Al mirar a Luca a la mañana siguiente Leonard no pudo evitar acercarse a su hermano menor, lo tomó del rostro y lo analizó mirando las puntadas que tenía. Leonard se había quedado en su departamento y Luca había regresado a la mansión Greco pero aquella mañana había corrido a ver a su hermano mayor para comenzar a planear la fogosa noche que tendrían al día siguiente.
—¿Qué demonios te pasó en la cabeza Luca?
Miró a los guardaespaldas con furia.
—Ayer el chofer aceleró demasiado de golpe mientras intentaba librar a una niña que se atravesó en la carretera—Explicó entrando al lujoso departamento. Leonard no se sintió muy convencido con aquella respuesta.
—Eres un idiota. ¿No tenías el cinturón?
—Había bebido, no pensé que fuera necesario.
—Ahora que tienes la cabeza partida como una jodida alcancía sabes que es importante—Soltó su hermano caminando sin camisa hasta la barra del desayuno. Llenó un vaso de jugo de naranja y se lo tendió—De los errores se aprende para jamás caer de nuevo ante ellos.
Luca estaba un poco desubicado, después de despedirse de aquella enfermera de mala gana no había dejado de pensar en ella. Tenía modos cálidos y parecía ser una mujer tierna de aspecto adorable y virginal. Quiso contárselo a Leonard, pero pensó que su hermano mayor tenía otras cosas en la cabeza como para poder darle un consejo apropiado.
—Lucían llegará de Florencia mañana temprano.
Leonard maldijo entre dientes. No quería celebrar su cumpleaños, no se sentía de humor.
—Tiene asuntos importantes allí, le llamare, no quiero festejar mi cumpleaños—Leonard buscó su teléfono caminando a uno de los sofás mientras Luca soltaba varias maldiciones en dirección a Antonella.
—¿Alguna vez no lo hemos hecho? —Cuestionó armándose de valor para encararlo—Dime en qué fecha no hemos festejado una fecha tan importante. Por amor a dios Leonard, se que algo te pasa, últimamente incluso desde antes de llegar aquí pareces distante. Mira lo que pasó con Fiore ayer.
—¿Qué pasó con Fiore? —Espetó sintiéndose atacado.
—No me hagas decir algo que ya sabes.
Leonard lanzó el teléfono al mullido sofá de piel oscura.
—La mujer no me agrado. No me sentí atraído por ella y además era una virgen—Reiteró con enfado, pero realmente lo que estaba intentando era persuadir a su hermano—No me gustan las vírgenes, soy libre de follarme a quien se me da la gana y desechar a quien no me agrada.
—El Leonard que conozco no se hubiera detenido porque era virgen—Replicó Luca acercándose a él—No digas que no te pareció atractiva porque de no haber visto ese brillo de excitación en tus ojos cuando la miraste bailar no te la hubiera obsequiado. ¡No me mientas, exijo saber qué mierda está ocurriendo con mi hermano! Cada día pareces apagarte más, te has encerrado entre estas paredes, primero en la residencia en la Toscana y ahora aquí. Lucían está preocupado, yo también lo estoy.
—Pues tanto tú como Lucían metanse en sus malditos asuntos.
Sus palabras le dolieron a Luca quien miró a su hermano con sorpresa. Un agobiado Leonard bajo la mirada apenado al constatarse sobre lo que había dicho en un arranque de ira. Suspiró formulando las palabras adecuadas para una disculpa correcta pero su hermano se adelantó.
—Esa zorra ni siquiera muerta deja de joderte la puta vida—Siseó—Si pudiera ir a su tumba, sacarla de allí y pegarle una ráfaga de tiros lo haría, pero eso no la asesinaría de nuevo. Lo único que me queda para intentar respaldar un poco tu conducta es que ella no se ha alejado de su mente.
—Dime como se olvida a la mujer a la que se ama en un par de semanas.
—No puede olvidarse tan fácil, pero a las mujeres buenas no a una malnacida como ella. Te engaño, engaño a Lucían, nos engañó a todos, aunque lo mío no puede considerarse un engaño. Yo cometí un error y lo lamento, te diré que lo lamento tantas veces hasta que la saliva desaparezca de mi boca, pero también te repetiré que hacerte daño de esta manera por ella no valdrá la pena.
Leonard desvió la mirada. Necesitaba tiempo y deseaba estar solo.
—No me exijas algo que no puedo hacer ahora. La olvidaré, pero en su momento, no puedo decir que la recuerdo por cosas lindas si no por todo lo contrario y esa herida me quema el alma. Ahora tanto tu como Lucían concéntrense en sus cosas, él tiene que casarse con Leisel y tu consíguete a una de esas mujeres que tanto te encanta y ten sexo con ellas hasta que tu cuerpo no de más—Se quedó callado por unos segundos—Lasciami in pace, posso aggiustarlo. (A mi déjame solo, yo puedo arreglarlo)
El menor de los italianos negó con la cabeza.
—Daño—Exclamó—Es lo único que te harás encerrándote aquí.
—Pues entonces si ya lo sabes déjame hacer lo que deseo.
—Estas loco. Has perdido la cabeza. Estás frustrado—Susurró casi para sí mismo, agotado por la actitud de Leonard. Miró su saco en la barra y se acercó a tomarlo, no iba a quedarse más tiempo, esta conversación le había dado dolor de cabeza—Nuestro hermano llegara mañana, festejaremos tu cumpleaños y la pasaremos bien porque es un día importante. Si te niegas a ir juro que vendremos ambos y te sacaremos a como dé lugar, recuerda que Lucían es conocido por muchas cosas menos por tener paciencia y por no actuar agresivo cuando se le reta.
Leonard lo miró marcharse y cerrar las puertas de un portazo. El italiano se dejó caer sobre el sofá aturdido, moral y sentimentalmente desecho. No comprendía qué era lo que había pasado, como su mente podía traicionarlo de esta manera. No deseaba pensar en ella, quería arrancarla de sus pensamientos, pero… ¿Cómo hacerlo cuando también sus recuerdos le impedían involucrarse con otra mujer? Leonard negó con la cabeza, todo era un fracaso, lanzó el teléfono con furia al suelo rompiendo la pantalla en segundos.
—Maldita seas Antonella, maldita seas.
En Palermo Fiore miraba atentamente sus prendas. No tenía ganas de bailar, tampoco de practicar con el tubo. ¿De qué le servía todo aquello cuando había fallado en su primer intento estando con un hombre? Solo habían pasado unas cuantas horas y el nivel de daño que le habían hecho las demás mujeres con sus malos comentarios era fenomenal.
Era fuerte, no lloraba con facilidad, pero de alguna manera se sentía humillada. Nicoletta se había mofado de ella cuando se enteró que Leonard Salerno la había dejado sola en la V.I.P. Con un semblante amargo la había ignorado pero el daño que le había hecho con sus malos comentarios seguía marcado en su pecho.
Vittorio estaba molesto. Se sentía decepcionado y a la vez preocupado porque la oportunidad magistral se había marchado. Leonard no había caído ante Fiore, aunque debió esperarlo, las cosas habían sido fáciles, muy fáciles como para librarla de los Kuznet de una manera tan sencilla.
—La estrella de Palermo se convirtió en la vergüenza de Palermo—dijo Nicoletta desde la puerta mirando a Fiore en el suelo observando sus pies desnudos y su silueta en el enorme espejo. La chica levantó la mirada encontrándose con otra cargada de veneno y ganas de humillarla—Si me hubieran dado a ese hombre juró que no le hubiera permitido salir de la cama. ¿Vieron lo sensual que era?
—Ya saben lo que dicen, dios suele darles las mejores pruebas a sus peores soldados ¿O no iba así? —Las mujeres rieron ante la equivocación de su compañera, pero fue un insulto directo al ego de la pobre Fiore.
—Por lo menos yo falle, pero ustedes siquiera fueron consideradas para terminar en su cama.
Nicoletta se acercó a ella con sus largos tacones hasta sujetarla del brazo para ayudarla a levantarse.
—Claro, no fuimos seleccionadas porque siempre has tenido el maldito protagonismo. Agatha siempre ha vivido discutiendo que Vittorio siempre tiene consideraciones contigo cuando a otras nos envían a la miseria. Claramente no mereces ninguno de los lujos que tienes—Atacó la mujer apretando fuertemente sus uñas contra el brazo de Fiorella.
La chica se armó de valor para responder.
—Cada lujo que según tú dices que tengo me lo he ganado con el sudor de mi frente. Puede que no haya podido complacer a un hombre en V.I.P, pero los complazco con el mejor de los afrodisíacos, dicen que los hombres añoran más a lo que no pueden tener y es por ello que cada maldita noche llenó el bar con ojos ansiosos por mirarme bailar, eso lo hago perfectamente y no hay nadie que me tenga comparación ¿Sabes por qué? Porque cada día bailó hasta que mis piernas duelen, hasta que mi cuerpo no puede más y es por ello que nada puede comparar a la experiencia. Debería sentirme apenada y lo hago, pero no por las mismas razones que tú, en cuanto los hombres están contigo nunca vuelven a solicitarte, eso debería dar más vergüenza.
—Di lo que quieras, nada compensa tu vergüenza y la que le has hecho pasar a este bar.
—Lo corregiré en algún momento.
—Suerte con ello, dudo que Leonard Salerno vuelva a tocarte llevándose tal decepción.
—No me ha tocado porque ha descubierto que soy virgen—Soltó Fiore—No soy como tú, posiblemente mi destino no es perder la virginidad en sábanas manchadas por otras mujeres. Nadie lo sabe, solo el destino.
Se liberó de aquel agarre arañando un poco su piel, pero no permitió que le vieran débil.
—Prepárate Fiore porque estoy segura que terminaras en la cama de un Kuznet y morirás bajo el arma de uno también—No respondió, no deseaba aquello, no deseaba morir de la misma forma que su madre. Mientras caminaba por los estrechos y rojos pasillos hacia su habitación tropezó con un hombre. Lo reconoció de inmediato.
—Nada comparado con lo que se mira de noche—Soltó el hombre al mirarla con su ropa holgada—¿O no es así Fiore?
—No siempre estoy trabajando.
—Se nota.
Antes de que pudieran seguir con la conversación Vittorio salió de la oficina. Miraba unos papeles por lo que la presencia de Fiore no fue notada.
—Lucían Salerno acaba de hablarme por teléfono, los tres estarán presentes mañana. Cenaran en la parte superior y luego bajaran al Paradiso, planea que se festeje al máximo el cumpleaños de su hermano menor. No tengo esperanza luego de lo que ocurrió anoche, es bueno que hayas venido a comunicármelo para preparar todo. Mañana el Paradiso estará reservado toda la noche…
Al escuchar aquello Fiore miró a Andrea un poco consternada.
—¿Los Salerno regresan mañana?
Vittorio se percató de su presencia.
—Vete a la habitación Fiore.
—No—Replicó—Si regresan permíteme bailar una vez más, juró hacer mi mejor esfuerzo, te aseguro que esta vez no voy a fallar Vittorio. Solo quiero una oportunidad más.
Inmediatamente el hombre negó, no iba a permitir que algo como lo que ocurrió la noche anterior pasará de nuevo, suficiente tenía con soportar las quejas de Agatha quien le repetía que había cometido un error y que había manchado el honor de su Paradiso.
—No voy a cometer el mismo error dos veces, que quede claro.
—Por favor Vittorio, no me hagas esto.
—¿Y qué hay de lo que me hiciste a mí? —La chica bajó la cabeza apenada y Andrea no pudo hacer más que mirarla con tristeza, la conocía, sabía que era una buena chica y que a pesar de haber crecido en ese lugar no era una prostituta como las demás.
—Lo siento,
—No, no digas que lo sientes de nuevo, nada cambiara. Lucían Salerno no es un hombre con quien jugar, si se siente decepcionado no dudará en darte un tiro. Además, él mantiene este bar con todo el dinero que sus hermanos también le ayudan a ganar. No pienso arriesgarme de nuevo por ti.
—No sabemos qué acontecimientos pasaron en la casa Salerno, pero he escuchado que Leonard no se encuentra bien. Luca no parecía culpar a la chica, te aseguro que sea por lo que haya sido no fue culpa de ella—Miró a Fiore—No debes preocuparte.