EPISODIO 4

1358 Palabras
*CAMILLE* Mi hermana, con lágrimas de alegría, me abraza, y en ese instante, sé que he tomado la decisión correcta. Con el vestido perfecto y el amor de mi familia, me siento lista para caminar hacia un futuro brillante junto a Louis, sabiendo que nuestra historia apenas comienza. Mientras yo deslizaba mi tarjeta para pagar el vestido de mis sueños, no pude evitar notar a mi hermana, absorta en su celular, como si enviara algo a alguien. Era un día importante y no le di relevancia; Louis y yo habíamos marcado en el calendario la fecha de nuestro compromiso eterno, y la emoción burbujeaba en mi interior como champán en una copa. Mi padre, con una sonrisa que apenas podía contener, estaba encantado con la idea de que Louis se convirtiera en parte de nuestra familia. Siempre había deseado tener un hijo, pero, en cambio, la vida le regaló dos hijas, a quienes amaba con todo su corazón. La vida parecía moverse a la velocidad de la luz, con cada día trayendo nuevos preparativos y decisiones. Mi padre, un hombre de negocios astuto, veía en Louis no solo a un yerno, sino a un sucesor digno de confianza. Louis había demostrado ser más que el amor de mi vida; era un hombre de integridad y ambición, alguien que mi padre sabía que podía manejar el legado familiar con la misma pasión y dedicación que él había invertido. Ahora, mientras me paraba en la tienda, con el suave tejido del vestido entre mis dedos, reflexionaba sobre cómo cada hilo de tela era como un hilo de mi vida, entrelazándose con los de Louis para crear algo hermoso y duradero. La boda no era solo la unión de dos personas, sino la fusión de dos futuros, dos sueños y, en cierto modo, dos imperios. —Amiga, ya viste a tu hermana, ni siquiera te ve, no la entiendo. —Es joven, esto le ha de aburrir. —No se veía así, cuando se tomaba fotos con los vestidos de novia. —Mejor ayúdenme a ver qué arreglo me conviene. El tiempo avanza y aún no me decido. Mi hermana, aunque distraída, era mi roca. A pesar de su aparente desinterés, sabía que cuando llegara el momento, estaría a mi lado, sosteniendo mi ramo y compartiendo mi alegría. La familia es así, a veces impredecible, pero siempre presente cuando más importa. Elegí el mejor vestido, ese que me hizo llorar al verme al espejo. Y así, con cada día que pasaba, Louis y yo nos acercábamos más a ese altar, a esa promesa, a ese futuro. Mi padre nos observaba, su aprobación era evidente en cada consejo que daba, en cada sonrisa que compartía. Louis se estaba convirtiendo en el hijo que nunca tuvo, y yo, estaba a punto de embarcarme en la aventura más grande de mi vida. Con cada decisión, con cada plan, con cada sueño compartido, tejíamos juntos la tela de nuestro mañana. Y en ese entramado de amor, familia y negocios, encontrábamos nuestra propia versión de felicidad. —Mi amor, pronto serás mi esposa. —me dice él mientras conversamos en el jardín de nuestra casa. La brisa suave acaricia nuestras mejillas, y el sol poniente tiñe el cielo de tonos rosados y anaranjados. —Anhelo ese día, donde por fin nos entreguemos. —le digo atrevidamente, mientras él desvía la mirada con una sonrisa tímida, pero llena de amor y promesas. —Desde luego. Te aprecio mucho. —responde, tomando mi mano con delicadeza y mirándome a los ojos, su mirada reflejando la sinceridad y profundidad de sus sentimientos. —Yo te amo mucho, ya quiero tener nuestro nido de amor. —le digo mientras sueño en voz alta con ese hogar donde lo esperaré cada día, imaginando cada rincón lleno de nuestro amor y recuerdos. —Yo también lo deseo, —responde él, su voz suave y cálida como el abrazo de la tarde—. Imaginando nuestras mañanas juntos, despertándonos con el sol y el aroma del café. Pienso en las tardes paseando por nuestro jardín, viendo crecer las flores que plantaremos juntos. Y en las noches, bajo las estrellas, compartiendo nuestros sueños y secretos. —Ya quisiera que mañana fuera nuestra boda. Nos quedamos en silencio un momento, disfrutando de la serenidad del atardecer, sintiendo la conexión profunda que nos une. Este jardín, con sus colores vibrantes y aromas frescos, será el escenario de nuestra vida juntos, testigo de nuestros momentos más felices y de aquellos en los que nos apoyaremos mutuamente en los desafíos. —Muy pronto no habrá distancia entre nosotros. —Construiremos nuestro nido de amor, un lugar donde siempre nos sentiremos seguros y amados, —añado, mi voz llena de esperanza y determinación. —Y cada día será una nueva oportunidad para demostrarnos cuánto nos amamos, —dice él, acercándose y besando suavemente mi frente—. No puedo esperar a compartir mi vida contigo, a construir un futuro juntos. El sol se oculta lentamente, y con él, cualquier duda o temor se disipa. Estamos listos para enfrentar el mundo juntos, para construir una vida llena de amor, comprensión y sueños compartidos. Pronto, muy pronto, nuestro nido de amor será una realidad, un refugio donde siempre encontraremos consuelo en los brazos del otro. —Hermana, lo siento, no sabía que estaban aquí, —exclama mi hermana, su voz rompiendo la serenidad de nuestro momento. Louis rápidamente se aleja de mí, como si su presencia inesperada lo hubiera tomado por sorpresa. Lo veo ponerse nervioso bajo la mirada inquisitiva de mi hermana— Louis, hola, ¿cómo estás? —le pregunta ella, con una mezcla de curiosidad y desconfianza. —Bien, bueno, ya es tarde, es mejor que me vaya, —responde él, esquivando su mirada mientras sus manos buscan algo de tranquilidad en los bolsillos de su chaqueta. Me quedo observando a Louis, esperando ese beso en la frente que siempre me da, pero su incomodidad es evidente. Su partida apresurada deja en el aire una sensación de desconcierto. —¿Por qué me buscabas? —pregunté a mi hermana, intentando desentrañar el motivo de su interrupción. Ella me mira como si estuviera molesta, pero en un instante su expresión cambia a una sonrisa que no alcanza sus ojos. —Solamente quería verte y decirte que ya es tarde para estar afuera, —responde, su voz cargada de una preocupación fraternal que no logra ocultar una pizca de tensión. —Ah, bueno, es mejor que entremos, —le digo, sintiendo una incomodidad que no puedo explicar del todo. Mientras caminamos de regreso a casa, la atmósfera parece densa, cargada de pensamientos no dichos y emociones contenidas. El silencio entre nosotras es pesado, roto solo por el sonido de nuestros pasos en la grava del jardín. Finalmente, me atrevo a hablar. —¿Está todo bien, hermana? —le pregunté, tratando de entender su repentina irrupción y su cambio de actitud. —Sí, todo está bien, —responde, pero su tono no me convence. Nos detenemos un momento y ella evita mi mirada, como si buscara las palabras correctas. —Solo me preocupo por ti, —admite, finalmente, su voz suave y vulnerable—. Quiero asegurarme de que estás feliz y de que él te trata bien. Le doy un apretón en la mano, sintiendo una ola de cariño y comprensión hacia ella. —Lo estoy, —le digo con sinceridad—. Louis es bueno conmigo, y nuestra relación es importante para mí. Pero también aprecio tu preocupación, significa mucho para mí. Ella asiente, su expresión se suaviza. Con un entendimiento renovado entre nosotras, proseguimos nuestro camino hacia la casa, conscientes de que, a pesar de las tensiones y malentendidos, el vínculo que compartimos es fuerte y siempre prevalecerá. Los días antes de la boda no dormía ni comía bien, no sé qué me pasaba, la mayoría decía que eran los nervios, me siento más delgada de lo normal. No quiero estresarme, quiero disfrutar cada minuto de mi boda, ser feliz con el hombre que se ha ganado mi cariño, con cada palabra y cada gesto hacia mí.
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