Con un nudo

1467 Palabras
Danielle aún sentía aquella alegría apoderarse de su corazón, era un impulso que la estimulaba a la vida, a soñar, a creer en que después de todo las casualidades no existen, quizá todo tiene un tiempo y ahora ella le había tocado por fin conocer algo distinto. En verdad, había algo en Anthony que, a ella, la hizo sentir cómoda. —No puedo creerlo. ¿Cómo fui capaz de entregarle ese escrito así? Sonreía tras la puerta, abrazando los libros con todas sus fuerzas. De pronto un recuerdo apareció de golpe, haciéndola volver en sí. Recordó que tenía que darse prisa, tenía sólo unos instantes antes de que Brad llegara. Corrió a la habitación, y fue a darse una ducha, luego se secó el cabello lo más rápido que pudo, fue a la pequeña cocina y colocó en el microondas una bandeja de comida congelada que había en el refrigerador, al estar lista la dejó bien servida sobre la mesa. Le dolían las piernas por subir la habitación tan deprisa. Su deseo era no hablar con él; con su novio Brad, hacía ya varios meses que habían decidido vivir juntos. Al principio Danielle, no estaba muy segura, pero Brad solía ser muy cariñoso acompañándola en todo, además había una conexión física muy fuerte en ambos, ella no podía estar sin él sin desearlo, así que se decidió, no lo vio tan malo al tener ya veinticuatro años, además su madre ni su hermana estuvieron de acuerdo, pero ella creía que quizá ellos no la comprendían, y a final de cuentas siguió ese impulso. Cuando no vivían juntos, Brad y ella tenía una intimidad s****l muy activa, pero cuando se mudaron todo cambió lo cual Danielle no podía comprender, se suponía que al vivir juntos y estar juntos sería más divertido, los encuentros serían más apasionados, pero surgió, al contrario. Brad no le ponía tanta atención y prefería ocupar su tiempo en cosas de su propio gusto más que compartir. Además, Brad y ella eran muy distintos, Danielle muchas veces fingía interés para no perder el agrado que él tenía de ella, otras veces si le desesperaba pasar el tiempo con él, ya que terminaba aceptando lo que él quería, y cuando le proponía hacer algo que a ella le gustaba, él fingía cansancio o se quedaba dormido. Todo de pronto, no era como en las películas donde el amor crece y todo es dicha. Danielle descubrió que la vida real, es muy dolorosa, cada acto siempre lleva una consecuencia, ella se había enamorado del hombre equivocado. Muchas veces, ella discutía con él para hacerlo entrar en razón, hacerle ver que él hacia cosas que a ella le lastimaban, cosas que, en verdad, le dolían. Pero Brad, siempre reaccionaba mal, buscando siempre un culpable más que una solución, además de creer que ella discutía por cosas sin sentido y hasta un poco ridículas. Muchas veces, se había quedado dormida, deseando poder acariciarlo, amarlo sin miedo, otras veces sus sueños empezaban cuando sus lágrimas por fin dejaban de derramarse. Danielle siempre había soñado con el amor, siempre se juró así misma que no quería interesarse en alguien por el dinero ni la posición social, menos por su apariencia física ella quería encontrar el amor, uno que pudiera ser correspondido, no importaba si ambos tenían que esforzarse y trabajar duro, el amor según ella podría compensarlo. Lamentablemente se había enamorado del hombre equivocado, uno que le provocaba más lágrimas que sonrisas, más dolor que alegría, pero allí estaba esperándolo como siempre para poder dormir, pues, aunque estuvieran enfadados le hacía bien verlo entrar y verlo dormido a su lado. Muy dentro de ella, quería discutir, llamar su atención, que él le explicara porque era tan injusto y parecía no importarle lo que ella sentía. Para ella discutir o llamar su atención significaba que ella deseaba amor, cariño, alguna muestra de afecto, que la amara como ella necesitaba, que cada beso suyo compensara su dolor y sus muchas lágrimas y de aquellos tratos injustos que siempre la habían hecho reaccionar fuerte, a veces simplemente para defenderse de lo que él intentaba imponerle. Se conformaba incluso, con que la tratara bien como si no hubieran discutido; lo cual ocurría por las mismas obvias razones de siempre, no se entendían. No parecían ser el uno para el otro, pero ella lo deseaba, ella quería amarlo y saberse amada, y no había perdido las esperanzas de un día encontrar ese ideal en él, su amado. Uno que al parecer todas las mujeres llevan en el corazón. Pegó un brinquito en cuanto escuchó la puerta abrirse. Fingió estar dormida ya. No tenía intención de iniciar una discusión, después de todo ella sabía cómo terminaría, él se enfadaría, la ignoraría, le echaría la culpa de todo, luego fingiría que estaba dormido. Escuchó como Brad se desajustaba el calzado y se desvestía. Le tomó por sorpresa cuando encendió música a un volumen alto en la estéreo que estaba en la habitación. No pudo contener su enfado, fue algo que realmente le hizo levantarse de la cama, aunque quiso no hacerlo. —¡Brad! ¿Acaso no te enseñaron respeto? Sabes que ya es tarde y quiero dormir. Brad le clavó la mirada con un cierto enfado. —Exageras, son las ocho, no estoy haciendo nada malo, porque no te duermes. Danielle se sentó en la cama y le echó la vista, frunciendo el ceño. —¡Dios Santo! Mañana tengo que trabajar, no puedo dormir con ese volumen. De mala gana le bajó un poco al esterero. Luego le dio la espalda y sacó su computadora portátil. —¡Eres un demente! Lo dijo espontáneamente, como un brote que nació de su alma; así como lo hacen las flores del campo. Brad simplemente la ignoró. —Sabes, ya no soporto está situación, lo mejor será que te vayas, Brad. Rió divertido. —Aquí la única loca es la que estoy oyendo reclamar. Si te quieres ir, vete, y hazlo cuando quieras y te llevas tu ropa, y ese televisor viejo que está en el armario, porque hasta donde sé todo lo que ves aparte de eso es mío. Así que cuando quieras. Ni siquiera se molestó para verla. De prisa tomó los auriculares y se los colocó. Hasta entonces el volumen de la música fue anulado, Danielle se estremecía de la rabia, él tenía razón, todo era suyo menos sus ropas y su televisión. Brad ganaba más que ella, él pagaba los servicios, la comida, y la ayudaba con la universidad, ella ganaba sólo para apoyar con algunas cosas en casa y algunas de uso personal, unas que no podía pedirle a él como toallas sanitarias y cosas de mujeres. —No entiendo porque eres un cretino, ¿tan difícil es comprendernos? Danielle gritaba con todas sus fuerzas, mientras Brad se hacía el desentendido meneando los pies al compás de la supuesta música que oía. Danielle tenía demasiado dolor, tristeza, desilusión, pero sobre todo una necesidad inmensa porque él la escuchara, era como una bomba dentro de su pecho la cual debía sacar antes de que explotara. Con brusquedad le haló los audífonos. —¡Te estoy hablando! Brad le lanzó una mirada envenenada, la cual sólo reflejó odio. Danielle sintió el corazón despedazado al notar esa mirada. —¡Eres un maldito estúpido! Brad se puso de pie de modo amenazante. —Insúltame otra vez, maldita estúpida. Danielle le tuvo miedo, pero su enfado fue mayor. No tenía cómo defenderse de él, ni de ese raro amor, con una simple reacción de demostrarle que no permitiría más tratos injustos lanzó un puñetazo con todas sus fuerzas al pecho. Brad, resistió, pero le devolvió el golpe haciéndola aterrizar en el suelo, donde ella al caer puso mal una mano, la mano topó contra una de las esquinas de la cama, la cual se raspó de un modo tan fuerte que sangró. —Si te atreves a golpearme otra vez ya sabes lo que te pasará. Danielle no soportó más quedarse allí ante él, temía que su deseo la convenciera y fuera ella quien le pidiera perdón como siempre, él lograba hacerla sentir culpable, como si ella tuviera la culpa de que él fuera un tipo tan opuesto a lo que había aparentado. Ella pasó horas en el pequeño patio, llorando sin parar, suplicándole a Dios que le ayudará, ella había buscado amor, sin intereses a nada, pero la suerte le había permitido encontrar a un hombre que no la valoraba, ni estimaba nada de lo que ella sentía por él, pedía al cielo una luz para salir de ese amor enfermizo, porque ella era consciente que la culpable era ella por no defenderse, por no valorarse de ese mal, que para ser sinceros nada de amor tenía.
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