Se acercó a Nina con una intensidad renovada y sin dudar comenzó a besarla con una pasión que contenía todas las emociones conflictivas de la mañana. Nina lo recibió con igual fervor, sintiendo cómo sus defensas se desmoronaban completamente. Era inevitable. Ninguna mujer, por más dura o resistente que fuera, podía mantenerse inmune al magnetismo devastador de Salomón Al-Sharif cuando decidía desplegar todo su arsenal de seducción. Y mucho menos Nina, quien tenía esa tendencia fatal de enamorarse rápidamente, de entregarse completamente cuando un hombre le mostraba, aunque fuera una pizca de atención genuina. Con Salomón, que no solo le había dado atención, sino que había arriesgado su orgullo monumental, había creado identidades enteras, había confesado vulnerabilidades que jamás había

