THIAGO
—No tengo nada que decirte, Estela. —La empujé para pasar y puse las llaves en mi puerta.
—Por favor, Thiago, solo déjame disculparme.
Me detuve. —¿Por qué?
—Por todo —dijo. —La cagué. Lo sé.
La miré por encima del hombro. No llevaba maquillaje. No podía recordar la última vez que la había visto sin él. La hacía parecer vulnerable y cruda.
—Está bien. Te escucharé. —Entré al apartamento, dejando la puerta abierta detrás de mí, y Estela me siguió. Cerró la puerta.
Caminé a la cocina y preparé una taza de café. Mi cabeza daba vueltas por el alcohol. Era la única razón por la que dejaba entrar a Estela.
Me giré para enfrentarla y crucé los brazos sobre el pecho. Ella miró a su alrededor, pareciendo sentirse fuera de lugar.
—Estás aquí para disculparte —le recordé.
Asintió. —H
