Samuel se miraba al espejo mientras el sastre hacía los últimos ajustes en su traje. El salón estaba iluminado por una tenue luz cálida, pero eso no ayudaba a que se sintiera más cómodo con la situación. El traje era elegante, un clásico color n***o con un corte moderno, ajustado al cuerpo, pero sin llegar a ser excesivo. La camisa blanca impecable contrastaba con el n***o del saco, y la corbata gris complementaba perfectamente el conjunto. —Le queda perfecto, señor Hill —comentó el sastre mientras daba un paso atrás para evaluar el resultado. Samuel no respondió de inmediato. Giró un poco, observándose desde distintos ángulos en el espejo. El traje cumplía su función: le hacía lucir bien, pero él no se sentía realmente entusiasmado por ello. No era el traje, ni la boda, ni siquie

