Fue entonces cuando las voces de Nina y Emir, que caminaban por el sendero de mármol hacia la salida, llegaron hasta ella con una claridad sorprendente. —Espero que me llamen, prefiero trabajar aquí que con el idiota de Salomón Al-Sharif —dijo Nina, sin saber que sus palabras viajaban directamente hacia la terraza de Soraya. —Sí, ese hombre te trató muy mal, hermana. Y de paso, nos quitaron ese cheque—respondió Emir, con el fervor protector de un hermano que ha sido testigo del sufrimiento injusto. —Espero que le crezcan granos dentro de su culo —dijo Nina riéndose, encontrando en el humor crudo un pequeño consuelo para su situación desesperada—. El día no está tan mal, de verdad. Por lo menos hay posibilidades. Soraya se quedó completamente inmóvil, con un brazalete de oro a medio qui

