-Señor Manuel, soy Natalia Mendez y estoy aquí para interrogarlo. Aún después de diez minutos de discutir con mi jefe sobre quién entraría a interrogarlo, gané yo. Malor no estaba en la condición emocional adecuada para llevar a cabo la labor y aunque yo no estuviese muy bien, estaba más centrada de lo que él estaba. Él me miró y lo detallé, sereno. Sus ojos eran pardos y su cabello color cobre, su piel era blanca pero bronceada por el fuerte sol de la ciudad. Vestía una camisa de color celeste planchada y doblada a la altura de los codos, sus manos se veían limpias y sus zapatos aseados, su rostro era juvenil y no tenía rastro de vello en él. Su cabello estaba bien cortado y peinado en uno de esos cortes modernos y se veía como un hombre joven, sano y carismático. Con un pasado familiar

