BLAIR La tela áspera me oprime la cara, cubriéndome los ojos, sofocándome con un olor a polvo y sudor que se impregna en mi nariz. No me quejo, no me resisto. Camino en silencio, memorizando cada paso, cada giro. El suelo cambia de textura: de piedra fría a tierra húmeda, después ramas que crujen bajo mis pies. Ya sé dónde estamos. El bosque de Kins Jefferson. Siento la respiración acelerada de alguien a mi izquierda, temblorosa, rota. —Por favor… yo no he hecho nada —gime la voz de una chica, sollozante, cargada de desesperación—. Les juro que no sé por qué estoy aquí. Los murmullos de túnicas arrastrando contra el suelo la rodean, junto con carcajadas contenidas. —¡Suéltenme! —grita un chico, con un tono arrogante, cargado de furia—. Mi padre se va a enterar de esto, ¿oyeron? ¡Él no

