Nina tragó profundo, sintiendo cómo una corriente fría recorría su columna vertebral mientras procesaba lo que acababa de descubrir. Las pequeñas manchas rojizas en el cuello y las orejas de Salomón no podían ser otra cosa que sangre seca, y esa revelación la golpeó como un martillo silencioso contra su pecho. «¿Salomón es un matón? ¿Es en realidad un mafioso como lo dice Soraya?» ―los pensamientos se agitaban en su mente como hojas en una tormenta, creando un torbellino de terror y fascinación que la dejaba sin aliento. Estaba un poco temerosa, pero había algo más, algo que la inquietaba de una manera diferente. La posibilidad de que este hombre imponente, que la tenía desnuda en su jacuzzi privado, fuera capaz de violencia real añadía una dimensión completamente nueva a su percepción d

