Cuando abrí los ojos estaba bastante oscuro, pero, aún en la penumbra, pude ver a Alex observándome con esa indescifrable mirada que me dolía demasiado, aunque ya tener que mirarlo era completamente doloroso. —¿Qué te dijo mi madre? —preguntó y apreté los dientes para no ponerme a llorar. —No estoy segura de lo que dijo, pero yo recordé todo —expliqué después de tragarme ese incómodo nudo en mi garganta—. Alexander, yo no quiero estar aquí... de verdad no quiero... perdón, pero es demasiado doloroso... no voy a soportarlo... Lloré. —¿No me amas?, ¿de verdad no me amas? —preguntó, pero, aunque ahora recordaba lo mucho que lo amaba, no podía decirle la verdad, no después de recordar que maté a su hermano. Simplemente no podía. —No —mentí ahogada por la pena y el llanto—... lo lamento,

