Han pasado un par de meses desde el compromiso, y cada día que pasaba, Samuel sentía un nudo de frustración apretándose en su pecho. Había intentado, con toda la paciencia que no creía poseer, acercarse a Ella. Invitarla a eventos, cenas, paseos privados... todo para conocerla, para encontrar algún resquicio en su fachada controlada. Pero el resultado siempre era el mismo: Ella seguía inmutable. Fijó la fecha de la boda lejana, todavía faltaba un mes, cuando había creído que ella estaría ansiosa por casarse, y aunque él aceptó con aparente calma, por dentro hervía. Cada día de espera era una burla. Para sus planes, este compromiso lento y lleno de límites era como un fracaso en cámara lenta. Esa noche, la había invitado a cenar en su casa. No necesitaba testigos ni juegos, quería avanza

