«Escuchemos a Salomón interactuar con su nueva novia»―pensó, mirando la escena. Mientras tanto, el enfrentamiento continuaba desarrollándose como una danza peligrosa. Salomón avanzó hacia Nina con pasos medidos, cada movimiento emanando una amenaza velada. Su cuerpo de casi dos metros se cernía sobre ella como una torre de poder. —Estás tentando tu suerte, pobretona —declaró, cada palabra articulada con precisión aristocrática—. Estás tratando con Salomón Al-Sharif. Aquí mando yo. Su voz, normalmente controlada, había descendido a un registro más bajo, casi un gruñido animal. Los ojos verdes que habían supervisado el ascenso de imperios y la caída de enemigos resplandecían con una intensidad depredadora bajo sus espesas cejas oscuras. —Te puedo hacer comer tierra si quiero —continuó,

