—Oigan, nos van a meter presos en el cumpleaños del niño —comentó Hassan con tono de falsa preocupación, refiriéndose a las estrictas leyes sobre demostraciones públicas de afecto en los Emiratos.
—Fue uno corto —se defendió Salomón, sorprendido por la naturalidad con que había respondido, como si realmente fuera Ahmed.
Hassan, notando la tensión s£xual creciente entre la pareja y observando cómo se miraban cuando creían que nadie les prestaba atención, divisó una oportunidad para darles algo de privacidad. Al fondo del bar, varias personas se agrupaban alrededor de juegos recreativos: una mesa de billar gastada, una diana para dardos y un pequeño aro de baloncesto donde los clientes intentaban encestar pelotas miniatura para ganar bebidas gratis.
—Vayamos a encestar pelotas —sugirió a
