4 Energía especial

2147 Palabras
El armado de la piscina estuvo lleno de risas y divertidas peleas, Felipe no quería leer el manual de armado, según él, sabía cómo hacerlo y, después de casi una hora de intentos fallidos, se decidió, por fin, a ver el manual y hacerlo del modo “principiante”, lo que provocó las burlas de todos. Los niños se metieron a la piscina mientras se llenaba y, aunque estaba helada, estaban fascinados, les gustaba mucho el agua. La piscina medía dos metros y medio de largo por dos de ancho y después de almuerzo nos metimos a la piscina mis dos hermanos, mi cuñada, los niños y yo. Yo entré con un poco de recelo, no sabía cómo reaccionaría mi collar en contacto con el agua, Felipe me tranquilizó diciéndome que “él” lo tendría todo controlado. El collar no hizo nada cuando me hundieron en el agua jugando, ni siquiera me salvó de casi ahogarme, aunque poco después me relajé. Jugué con mis sobrinos durante mucho rato. ―Las pasamos a dejar ―ofreció Felipe cerca de las ocho, cuando ya nos íbamos a casa. Los niños estaban cansados y ya empezaban a ponerse mañosos. ―Ya, gracias, porque este Benjamín no se va a querer ir en colectivo ―reclamó mi hermana. ―No, cómo se te ocurre que vas a andar por ahí con el niño ―dijo Teresa―, si vivimos al lado. Pasamos a dejar a Rebeca y nos vamos a la casa, no te preocupes. ―Yo me puedo ir en colectivo ―dije, yo vivía más cerca del centro y ellos se tendrían que desviar bastante de su camino. ―No, si no nos demoramos nada en ir a dejarte ―contestó Teresa de nuevo, Felipe había llevado las cosas de los niños al auto―, además, hoy difícil que encuentres un auto para irte. Si no nos cuesta nada, ¿cierto, Felipe? ―Mi hermano asintió con la cabeza. ―Sí, hija, mejor que te vayan a dejar ellos, con tanto loco suelto hoy día… van a andar muchos pasados de copas y es mejor que te lleve tu hermano. ―Bueno, yo decía porque se van a desviar mucho de su camino, yo vivo para el otro lado. ―No es problema, además, así aprovechamos de echarle bencina al auto en la gasolinera de la esquina de tu casa ―me tranquilizó mi hermano. ―Bueno, gracias. ―Hey, no tienes que dar las gracias, eres mi hermanita y no vamos a dejar que andes por ahí sola, ya es tarde y estamos todos cansados. Me dejaron en la puerta del edificio y esperaron a que entrara para irse. ―Feliz navidad, señorita Méndez ―me saludó el conserje al verme entrar. ―Feliz navidad, Manuel ―saludé de vuelta, aunque estaba cansada, iba feliz. Subí a mi departamento y me acosté enseguida. Mi collar comenzó a brillar y me enseñó el mundo marino que había extrañado la noche anterior, había compartido dormitorio con mi hermana y Benjamín, mi collar no podía brillar allí sin poner de manifiesto la magia que tenía, nada más sentirlo, mis ojos se sintieron cansados. ―Buenas noches, preciosa ―me dijo con voz suave. ―Buenas noches, mi Rey de los Mares ―contesté un poco adormilada. Como si saliera de ese collar mágico, sentí su mano acariciar mi cabello hasta dormirme, no mucho rato después. Me despertó la hermosa canción de las sirenas, podría jurar que aún sentía en mi cabello las manos de Poseidón, no quería levantarme. ―Buenos días, dormilona, debes levantarte, tienes mucho trabajo hoy. ―No quiero ―protesté. ―Arriba, tu trabajo te espera, preciosa, no seas floja. ―Es que se siente muy bien estar así. De golpe la magia se rompió, ya no estaba en medio del mar en mi cuarto, las sirenas dejaron de cantar y mi collar volvió a ser normal. ―No ―rezongué. ―Vamos, preciosa, ¿no quieres ser la vendedora estrella del mes? ―Nunca lo he sido, con tener la cantidad de ventas suficientes para pagar mis cuentas, estoy bien. ―No, en lo que hagas serás la mejor. Yo te ayudaré. A la ducha, niña, si no quieres que me enoje. ―¿Por qué estás tan interesado en que me vaya a trabajar? ―Porque no quiero que dejes tus sueños ni tu vida. ―Ahora mismo me estás obligando a dejar mis sueños. ―gruñí ―¿Tus sueños? Querer seguir durmiendo será. ―Ya, está bien. Me levanté de mala gana y me metí al baño. La ducha tibia me revivió, me sentía renovada. Llegué a mi trabajo después de pasar a comprarme un café capuchino y unos panes para tomar desayuno en el trabajo. ―Feliz Navidad.― Fernando se acercó y me abrazó intentando besarme muy cerca de la boca. Le hice el quite y su beso fue a dar a mi oreja. ―Feliz Navidad. ―¿Cómo lo pasaste? ―me preguntó interesado. ―Bien, normal, con mi familia. ―Qué bueno… Y para el Año Nuevo, ¿qué harás? ―No sé todavía, quizás lo pase con mi familia, ¿por? ―Me preguntaba si querías ir conmigo a algún lugar a celebrar. El casino va a hacer un festejo, pero hay que reservar ya. ―No sé, Fernando, no lo creo. ―¿Por qué? Será divertido. ―No, no quiero, gracias de todas maneras. No confiaba en Fernando y no iría con él ni a la esquina, sabía la clase de hombre que era y no sería yo una más de su lista. ―Feliz Navidad ―Ámbar llegó y nos saludó a ambos―, después quiero hablar contigo, Rebeca, ¿nos vamos a tomar un café? ―Cuando salgamos de la reunión, si quieres vamos. ―Ya, pero de verdad. ―Está bien. Pensé que quería insistir por lo del collar y ese era un tema que no me importaba seguir discutiendo con ella, pero lo dejaría pasar, si la reunión se demoraba podía dejar el café para otro día. Guillermo llegó con una gran sonrisa, parece que a todos les había ido bien en las fiestas. ―Feliz navidad a todos ―saludó sonriendo―. ¿Y los demás? ―No ha llegado nadie más ―contestó Fernando―, solo los puntuales de siempre. ―Bien, hoy no haremos reunión. ―¿Y eso? ―pregunté sorprendida, él jamás nos dejaba sin reunión. ―Es que estoy de buen humor. ―Y no quiere amargarnos el día ―murmuró Ámbar, pero Guillermo la escuchó perfectamente. ―Así es y agradézcanlo ―respondió divertido. ―Gracias ―contestó Ámbar con ironía. ―De nada ―replicó él en la misma forma. ―Entonces, podemos ir al café ahora mismo, Rebeca, si no va a haber reunión, podemos conversar en este rato antes de irnos a trabajar. ―Está bien. ―A mí se me había pasado todo el buen humor que traía. ―No se tarden mucho, que las quiero trabajando lo antes posible. ―Sí, señor ―contestó Ámbar haciendo el gesto de un soldado del ejército. ―No te preocupes, Guillermo, yo debo ver un cliente esta mañana, así que tendré trabajo. ―No supe por qué dije aquello. ―A propósito, excelente el Pack Gold que vendiste el lunes, no me mentiste. ―No tenía por qué hacerlo. ―Me parece bien, Ámbar no me entretengas a Rebeca que la necesito lo antes posible trabajando, si te consigues diez contratos esta semana, serás la vendedora estrella de este mes. ―¿Diez contratos? ¿En lo que queda de semana? ―pregunté incrédula, no podía pedirme eso. ―Todo es posible, nunca has ganado el premio de Vendedor del Mes, ya es hora de que lo vayas haciendo. ―Mi promedio de ventas nunca ha dado para vendedora del mes. ―Haz el esfuerzo ¿sí? ―Está bien ―recordé las palabras de Poseidón, que sería la vendedora estrella y él me ayudaría, tendría que cumplir su palabra―, este mes seré la “Vendedora del Mes” ―accedí sonriendo. ―Gracias. Eres un amor. ―Ya, no me adules, si voy a ver si lo puedo hacer. ―Tú puedes, yo lo sé. ―Bueno, no te preocupes, que hoy llegaré con cinco contratos y los otros cinco mañana, así tendrán tiempo a instalar y que me queden para este mes, si no, el esfuerzo no habrá valido la pena. ―Tienes toda la razón, hoy hasta las siete, no te olvides. ―No me olvido. ¡Ah! Pero entonces necesito más formularios, tengo tres. ―Pero por supuesto. ―Fue presto a la oficina y trajo un libro de contratos, sacó varios y me los dio―. ¿Qué números son? Le dicté los números de folio y nos fuimos con Ámbar al Café del Centro, que era la sede oficial de los negocios y las amistades. ―Ya, dime, te escucho ―solté después que hicimos nuestro pedido. ―Hablé con mi mamá… ―Ya. ―Y le dije que tenía una compañera que tenía el mismo collar. ―Me miró esperando mi reacción. ―¿Ya? ―Quiere conocerte. ―¿Qué? ―pregunté sorprendida. ―Sí, quiere corroborar que el collar que tú tienes es el mismo de ella. ―¿Para qué? ―Porque si es el mismo, tiene algo que decirte. ―No entiendo… ―Yo menos ―dijo al tiempo que venía el guapo mozo a dejarnos nuestros cafés. ―Ámbar, mira, este collar me lo regaló un amigo, ¿de dónde lo sacó? No tengo idea, pero es un obsequio muy importante para mí por lo que significa y no me importa si otra persona tiene uno igual. ―La verdad era que me daba miedo que quisiera quitármelo, aduciendo que a ella se lo había regalado primero o que, en realidad, él anduviera por ahí regalando collares. ―Pero ella dice que es importante. ―¿Para qué? ―No sé, ya te dije, Rebeca, mi mamá no quiere contarme nada de él, dice que lo hará solo si tu collar le da la autorización. ―Mira, yo ahora tengo que ir a ver un cliente, después de las fiestas lo podemos hablar, pero te aseguro que no hay ningún misterio en esto. Sus ojos se tornaron sombríos, estaba frustrada, se le notaba. Yo me sentí un poco culpable, pero el collar no había dado muestras de que debía contarle como lo hizo con Felipe, mi hermano. ―Rebeca, a mí siempre me han gustado las cosas esotéricas, las energías, las lunas, y este collar tiene una “energía especial”, eso es seguro y sé que, sea lo que sea podré entenderlo. Yo sonreí, no tenía nada qué ver con eso. Si supiera que eran seres mitológicos… ―No tengo nada que decirte Ámbar y no sé qué pueda ser eso que quiere hablar tu mamá conmigo, pero la verdad es que tampoco me interesa, yo esperaré a que mi amigo regrese y si me tiene que explicar algo, lo hará en su momento. ―Está bien ―dijo levantándose y dejando un billete en la mesa, estaba notoriamente molesta―, ahí está lo de mi café. Nos vemos mañana. ―Chao ―fue lo único que atiné a decir. Eso fue muy raro. Su mamá quería verme por lo del collar, pero el collar no había hecho ningún amago de hacerse notar con Ámbar y lo que no entendía era por qué, si ella era hija de una ex de Poseidón, ¿por qué no se le mostraba también? ―¿Señorita Méndez? ―me interrumpió un hombre joven al lado de mi mesa. ―Así es. ―Mi nombre es Hernán Biza, usted le hizo un contrato a mi hermano Luis hace un tiempo… yo estaba ahí. Don Luis Biza me había hecho ir muchas veces a su empresa para lograr sacar el dichoso contrato, sonreí, la última vez que fui, Hernán estaba allí y regañó a su hermano por hacerme ir tantas veces. ―Lo recuerdo, claro que sí. ―Iba pasando, me llamó la atención su collar, después me di cuenta de que era usted y, bueno, yo no soy como mi hermano, la empresa que tengo contratada ya me tiene aburrido y necesito contratar una buena empresa de internet y telefonía, mi hermano no ha tenido ningún problema y la única vez que tuvo algo así, lo atendieron enseguida. ―Sí, nuestro servicio post venta es el mejor. ―Por eso ahora que la vi quiero saber qué necesito para contratar un plan de inmediato. Lo miré sonriente. Poseidón definitivamente me estaba ayudando.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR