Capítulo 145. Bendiciones ancestrales y encuentros peligrosos-2

1011 Palabras

—Mírate, ya hasta le traes el bolso a tu hijastro-cuñado. Te tienen domesticado —observó con esa crueldad amistosa que había perfeccionado para fastidiar a su mejor amigo. —Cállate —replicó Salomón inmediatamente, aunque no pudo evitar que una sonrisa se dibujara en sus labios, revelando que secretamente disfrutaba de este nuevo rol que había adoptado en su vida. Mientras los adultos intercambiaban sus burlas familiares, Fátima y Emir permanecían de pie a una distancia apropiada, estudiándose mutuamente con esa intensidad característica de los adolescentes que se enfrentan a situaciones sociales complejas. Emir, al reconocer inmediatamente a la niña que lo había acusado injustamente de robo, sintió cómo una mezcla familiar de irritación y resentimiento se acumulaba en su pecho. Pero al

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