RICHARD Colgué el teléfono con el administrador del edificio antes de lanzar el maldito aparato al suelo. Nunca había sido yo el que se quedaba atrapado en el ascensor, pero había tenido muchos empleados y socios que sí lo habían estado. Era ridículo que no hubieran arreglado esa maldita cosa de una vez por todas. ¿Y con Camila? Vamos —pensé. Esto es una maldita tortura. —¿Entonces cuáles son esos planes que estás devastado por perderte? —preguntó su voz en la oscuridad. Algo en el tono destacó, e incluso en la penumbra total, mi m*****o cobró vida. Solo la deseo jodidamente —me dije. —No tienes que decírmelo —continuó Camila cuando me quedé callado—. Solo estoy tratando de encontrar alguna forma de pasar el tiempo. Puedo pensar en algunas maneras —me tenté a decir, pero sacu

