XANDER —Te extrañé tanto —susurró Renata, sus labios rozando mi lóbulo. —Yo también te extrañé —le respondí, atrayéndola con más fuerza hacia mis brazos—. No te vayas nunca más. Por favor. Quédate conmigo. Ella me rodeó con fuerza, el aroma de su piel llenando mis sentidos. —Nada más de beber ni de hacer locuras en el escenario. —Nunca más —repetí, aliviado de tener una razón para dejar de ser un idiota. Estaba perdiendo la cabeza, y cuanto más salía de fiesta, más la extrañaba. Pero ahora estaba aquí. No más estar solo... Mis ojos se abrieron lentamente, el pitido del monitor cardíaco sonando como un metrónomo junto a la cama del hospital. Mi cabeza palpitaba al mismo ritmo, y al inhalar el aire rancio de la habitación, me di cuenta de que estaba solo. Fragmentos de Renata seguían

