La quietud de la noche envolvía el pequeño apartamento de Nina. Estaba profundamente dormida, arropada bajo las mantas. En su sueño, todo parecía tranquilo, como si el mundo finalmente le estuviera dando un respiro. Pero entonces, un golpe seco resonó en la puerta, haciéndola removerse en la cama. Toc, toc. Nina frunció el ceño, girándose hacia el lado opuesto, sin abrir los ojos. La noche era demasiado avanzada para cualquier visita. Probablemente era un ruido en el edificio, algo que podría ignorar. Sin embargo, cuando el golpe volvió a escucharse, esta vez más insistente, su cuerpo reaccionó instintivamente. Se incorporó con torpeza, el cabello alborotado cayendo sobre sus hombros, y miró el reloj en su mesita. 1:47 a.m. Suspiró, preguntándose quién podría estar tocando a esa hora.

