La cinta sellaría cualquier grito cuando inevitablemente despertara durante los últimos, agonizantes momentos de consciencia antes de que el fuego y el humo reclamaran su vida. Repitió el mismo procedimiento con Maruja, asegurándose de que el material cubriera completamente sus labios, eliminando toda posibilidad de que sus gritos alertaran a vecinos o transeúntes nocturnos. —Temporizador configurado —informó Assa con voz monocorde mientras ajustaba el dispositivo electrónico que iniciaría la secuencia fatal—. Veinte minutos. En aquellos veinte minutos finales, los cuatro hombres revisaron meticulosamente su trabajo, verificando cada detalle con la dedicación de artesanos perfeccionistas. Las vidas de Driztan y Maruja habían sido cronometradas con precisión milimétrica, reducidas a una c

