—¡Mami! —gritó Mari tirándose a mis brazos, yo la abracé tan fuerte como pude. —Hola muñequita, te eché de menos —dije y ella se colgó a mi cuello. —Yo también te extrañé mucho, mamita. No vuelvas a irte, por favor —pidió y, besando su cabeza, prometí que no lo haría de nuevo. Mis palabras hicieron sonreír a Sebastián, y anonadaron a Alex que perdió el habla por completo. Solo pudo mirarme fijamente con unos ojos desbordantes de felicidad. Le sonreí y volví a abrazar fuerte a mi hija. Cuando solté a Mari me encaminé a donde mi papá y lo abracé fuerte, quizá buscando sentirme protegida y ganar un poco de valor, pues lo que seguía de hacer no sería tan fácil como abrazar a mi hija o a mi papá. Pero ya había decidido hacer realidad nuestro sueño, así que andaría hasta la meta aun si mi

