecha y comenzó a caminar directo a la salida, dándose cuenta de que estas pesaban más de lo que creía
No sabía cómo se las arreglaba su amiga para cargar todo eso sola. La castaña ya se había cansado y eso que solo había caminado dos metros con la mitad de cosas que la otra cargaba hace un rato.
-¡Olive no seas aguafiestas!- se quejó la pelirroja, plantándose en su lugar.
Mas valía que la menor no creyera que se iba a dar por vencida fácilmente, porque pensaba usar hasta el último recurso que tuviera para no irse aún, así tuviera que pegarse los pies con cemento al piso.
-Vamos a comer ¿Si?
«¡Por favor Dios apiádate de mí aunque sea hoy!» pensó la castaña
Alexa había comenzado a hacer pucheros y a poner todo tipo de cara que a su parecer eran “tiernas”.
Olivia odiaba ver cuando hacían eso, no solo a Alexa, a toda la gente en general, entendía que los niños lo hicieran, era la forma más efectiva de convencer a los adultos porque por naturaleza eran adorables, pero en Alexa, a ella se le hacia una tortura tener que verla, sobre todo tomando en cuenta que su amiga ya tenía 24 años, a punto de cumplir 25, eso ni aquí ni en Marte se le hacía adorable.
Realmente se amaban la una a la otra, de eso no había duda, eran casi como hermanas de sangre, se conocían desde que Olivia tenía 10 años y Alexa 14. Pero en momentos como ese, el único pensamiento que le cruzaba la mente a la castaña era «¿Ahora quién toma el rol de la mayor y quien el de la menor?».
-¡Basta ¿Quieres?!- dijo la menor, con el seño fruncido, se estaba comenzando a fastidiar bastante- ¡Sabes que odio cuando haces eso!
Alex sí que lo sabía, pero eso no le impedía intentarlo ¿no?, quien quitaba y tal vez hoy si funcionaba.
-A estas alturas me sigo preguntando cómo es que funciona hasta con Carter y contigo no- soltó un tanto frustrada
«Carter…»
La sola mención de su nombre había hecho un poco de mella en Olivia, provocando que se pusiera un poco seria, aunque Alex parecía no notarlo, ya que estaba tan metida en intentar convencerla de quedarse otro rato, que ni atención le prestaba realmente.
-¡No me van a dejar salir hasta dentro de un mes!- si tenía suerte, después de la treta que hizo, si la castigaban un mes iba a ser poco- ¡Vamos! Hay que disfrutar de nuestra libertad- ahora sí que comenzaba a desesperarse.
Alexa a veces pensaba que su amiga no la entendía, ella solo quería pasarla bien, conversar y estar un rato juntas, pero esta se estaba esforzando tanto en que se fueran, para ella era frustrante. Estaba a punto de hacer un berrinche.
«¡No por favor!», suplicaba internamente la castaña
A esas alturas ya no sabía a qué Alex prefería, si a la dramática, a la “tierna” -realmente esa la detestaba-, o a la desesperada, todo se le estaba saliendo de las manos respecto a su berrinchuda amiga.
-Bueno, si tanto te funciona realmente te deseo suerte al rato con tus padres- espeto Olivia con sequedad y sin nada de tacto, ya un poco molesta.
Pensó que la sola mención del señor Dawson iba a bastar para largarse, porque siendo realistas, la pequeña fortuna que había gastado la pelirroja seguro ya estaba más que reflejada en el estado de cuenta de su padre, aunque a los pocos segundos se dio cuenta que de nada sirvió.
-No tiene porque enterarse- se apresuró a decir con una pequeña sonrisa en el rostro. Pareciera que el hecho de que el padre de Alexa la hubiera castigado no tuviese ningún efecto en ella.
Olivia comenzaba a inquietarse, pero a pesar de todo eso, sabía que tenía que ser firme, el ser débil con la pelirroja no funcionaba, y ya lo había comprobado más de una vez.
-Alex, no creo que sea porque “no tenga que enterarse”, créeme a estas alturas, y con la cantidad de cosas que compraste ¡Ya se entero!- en serio quería espantarla un poco para que se fueran, pero nada estaba dando resultados.
«Es que a veces no se puede razonar con ella»
De repente parecía que los ojos de Alex comenzaban a brillar, con un toque particularmente travieso en su rostro.
«¡Maldición! Olivia piensa rápido en algo, antes de que se le cruce por la cabeza alguna de sus “brillantes ideas»
Claro que era sarcasmo, todas las ideas de su amiga, siempre implicaban meter en problemas a alguien más, así que no lo eran.
«¡Hay no! ahora sí que voy entera en pánico, ¿Qué voy hacer si a Alex se le ocurre algo?», cuando le comenzaban a brillar los ojos de esa forma y tenía esa sonrisilla maliciosa en su rostro no era nada bueno.
- ¡Mierda! No lo había pensado- la pelirroja puso las manos junto con las bolsas detrás de sí, balanceándose un poco sobre sus talones, cual niño es atrapado con las manos en la masa, aunque solo lo hacía para simular, porque por el tono sarcástico que había empleado, sabía perfectamente bien lo que estaba haciendo.
«¡Oh oh! ¡Corre Olivia, corre!»
La pobre castaña había comenzado a rezarles a todos los santos que conocía para que la mayor no hablara en serio.
-Por eso precisamente te traje a ti- señaló la pelirroja con su larga y bien pintada uña.
«Y aquí vamos de nuevo Olivia al rescate».
Realmente como siguieran así, la pobre iba a terminar teniendo un ataque o mudándose a Alaska para que no la encontrara y ya no la metiera en problemas.
-Olvídalo, nah-ha- negaba mientras sacudía su cabeza lo más rápido que podía, para reafirmar la negativa, y por si no le había quedado claro a la otra agregó- olvida lo que sea que te esté pasando por la cabeza- ¡pero nada cambió!, la mayor seguía ahí con cara de maniática regodeándose con su desesperación- ¡Alex no! ¡Me vas a volver a meter en problemas, como la última vez!- le aseguró viéndola directamente a los ojos y con el ceño fruncido a más no poder.
-Anda solo esta vez ¿Si?- rogaba juntando las palmas de sus manos - te prometo que no te lo volveré a pedir- «Si claro, como no», la pequeña recordaba claramente que la “última vez” había dicho lo mismo, ¡hasta con las mismas palabras!
-No
Esto estaba comenzando a cansarla, es decir, amaba a Alex, y viceversa, pero eso no significa fuera ciega ante los errores de la otra y viceversa, la gran diferencia entre ellas era que la mayor nunca había aprendió a aceptar su responsabilidad y afrontar las consecuencias de sus propios actos, si bien, algunas veces recibía los castigos consecuencia de los mismos, la mayoría de las veces buscaba un chivo expiatorio para salir bien librada de la situación.
Ya se lo habían dicho muchas veces, «Tienes que hacerte responsable de tus propios errores y dejar de hacer que los demás carguen con ellos», pero a la fecha no entendía aun.
-Alex sabes qué haría cualquier cosa por ti, pero esto… ¡ya es demasiado!- contesto alzando un poco más la voz, ahora sí que se estaba enojando- la última vez que tomaste el auto de tu padre sin permiso, aparte de que lo estrellaste dijiste que fue mi idea, “porque quería que me ensañaras a manejar” y yo ¡ni siquiera estuve ahí!- bien, sabía que ese había sido un golpe bajo, Alex ya le había pedido perdón muchas veces por eso, pero en su defensa, ya no sabía cómo hacerla entender. Antes de que volviera a abrir la boca para replicar agregó- ¡Me castigaron por un mes!, aparte de hacer que me fuera a disculpar con tu padre- realmente se había metido en demasiados problemas por eso, así que pensaba jugarse su última carta para que Alex razonara, “chantaje emocional”, y esperaba que esta vez funcionara.
Después de eso ninguna de las dos dijo algo, siquiera se movieron, no era muy común que discutieran, y aun menos para la menor enojarse -tenía una paciencia de santos-, pero en este tipo de circunstancias, sobre todo en ese momento, ya se había cansado un poco –mucho en realidad- del poco o nulo interés que demostraba la otra en querer escuchar.
Una especie de silencio incomodo se había instalado a su alrededor, ya había varios espectadores a lo lejos de su pequeña discusión como esperando a ver cuál de las dos iba a ganar, ni cuenta se habían dado de cuándo empezaron a llamar la atención.
«¡Genial!, incluso los niños de hace rato -los cuales se habían ido a sentar por una banca a unos metros de donde estaban ellas- estaban volteando atentos»
Bueno, al menos ahora Olivia estaba segura de que los gritos de Alex no les habían causado ningún daño a los oídos.
El notable enojo de la menor, combinado con un poco de culpa estaban haciendo mella en Alex, lo suficiente como para convencerla de desistir de cualquier locura.
-Bien, no lo haré- dijo suspirando derrotada, no le gustaba ver a Olivia enfada, y menos por una de sus rabietas, así que decidió mejor darse por vencida- de cualquier forma papá me va a castigar de nuevo por el vestido que compré ayer para la fiesta de Travis- se refería a su novio
«Su tonto novio», pensó Olivia.
No es que le desagradara, al menos no adrede, todo lo contrario si hacia feliz a su amiga mejor por ella, pero el problema radicaba en ello, algunas veces sentía que trataba a Alex como si fuera una tonta o se aprovechaba de ella.
Inclusive podía jurar que el comportamiento de Alex también había cambiado, es decir, sí hacia locuras, y sí, no era una perita en dulce, pero eso del auto o mentirle tan descaradamente a sus padres para salir, no era algo típico dentro de su locura, algo realmente no andaba bien desde que comenzó a salir con ese tipo. Pero bueno, con el tiempo, estaba segura de que le diría que pasaba.
-Hay Alex, tú no entiendes- estaba a punto de darse una palmada en la frente, a causa de la frustración, pero recordó que traía las bolsas en las manos- mejor démonos prisa, que mis manos están comenzando a dormirse- dijo, ahora un poco mas calmada, alzando un poco las bolsas que traía como para hacer énfasis de ello. El peso de las bolsas comenzaba a cortar la circulación de sus manos.
-Bien vamos, pero que conste que yo te invité a comer he- la pelirroja supuso que hacer un último intento para alargar su “libertad” no le iba hacer daño, total, ya no perdía nada con intentarlo, pero sus planes fueron frustrado por una Olivia que iba enfilada a toda prisa hacia las escaleras del estacionamiento- ¿De verdad no tienes hambre?- siguió siendo ignorada mientras veía como la menor llegaba a las escaleras haciéndole una señal de que la veía abajo.
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El camino a la casa de la pelirroja fue de lo más estresante para la pequeña castaña, Alex, primero no paraba de quejarse porque según ella la iban a castigar.
«Pero eso no le importo cuando se metió en este problema ¿no?»
Y segundo cuando Olivia le pidió que la pasara a dejar a su casa, la otra se negó rotundamente, e incluso amenazo con secuestrarla si no la acompañaba mínimo a dejar ¡sus! Compras a casa – la más pequeña no había comprado ni un lápiz- lo cual hubiese estado bien si hubiera tenido tiempo, pero lo malo es que como le gustaba dejar todo a la mera hora, aun le faltaba estudiar y terminar tarea pendiente.
¿Cómo le explicaba a Alex que realmente tenía que irse? era como intentar hablar con la pared.
Al final termino accediendo, con tal de que dejara de hacer tal alboroto, y también para que sus tímpanos descansaran al menos cinco minutos
En cuanto llegaron a la mansión de Alex -tan imponente como siempre- Es que esa “casa”, nadie le podía llamar casa, no dejaba de provocarle asombro a la castaña cada vez que la veía –a pesar de tener años visitándola-, era tan grande que hacia que la propia pareciera una simple casa de huéspedes.
Aunque no era de esperarse menos de los Dawson, estando a la cabeza del conglomerado empresarial Zinaida, lo raro sería que no vivieran en un lugar así o incluso en un palacio.
Con bastante cansancio ambas chicas subieron las escaleras hasta el primer piso, donde estaba la recamara de la pelirroja, al abrir la puerta las recibió una cómoda y enorme cama al centro, la cual hacía juego con las paredes y las cortinas de la ventana que estaba a la cabecera de la misma, todo con tonalidades blancas y gris claro.
El cuarto de Alex parecía más un departamento que una alcoba.
Del lado derecho estaba un pequeño escritorio de cristal y una estantería que tenia cosas de papelería, junto a su cama, de ambos lados había un buro con una pequeña lámpara cada uno y en la pared opuesta a donde estaba el escritorio había dos puertas, una para el baño y la otra para el closet, pero las sorpresas no terminaban ahí.
El baño, que más bien parecía un spa, tenía una tina, una pequeña zona para la ducha cubierta por paredes de cristal, y otro compartimento, igualmente de cristal polarizado, para el retrete, inclusive había una pequeño compartimento de madera donde te podías sentar cómodamente a tomar un baño de vapor, ¿si eso no era el paraíso entonces que era?
Pero el closet no se quedaba atrás, a la castaña por alguna razón siempre recordaba el closet de Hannah Montana, solo que al triple -estaba segura que un día de estos iba a encontrar Narnia ahí dentro-, básicamente era otra habitación completa.
Y si eso no podía ser más perfecto, frente a su cama se encontraba una pequeña sala color marfil y una tele empotrada a la pared justo al lado de la puerta de entrada.
Era difícil no querer plasmar todo eso en un lienzo cada vez que iba de visita, era arte puro y perfección.
Pero precisamente ese día en especial no le resulto difícil resistirse con todo el cansancio que el ir de compras había provocado en ella, es más, ni atractiva se le hacia la idea de pintar, lo único que se cruzaba por su cabeza era descansar un poco.
Estaba sorprendida de que con trabajos y ambas llegaran con sus extremidades intactas -incluyendo los tobillos de Alex sobre esos zancos-, con todo lo que habían tenido que cargar parecía que habían hecho pesas.
En cuanto pudo, Olivia se acerco a la cama y se recostó, como si se tratara de la propia, su única intención era cerrar los ojos unos 20 minutos y ya, pero la pobre chica, estaba tan cansada que ni cuenta se dio de a se durmió casi ipso facto.
De lo que si se dio cuenta un par de horas después, ya que estaba despertando de su larga siesta era de la hora, al revisar su teléfono.
«¡Mierda papá me va a colgar!”» pensó acabando de despertar por completo, «y si no lo hacía él lo van hacer mis maestros, uno por no estudiar y el otro por no acabar la tarea», estaba empezando a entrar en pánico dentro de su cabeza
Mientras buscaba sus zapatos a toda prisa y se dirigía a la puerta, una Alex muy animada y recién bañada salía del baño con una albornoz alrededor de su cuerpo y una toalla enredada sobre su cabeza.
-¿A dónde vas?- preguntó un tanto confundida, al ver que la castaña estaba muy acelerada.
- Tengo que irme, le dije a papá que no iba a tardar mucho y ¡mira la hora!- contesto una muy apurada Olivia- aparte tengo cosas pendientes de la Universidad
- No te vayas… quédate… al fin es Sábado
La pelirroja sabía que si la dejaba ir no podrían tener de nuevo oportunidad de hacer una “noche de chicas”, hasta dentro de quien sabe cuándo, porque de que la iban a castigar, la iban a castigar, de eso estaba más que segura.
-No puedo, sabes que tengo tarea pendiente, así que no me puedo dar el lujo de desperdiciar valiosas horas
Quería dormir aunque sea un par de horas antes de ir a la escuela el lunes, y eso no iba pasar si se quedaba despierta toda la noche, se levantaba tarde el domingo y empezaba a trabajar hasta pasando el medio día.
«¡No señor! tengo que irme hoy mismo»
Tras explicarle a Alex que se tenía que ir, por millonésima vez -de verdad que era como hablarle a una pared- y de negarse a dejarla ir la misma cantidad de veces, terminó cediendo por lo que se ofreció a llevarla en su auto, un Mini Cooper S Hot Chili, todo equipado, personalizado de color beige y detalles color café.
Y pese a que minutos después, ya estaban en la cochera, montadas en el auto, la pelirroja no prendió el motor, y no pensaba hacerlo, sin un último intento ya a bordo del mismo.
Olivia estaba a punto de arrancarse la cabeza de la frustración.
-Quédate… anda- algo le decía que hubiera sido mejor tomar un taxi porque se veía que no iba a parar, así estuvieran en la puerta de su casa- sirve de que tenemos una noche de chicas, como en los viejos tiempos
«¡¿Cómo en los viejos tiempos?! Si la última noche de chicas que tuvimos fue la semana pasada en mi casa» pensó la otra.
-¡Pero si te quedaste en mi casa la semana pasada!- se comenzaba a preocupar, últimamente Alex parecía olvidar algunas cosas
«Debe ser la edad» se convenció.
-¡Ha… cierto!- parecía que de verdad lo había olvidado, «¿Qué pasa Alex?»- Lo sé, pero…- se estaba esforzando por encontrar la excusa perfecta.
De pronto, cualquier esfuerzo que estuviera haciendo para pensar en algo se vio interrumpido por el sonido de la cochera abriéndose, y la luz entrando de lleno en la misma, dejando a la vista un flamante Audi TTS de color gris oscuro a punto de entrar.
Para Alex esa era una señal caída del cielo, pero para Olivia fue como si le hubieran dado un puñetazo en el estomago, y es que ambas conocían muy bien ese auto… y al dueño aun mas… “Carter Dawson”