—Pero hoy estamos nosotros, no importa, entremos —declaró con aquella certeza inquebrantable de quien jamás ha escuchado un "no" como respuesta definitiva. Su postura, inconscientemente erguida con la arrogancia natural que lo caracterizaba como Salomón, delataba una confianza que resultaba incongruente con su atuendo modesto y su apariencia de trabajador común. Hassan lo siguió con pasos decididos, igualmente acostumbrado a entrar a ese lugar como invitado frecuente del dueño, aunque su expresión más cauta sugería que era más consciente que Salomón de la posible incongruencia de la situación. Sus ojos, alertas tras las gafas postizas, escaneaban el entorno con la precisión de quien está habituado a anticipar problemas. Al aproximarse a la entrada, fueron interceptados por Rash Al-Fayez,

