Dani iba sonriendo, toda aquella tristeza se había esfumado de su espíritu. Había alguien que la escuchaba y que le daba lo más valioso que tiene un ser humano: tiempo. Estaba emocionada ansiando que amaneciera pronto. Llegó a casa con una sensación de emoción y de alegría recorriendo sus venas. Supo que cuando la vida se vuelve pesada y algo difícil necesitamos de alguien que nos ayude a recordar quien somos, alguien en quien apoyarnos cuando nuestra propia luz se vuelve opaca. Abrió la puerta con una sonrisa, y notó que todo estaba apagado. Tomó su teléfono y se dio cuenta que eran ya más de las nueve. Se quitó los zapatos y se recostó sobre uno de los sillones. Se cercioró que ambos teléfonos tuvieran contraseña los guardó asegurándose de haber dejado activados los despertadores para

