6 Una noche especial

1933 Palabras
Cerca de las tres de la mañana, después de haber visitado a nuestros vecinos para el tradicional abrazo de año nuevo y de haber conversado mucho rato los tres, nos fuimos a acostar, yo estaba un poco mareada con la champaña y el Cola de Mono, esperaba que mi Poseidón no estuviera molesto por haberlo hecho esperar tanto. ―Feliz año nuevo ―me habló nada más entrar al cuarto. ―Feliz año nuevo para ti también ―contesté alegre―. ¿No estás enojado? ―Por supuesto que no ―respondió―, pero toma un vaso de agua y acuéstate, parece que se te pasó la mano con las copas. ―Estaba muy rico el cola de mono de mi mami. ―¿Qué es eso? ―Un trago típico de fiestas de fin de año con leche, café y aguardiente. ―¿Y con eso te emborrachaste? ―No me emborraché ―protesté con un puchero. ―Claro. ―Rio con suavidad―. Será mejor que te acuestes. Me cambié de ropa y me metí a la cama, me saqué el collar y lo dejé en mi mesita de noche y, como siempre, me insertó en el mundo marino, pero en esa ocasión, con un elemento nuevo: una hermosa cascada. ―¿Cómo te sientes? ―me preguntó mientras las olas parecían llevarme de un lado a otro. ―Mareada ―contesté cerrando los ojos. En el instante la sensación de estar en el mar se detuvo, abrí los ojos, todavía estaba el mundo marino reflejado, pero las olas ya no me movían. ―Gracias ―dije y volví a cerrar los ojos. ―Duerme, preciosa, descansa. ―No quiero dormir ―contesté caprichosa. ―Debes hacerlo, mírate nada más, apenas abres los ojos. ―Sí, pero no quiero dormir. Entonces lo sentí. Su mano acariciando mi cabello y mi rostro, abrí los ojos, no lo podía ver, pero sabía que allí estaba. ―Duerme ―me rogó y me sentí una niña pequeña―. Lo eres, en este momento eres una pequeña niña que quiero cuidar. ―¿Por qué le diste a ella mi collar? ―pregunté lloriqueando. ―No, preciosa, a nadie le he dado tu collar, solo a ti. ―Mentira. ―Lloré, creo que las copas de más estaban haciendo efecto. ―No, preciosa, no llores, no es lo que imaginas. No llores, por favor, que no estoy a tu lado para abrazarte y hacerte entender que no es lo que parece. ―Me voy a dormir mejor ―dije tapándome hasta la cabeza. ―No te enojes conmigo ―me suplicó. Como no me podía enojar por mucho tiempo, me destapé un poco. Me acarició el cabello con suavidad y se me cerraron los ojos. ―Te quiero, pequeña, no lo olvides, por favor. ―Lo sé ―contesté somnolienta. ―Quisiera verte. ―¿No me ves? ―Verte de verdad, no así. ―Falta poco ―contesté intentando convencerme, yo también lo quería ver. ―Claro, solo seis meses ―se burló. ―Claro ―me reí con ganas, habían pasado apenas unos días desde que nos conocimos y me parecían meses, pero no, faltaban muchos meses para volver a verlo. Y me entristecí, pasaba de una emoción a otra en cosa de segundos. ―No te pongas triste, el tiempo pasa rápido ―me consoló. ―Sí, creo que tengo las emociones a flor de piel. ―Has tenido muchas emociones el día de hoy, por eso estás así. ―Sí, así parece ―asentí con tristeza de nuevo. ―No te pongas triste ―me volvió a rogar. ―No, si no estoy triste ―sonreí. ―Mejor cuéntame cómo estuvo tu año nuevo ―me pidió. ―Genial. Mucho mejor de lo que imaginé. Mi papá me dijo que luchara por mi sueño de ser escritora. ―Me alegro mucho, me gustaría leer algo de eso que escribes, por eso nos conocimos. ―Escribo romance, no creo que te guste mucho. ―¿Por qué? ―Por eso, porque es romance y a los hombres no les gusta lo romántico. ―A mí sí. ―¿Te gusta? ―Soy muy romántico, ¿no te habías dado cuenta? Miré a mi alrededor, mi océano particular, las “llamadas”, las caricias en mi cabello hasta dormirme, su “saludo” de Año Nuevo, su forma tan particular de ayudarme… Claro que era romántico. ―Eres muy diferente a como te pintan en las leyendas y en Percy Jackson. ―Bueno, toma en cuenta que las leyendas se han ido distorsionando a través del tiempo y ese libro que lees… Ese libro es para chicos, jóvenes adolescentes en busca de aventuras, es ficción, no es la realidad. Por lo menos, no exactamente. ―¿Como no exactamente? ―No, hay cosas reales, pero deben ir mezcladas con fantasía, sino sería un libro de terror y no de fantasía. ―Bueno, eres romántico, por lo menos conmigo. ―Solo contigo ―aclaró. ―Según las leyendas eres un don Juan de primera. ―No creas todo lo que oyes. ―Casi pude verlo sonreír. No dije nada, prefería creer lo que él me decía, era hermosa esa sensación de estar en medio del mar, sin miedo, con un ser extraño y protector, sentía que podía dormir tranquila y despertar con el maravilloso canto de las sirenas. ―¿Te gusta? ―¿Qué cosa? ―Todo esto que está ocurriendo desde que nos conocimos. ―Es… extraño, pero me gusta, ¿cómo no? ―¿No te asusta? ―Al principio… Pero duró apenas unas horas, o unos minutos, no sé. ―¿Te asusto yo? ―No, bueno, al principio sí, me pareció tan… loco todo, pensé que eras un psicópata que me iba a secuestrar y… ―Sí, lo pude ver en tu mente, de todas maneras, con todo lo que ocurre en esta ciudad, es de temer algo así. ―Así es ―contesté desganada. ―Tienes sueño, ¿por qué no duermes? ―No, no quiero, quiero amanecer y ver cómo es que aparecen sirenas y todo… ―No necesitas amanecerte para saberlo, mañana por la mañana te lo puedo mostrar. ―Voy a estar durmiendo. ―Lo haré cuando despiertes. ―¡No quiero dormir! ―protesté. ―No seas niña. ―¿Y no que era una niña pequeña y todo eso? ―¿Y todo eso? ―preguntó de buen humor. ―Eso que me cuidas y bla, bla, bla… ―¿Ves que eres una niña? ―Ándate si tanto te molesta. ―No me molesta, preciosa ―dijo con ternura―, al contrario, quisiera estar a tu lado para hacerte dormir en mis brazos, decirte que todo está bien y… Se detuvo, no siguió hablando. ―¿Y qué? ―Nada, preciosa, nada. Duerme. ―¿Y qué? ―insistí caprichosa. ―Y nada, duerme. ―No tengo sueño ―contesté con los ojos cerrados, los párpados me pesaban, pero no quería dormir. ―Preciosa… ―No quiero… Ya casi no podía hablar y no sé si fue mi imaginación o qué, pero sentí el peso de su cuerpo en la cama. Me volví, pero no había nadie. Me sentí tonta y frustrada, entonces sentí que me tomaba en sus brazos y me hacía dormir. Y me dormí, porque no me enteré de nada más. Tuve un sueño lindo. Caminaba por la orilla de la playa, iba con un vestido antiguo, de esos que se usaban en el siglo XIX largo y ancho, con una sombrilla, era Antofagasta, pero muy antigua; de hecho, no existía la Costanera, eran caminos de tierra. Pasaba por fuera del Ferrocarril, se parecía mucho a como lucía en la actualidad, aunque se notaba que no había sido remodelado, sino que estaba recién construido. Me detuve en el cruce para que pasara el tren, era de pasajeros que viajaban hasta Bolivia, los trenes solo llevaban carga desde que tenía memoria. Subía por la calle Sucre y llegaba a la Plaza Colón, las casas eran tan distintas, antiguas, bueno, seguían siendo antiguas, pero en mi sueño estaban nuevas, cruzaba la Plaza en diagonal y llegaba hasta la calle Prat, seguía subiendo y a mitad de cuadra, entraba a una casa preciosa, era mi casa. Saludaba a una mujer un poco mayor, en el sueño yo sabía que era mi mamá, aunque nunca la había visto. Subía a mi cuarto y me sentaba frente a un pequeño secreter, sacaba una hoja del cajón y una pluma de encima y comenzaba a escribir una carta. No pude saber qué decía, pero sí sabía que era una carta de amor. ¿Para quién? No lo supe en ese momento. Guardaba la carta en una especie de carpeta en el cajón y me tiré a la cama. Estaba enamorada, pero él no estaba, al parecer, andaba de viaje. De pronto, mi cuarto, ese cuarto, comenzaba a brillar con las mismas imágenes de mi cuarto real, lleno de cosas marinas. Tal parece que ya estaba acostumbrada, porque lo esperaba. Poco después, su voz, dulce y calmada, me hablaba con el mismo amor que lo hacía en mi vida real. ―Mañana nos veremos, ¿irás al muelle? ―Por supuesto ―contesté―. ¿A qué hora debo ir? ―¿A qué hora puedes? ―A la hora que me digas. ―A las tres, ¿puedes? ―Claro. ―La yo del sueño estaba emocionada y ansiosa. ―¿Ves que no era tan difícil esperar estos seis meses? ―Para ti tal vez, a mí se me ha hecho eterno. ―Lo sé, preciosa, pero ya estaremos juntos. ―Sí. ¿Por qué lo haces? ―¿Por qué hago qué? ―¿Por qué... me buscaste, me hablaste, has seguido conmigo desde el principio? ―Porque me gustas, eres sincera, buena y preciosa. Yo me reía, no le creía, él, tan guapo, caballero, dios de los Mares... ¿Cómo podía enamorarse de mí? ―Lo estoy, desde siempre. ―¿Desde siempre? ―Así es. Desde mucho antes de lo que piensas. ―¿Por eso me buscaste? ―Así es. Mañana, cuando te vea, lo explicaré. ―Quiero verte ―confesé en mi sueño. ―Yo también, pero este tiempo era necesario... para ambos. ―Si tú lo dices... No contestó, acariciaba mi cabello haciéndome sentir la mujer más hermosa del planeta. Así desperté, sintiendo suaves caricias en mi cabello, las que me estaba haciendo Poseidón en ese momento. Fue un sueño extraño, casi real. ¿Y si ella era yo en otra vida? ¿Y si sí existía la reencarnación y yo vivía en la misma ciudad en esos años? Me acomodé en el pecho de Poseidón que estaba a mi lado; aunque no lo pudiera ver, lo podía sentir. ―¿Estás bien? ―me preguntó con suavidad. ―Sí, tuve un sueño. Lo reviví en mi mente, sabiendo que él podría verlo sin problema. ―Te veías hermosa con ese traje ―me aduló. ―¿Te gustó? ―Mucho, bueno, te ves hermosa con lo que te pongas. ―¿Te puedo hacer la pregunta que hice en mi sueño? ―Te daré la misma respuesta. ―¿Estás enamorado desde siempre? ―Apenas nos venimos conociendo... Por alguna razón me entristecí, quería creer que él estaba conmigo desde antes de nacer, aunque eso, por supuesto, era una estupidez.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR