Capítulo 3: Amelia

997 Palabras
ACTUALMENTE… Las cosas iban bien, ahora ya no era la chiquilla de diecisiete años, ahora yo era la diosa de una mafia muy bien controlada por una mujer, es decir, yo. Luego de que hubiera matado al destripador y tomara su lugar, algunos de sus hombres no lo aprobaron y se fueron de ahí. No me temían, y claro, era de esperarse, yo era mujer, y menor de edad. Machismo innato. Aunque luego volvieron rogando. Tattos, el hombre que me decía mocosa, se había vuelto mi leal segunda mano. En un principio desconfiaba de él, no sabía si sería quién me cortara la cabeza para hacerse con el negocio, pero no lo hizo, era muy fiel a las normas y me aceptó, recuerdo sus palabras luego de verme con la cabeza del destripador. —Sabía que eras más que una mocosa. Estaré a tu servicio y te ayudaré, tu valentía y frialdad te han convertido en la nueva jefa de esta organización. Y como dije, nos habíamos cambiado de ese horrible y deprimente lugar. Me había hecho de las cuentas, de todos los expedientes, y los había estudiado minuciosamente. Soy inteligente, vivaz; nada se me pasaba desapercibido, y no me temblaba la mano. Solo tenía piedad con quienes se lo merecían, a los demás, me encargaba de enviarlos al infierno de dónde nunca debieron haber salido, y para que claramente se encontraran con el destripador. Porque definitivamente, allí estaba él, retorciéndose en las llamas al ver quién lo había asesinado. En fin, la mansión que había comprado, era lo suficientemente grande para albergar a mi familia, y también a mis hombres, y no me refería a compañeros de cama, sino que aquellos que custodiaban mi castillo. Tengo una reputación temida, ya han pasado seis años y soy aún más despiadada que el destripador. Me llamaban “Diosa” porque yo lo veo y lo sé todo. Nadie hace algún negocio, mata a alguien, sin que yo lo supiera. Tomé las riendas de una organización peligrosa, y nos volví un grupo mafioso, organizado, y por tanto temido. Toda la ciudad estaba bajo mi supervisión, y los clanes enemigos, no intentaban atacarme, yo había mostrado mi poder, y ellos también me temían. Y cómo el mundo mafiosa es tan machista, soy la única mujer al mando. Soy poderosa, algunos dicen que hasta el diablo me teme, y la verdad debe hacerlo. —¿Cómo estás? Llegó la mercancía al puerto, los policías habían llegado primero, pero cuando les dijimos de quién era el cargamento, retrocedieron atemorizados como las ratas que son —dice Derek sonriendo. Nuestros padres habían muerto, mi madre hace tres años y mi padre hace dos. Sus muertes seguidas casi nos devastaron, pero teníamos que ser fuertes, yo tenía que ser fuerte, y así lo hice. —Pequeñas ratas, les hemos dicho millones de veces que el único cargamento que llega a este puerto es el mío, pareciera que aún dudan de mi poder —digo moviendo la cabeza. Yo soy la mujer al mando, Tattos mi manos derecha y Derek mi mano izquierda. La razón, Tattos era sanguinario, Derek se dejaba llevar por sus sentimientos. —Diosa, hemos recibido una llamada. Llegará un nuevo policía a la ciudad, es conocido por atrapar a los peores narcotraficantes, ya sabe porqué lo trajeron —dice Tattos entrando por la puerta de mi oficina, yo asiento. —Bueno, asumo que lo envió el senador Ramírez —digo, él asiente—. Entonces alístate, tattos, hay que hacerle una visita —digo, él asiente y cuando se va a retirar, me mira. —¿Iremos ahora? —pregunta, niego. —Iremos a su casa, por la noche, para tener una conversación más privada, quiero que lleves a los chicos, de seguro debe estar siendo custodiado por la policía, y no los quiero ahí, que ellos se encarguen, tú, Derek y Ryan, entraremos —digo, él asiente y sale de mi oficina. —Cree que te atrapará —dice Derek sentándose frente a mí, en aquellos sillones de cuero que tanto me habían costado. —Pues, tendrá que seguir soñando, cada vez soy más fuerte, y si tengo que tallar su nombre en una bala, lo haré —digo, él asiente. —Somos gemelos, pero somos tan distintos —dice, ruedo los ojos. —No empieces… —advierto, él levanta las manos. —Hay alguien que quiero que conozcas —dice, yo levanto una ceja. —¿Una mujer? —Si, ella no es cualquier mujer —dice, yo asiento, me echo hacia atrás en mi asiento y lo miro con atención. Desde lo que había pasado con nuestros ex novios, ninguno de los dos había tenido otra relación, y la verdad es que nuestro estilo de vida no lo permitía. —¿Desde cuándo la estás viendo? —pregunto, él se encoge de hombros. —El tiempo suficiente como para saber que estoy enamorado —dice. Suspiro, claro que sí. —Si no fuera así, no estarías aquí —digo, él asiente. —Quiero que la conozcas. —¿Ella sabe lo que haces? —Por supuesto, ella es del barrio, tú la conoces —dice. Muevo la cabeza de forma pensativa. —¿De hace cuánto la conoces, Derek? —insisto, él suspira, pero responde. —Hace un año y medio. Bueno bastante tiempo. —Que bien te lo tenías escondido —digo, él sonríe. —No podía arriesgarme —dice. —Bueno, sabes que leo perfectamente a las personas, y es por eso que he descubierto a todos los perros que se han intentado colar en mi organización. Veremos a tu novia —digo. Derek pone los ojos en blanco. —Ella no es ninguna espía —defiende. —Veremos, hermanito, veremos —dicho esto me levanto y pongo una mano en su hombro apretándolo suavemente—. Si resulta una espía, la mataré con mis propias manos —digo, él asiente. —Eso lo sé.
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