Por primera vez en catorce años después de su separación con Amira, la madre de su hija, una mujer despertaba en él algo más que mero deseo físico, y precisamente por eso representaba un peligro que no sabía manejar. Acercarse a ella significaría arriesgar que tal vez descubriera su parte mafiosa, la fachada perfecta que había construido, y exponer a Fátima a las consecuencias de sus verdaderas actividades. Por eso prefería la seguridad de la distancia, enviando flores anónimas y observándola desde lejos en el club de lectura los viernes: era la única forma de experimentar ese nuevo sentimiento sin perder el control sobre su cuidadosamente diseñada vida privada. Con sus ojos marrones y mirada misteriosa pero atractiva, Hassan, sentado con elegancia desde aquel balcón, vestido de negr0 y s

