Sus ojos, ahora marrones gracias a los lentes de contacto, recorrieron disimuladamente la figura de Nina. El pantalón deportivo gris se ajustaba exactamente como había imaginado, resaltando la curva de sus caderas y la firmeza de sus muslos. La blusa, aunque más conservadora de lo que había esperado, complementaba el conjunto con perfecta sencillez. «Me hubiera gustado la blusa… un poco corta» Se quejó mentalmente pero igual le gustó. —¿Cómo... le fue? —preguntó Nina, haciéndose a un lado para invitarlo a entrar, con un gesto natural que parecía nacido de la hospitalidad innata más que de la etiqueta aprendida. Salomón terminó de entrar, cerrando la puerta tras él. El aroma de la comida recién hecha lo envolvió inmediatamente, despertando un hambre que no había anticipado. Bajo su dis

