—Está bien. Pero déjame decirte que... no puedo verte tampoco. Me iré a... Turquía mañana —improvisó, creando una distancia necesaria, un corte limpio que permitiría a su verdadera identidad reclamar lo que le pertenecía. El rostro de Nina se transformó con una expresión de sorpresa dolorosa, con sus ojos abriéndose ampliamente mientras procesaba esta nueva información. —¿Tan lejos? —preguntó, con la voz ligeramente quebrada. —Sí —confirmó él, manteniendo la firmeza en su tono a pesar del nudo que comenzaba a formarse en su garganta. —Mmm, ahora ya entiendo los mensajes de que no querías verme —reflexionó ella, conectando las piezas de un rompecabezas incompleto—. ¿Seguro... se te iba a hacer difícil despedirte de mí, no es así? Salomón sintió el impulso de decir algo cruel, algo que

