Laura despertó y se encontró que estaba en un hospital, llevaba colocada un catéter en la vena. También podía escuchar los gritos de un hombre desde afuera, que maldecía y preguntaba cómo estaba su mujer. Miro para un lado y pudo ver a su madre y a su hermana sentadas a la orilla de la cama. Y en el momento en que el
recuerdo de la noche anterior la invadió, ella comenzó a gritar de desespero. El dolor físico no había desaparecido, pero el del alma era aún mayor.
Su madre y su hermana Magda se acercaron a ella.
- Querida, cálmate ya todo paso.
- Discúlpame mamá te juro que no lo hice por mal, es solo que el auto no encendió y yo...
- Tranquila, nada de esto ha sido tu culpa.
Laura se aferró a su madre, Doña concepción, quien era una mujer estricta, pero que amaba a sus hijas, y los esfuerzos que había hecho para mantenerlas fuera de la atención masculina era justamente para que cosas como esta no sucedieran y sus hijas se casaran con buenos partidos y vivieran una vida cómoda y segura.
La puerta del cuarto se abrió de repente y su padre entró. Laura se escondió en los brazos de su madre, avergonzada, ella era incapaz de mirar a los ojos a su padre, y luego estaba otro sentimiento más fuerte: el miedo, que antes estaba orientado hacia el respeto que sentía por su padre como figura de autoridad, y que ahora era diferente, era un miedo mayor y más potente. Su padre siempre fue estricto, pero
también era un hombre extremadamente respetuoso, nunca entraba en las habitaciones de sus hijas cuando ellas estaban en pijamas y nunca cerraba la puerta de la habitación mientras estaba solo con ellas. Él decía que así él fuera su padre, continuaba siendo un hombre y con su ejemplo les mostraba cómo debía
portarse un hombre cuando estaba cerca de ellas.
Su padre se sentó en el sillón que se encontraba más cerca de su cama, permaneció en silencio, y Laura agradeció por eso, Don Diógenes sólo tenía lágrimas en sus ojos mientras sostenía con fuerza la mano de su hija. El hombre se sentía culpable por no haberla protegido, y ahora en su momento más vulnerable, él era obligado a entregar a su hija al prometido que ella ni siquiera sabía que tenía.
Él había intentado convencer a Marco de llevarse a su hija a vivir con él, pero el hombre estaba poseído y casi lo agredió, el culpaba a Diógenes por el ataque que Laura había sufrido.
De hecho, cuando fueron despertados en la mañana por un policía que encontró a Laura en la calle, Diógenes pensó que Marco terminaría con el acuerdo que tenían desde que su hija tenía 14 años, sin embargo, eso no sucedió Marco aún la quería…
Tiempo atrás Marco lo salvó de ir a la quiebra, y a cambio pidió la mano de su hija por la ayuda. Y aunque Diógenes intentó negociar y argumentar, conocía la mala fama de aquel hombre, que algunos llamaban toro, y otros le llamaban lobo, porque nada ni nadie lo derrumbaba y quien lo intentaba acababa pisoteado en el suelo.
Como era de esperarse no consiguió hacerle cambiar de opinión, porque el hombre fue inflexible. Así que finalmente el acuerdo fue cerrado y el destino de Laura sellado.
Diógenes debía entregarle a su hija cuando cumpliera los 18 años, y entonces Marco la llevaría al altar. Pero al hombre le preocupaba que Laura era la más petulante de sus hijas y la que lo había enfrentado incluso para cursar la universidad. En aquel momento cuando Marco se enteró, le gritó palabras fuertes a Diógenes por teléfono e incluso amenazó con matarlo, lo bueno fue que luego se calmó y cedió. Para garantizar que la chica no se metiera en problemas, Diógenes envió a alguien a vigilarla en la universidad, pero ese hombre falló en su misión, no solo no pudo evitar que Laura no se metiera en problemas, sino que ni siquiera logró cuidarla. Y era evidente que toda esta situación a Diógenes le causaba mucha tristeza, pues por este error, Laura había sido violada y Marco recibiría a una mujer consideraban deshonrada.
Aunado a esto estaba también los secretos serian revelados y la probabilidad bastante alta de que su hija lo odiara. Laura aún no sabía más su futuro esposo era parte de un grupo de hombres que vivían a la antigua y eso significaba que sus mujeres debían llegar puras al lecho nupcial. Era primitivo machista y anticuado,
pero las cosas funcionaban bien de aquella manera, Marco era un hombre posesivo, tanto que una vez mandó a quebrarle los dedos a un chico que empezó a estar cerca de Laura y luego lo mandó a ahuyentar. Siempre mandaba recomendaciones de que no la dejasen sola ni desprotegida, le pedía a su madre que no la dejase
adquirir gustos osados a la hora de vestir, porque no quería tener problemas cuando ellos se casaran.
Diógenes soltó la mano de su hija cuando ella se quedó dormida, Laura estaba bajo los efectos de medicamento que la tenían calma por los momentos. El hombre aprovecho entonces la situación, necesitaba salir a fuera a conversar con su futuro yerno, pues en caso contrario Marco entraría de forma impulsiva y Laura se enteraría y empezaría a gritar una vez más.
La familia había acordado que su hermana dormiría con ella en el hospital, y cuando la encontrara más tranquila Magda fuese la encargada de contarle la verdad sobre su compromiso y la imposibilidad que había de poder negarse a ese matrimonio.
Marco no renunciaría a la mano de su esposa por nada del mundo, él ya había sido lo suficientemente paciente durante 6 largos años. Él estaba fascinado con Laura, incluso era capaz de recordar la primera vez que la vio, la chica solo tenía 14 años y el ardió de deseos apenas la vio, todo eso sucedió en una recepción de venta de
bueyes, salió de ahí desconcertado, pues él era un hombre de 27 años deseando una joven, casi niña. Marco entró en su cuarto de hotel y se emborrachó, aquello había herido todos sus principios, no era un pedófilo, nunca tocaría una niña, más el deseo permaneció y fue creciendo. Así que hizo la única cosa que era posible, cuidó que ella fuera suya cuando cumpliera la mayoría de edad.
Pero la indomable quiso ir a la universidad, y aunque Marco podía simplemente haberla ido a buscar en aquel momento y haberla hecho de él, pues la chica era su mujer, Marco prefirió dejarla disfrutar un poco de la vida, antes de que fuera obligada a vivir con él. Porque en principio tenían una diferencia notable de edad, y
el hombre sabía perfectamente que la chica tardaría un tiempo en adaptarse a su estilo de vida.
Cuando uno de sus hombres le aviso que Laura había sido atacada sexualmente, la ira lo domino a tal punto que logró romper la habitación entera, antes de tomar el Jet que lo llevaría al hospital donde ella estaba. Tenía que verla, estaba desesperado.
Era evidente que rodarían cabezas de quienes se habían atrevido a tomar por la fuerza aquello que era suyo, y no le importaba ir hasta el mismo infierno tras los responsables.
En el momento que llegó al hospital supo que habían sido dos los atacantes, dos pervertidos... Y no le importaba congelar el infierno, pero haría pagar con su propia vida a aquellos dos hombres osados, pues nadie tocaba lo no que era suyo.