—Las proyecciones son sólidas, Takamura-san —respondió automáticamente, llevándose el bocado a la boca. Pero su mente estaba muy lejos de allí. Detrás de aquellos ojos esmeralda, una película completamente distinta se proyectaba: veía las próximas horas, cuando "El León" se transformaría en "Ahmed", aquel hombre de clase baja que había creado para infiltrarse en el mundo de Nina. Se imaginaba caminando por los pasillos desgastados de aquel edificio decadente, y escuchando por las paredes lo que hablaba Nina con su esposo. La anticipación le provocaba un cosquilleo en el estómago, una sensación casi olvidada que ni siquiera sus más arriesgadas operaciones financieras o conquistas femeninas le habían provocado en años. Y luego, tras su encuentro nocturno con Nina, tendría aquel otro asunto

