FERNANDA Eilan había estado de buen ánimo desde el momento en que nos arrastró la corriente lejos del campamento, pero su determinación empezaba a flaquear. Había intentado mantenerse fuerte por los dos, pero las cosas aún no mejoraban, y eso lo estaba afectando. Extrañamente, yo no estaba tan alterada como al principio. Estaba completamente fuera de mi zona de confort y, si alguna vez estuve en contra del campamento, ahora lo odiaba más que nunca. Aun así, no sentía que estuviera al borde de un ataque de pánico todo el tiempo. Sentía que me había resignado a nuestro destino. Al menos por ahora. No pensaba rendirme ni nada por el estilo —eso sería estúpido—. Teníamos que salir de aquí. Pero había comprendido que había sido terca toda mi vida, luchando contra lo que todos querían de mí o

