Capítulo 2: Ya no estás en la cima

1783 Kata
**Isa Los nervios del primer día nunca habían sido algo para mí. Incluso cuando se trataba de mis primeros días de escuela cada año, de mis primeras citas o de comenzar nuevos trabajos, no era una persona nerviosa. En cambio, fue más emocionante para mí que cualquier otra cosa. Ya no era director de operaciones de mi aplicación de inversiones, pero tendría la oportunidad de probar una nueva área de negocio que siempre me había interesado. Como director de marketing de esta nueva empresa, SoulMode International, al final conseguiría poner en práctica mi Maestría en Marketing. Estaba emocionado de comenzar en un lugar tan prestigioso como SoulMode International Clothing. Sabía que no tenía que crear algo con mis propias manos para sentirme exitoso, así que si bien fue difícil dejar una empresa en la que había estado cooperando durante más de cuatro años, fue reconfortante poder empezar de nuevo. Confianza. Mi madre siempre me había dicho que así era como las mujeres de negocios debían desenvolverse en el trabajo y en la vida. Al menos así fue como logró divorciarse de mi padre. Ella era una maestra en tomar decisiones y mantenerse firme hasta el final. La admiraba por eso y aspiraba a ser como ella en ese sentido. Fue esa confianza férrea la que me guió a través de las presentaciones y la orientación, al iniciar sesión y sonreír para obtener mi placa, y a recorrer y... todo lo demás. Después de cuatro horas interminables, al final me dejaron en mi oficina para terminar mi papeleo de admisión. Una vez que puse los puntos en cada «i» y crucé cada «t», mi firma distintiva y definitiva, golpeé la grapadora con la mano, esperando terminar el fajo de una vez por todas. Nada. Golpeé de nuevo, sabiendo muy bien ahora que de seguro estaba haciendo un escándalo. Pero estaba decidido a mostrarle a esta cosa quién mandaba. Justo cuando levanté la mano para darle un golpe final a la grapadora, una pequeña cabellera oscura y bien cuidada apareció de repente en mi oficina. —EM. Loveless, parece que esa grapadora está... dándote algunos problemas —dijo el hombre. Lo reconocí por mi presentación matutina, pero no había manera de que me hubiera memorizado el nombre de nadie en ese momento. Me reí secamente. —Sí, bueno, no podía dejar que ganara el primer día. Tienes que hacer valer tu dominio desde el principio. Él sonrió con ojos brillantes y arrugados. —No tengo argumentos al respecto —dijo—. Pero puedo mostrarte dónde están los suministros de oficina adicionales. Estoy seguro de que sería agotador luchar contra esa cosa todo el día. ¿Ya almorzaste? Bueno, parecía amigable. Revolví los papeles sueltos en mi escritorio y eché un vistazo a las pestañas y a los correos electrónicos sin abrir que ya había recibido. El día pasaba volando. Ya era más de la 1:00. —Ahora que lo mencionas, podría repostar —respondí con una sonrisa. —Entonces te guiaré, ya que estoy seguro de que aún no has memorizado el diseño del edificio —dijo. Estaba en lo cierto. SoulMode estaba ubicado en un edificio de diez pisos, utilizando cinco de los pisos intermedios como sede. Sí recordé que había una panadería y una tienda de sándwiches gourmet en el primer piso. Asentí y me levanté de mi silla. —Por cierto, mi nombre es Jonas. Jonas Grady. No estaba seguro de si me recordarías entre las otras treinta personas que conociste esta mañana —se rio entre dientes mientras salíamos por el pasillo. —Jonas, me aseguraré de recordar tu nombre la próxima vez —dije—. Eres el... —Especialista en marketing de contenidos —finalizó por mí—. Es probable que nos veamos mucho, así que siéntete cómodo conmigo y avísame si hay algo que pueda hacer para ayudarte a que tu transición sea más fácil. —Seguro, gracias. Te lo agradecería —respondí cortésmente. No estaba seguro de cuál era su ángulo todavía. En todo caso, mi madre me enseñó que todo el mundo tiene un ángulo, en especial en el mundo de los negocios. Pero por ahora le daría a Jonas el beneficio de la duda. En el ascensor, de camino al primer piso, Jonas me habló de su puesto, manteniendo la conversación mayoritariamente profesional. Mencionó algo sobre el plato favorito de su novia en el menú cuando llegamos a la elegante tienda de sándwiches, pero eso fue lo más personal que pudo. Por suerte, Jonas no me hizo muchas preguntas sobre mí. Todavía estaba navegando por las aguas aquí en mi primer día y aún no sabía con quién quería (y no quería) tener una relación personal. —Oh, lo compraré —insistió Jonas, sacando su tarjeta de su billetera cuando la camarera trajo la cuenta a la mesa—. Considérelo como un regalo de bienvenida. Asentí en agradecimiento y esperé a que pagara, cruzando las manos hábilmente frente a mí y tratando de no parecer tan incómodo como me sentí de repente. Otro de los adagios de mi madre advertía sobre no deberle nada a un hombre. Cualquier hombre. —Te llevaré a la oficina de almacenamiento en el camino de regreso y te dejaré volver al trabajo —dijo Jonas, presionando el botón del ascensor—. De todos modos, necesito conseguir más clips. —Gracias.— Mi teléfono vibró en mi bolsillo y lo saqué para encontrar un mensaje de texto de Erin preguntándome cómo había ido mi primer día. Ella era una amiga muy considerada. Busqué el emoji del brazo fuerte en el mar de emoticones. La puerta del ascensor sonó. Vi borrosamente dos cuerpos vestidos con trajes que salían corriendo, arremolinándose con el aroma de bergamota y ámbar. Parecía familiar. De repente, mi estómago se hundió con un flashback de dos noches antes. Mi noche trascendental en la azotea del bar desvió mi atención de mi teléfono. Pero no había nadie allí excepto Jonas y yo. Ni siquiera recordaba haber notado la fragancia de ese chico esa noche, pero debe haberse quedado grabado en mí sin darse cuenta para que el olor de un extraño me hiciera enojar de esa manera. De repente, mi mente se llenó de recuerdos de sus labios sobre los míos, sus manos ansiosas y seguras sobre mis pechos. Un aleteo se agitó en mi vientre... —¿Vas a entrar? —preguntó Jonas, bloqueando el cierre de las puertas del ascensor. Sacudí la cabeza y entré al ascensor. Este no era el lugar ni el momento para tener ese tipo de pensamientos. Pero lo peor era pensar que mis posibilidades de volver a encontrarlo eran muy escasas. Tampoco sabía cómo encontrarlo, considerando que nunca compartimos nombres. A pesar de su lindo y peculiaridad, tal vez no tenía deseos de volver a verme. Tal vez para él solo fue una conexión en la azotea medio borracha. Quizás eso fue todo lo que fue para mí... La realidad me golpeó con una bolsa de ladrillos cuando regresé a mi escritorio y encontré una pila de papeles de diez pulgadas con una nota adhesiva azul encima que decía: —El director ejecutivo espera que usted se haya familiarizado con estas tendencias de ventas para nuestra reunión. —El miércoles. En todo caso, esta nueva posición fue un recordatorio de que ya no estaba en la cima. Tendría que luchar para ganarme el respeto de los superiores, tal como había hecho que otros se ganaran el respeto de mí en Coral Investments. *** —Entonces, ¿qué opinas del jefe? —Rosie me preguntó en la sala de descanso. Ella era una asistente y quería acercarse a mí tan de inmediato como el siempre presente Jonas. Apreté el botón del café y la máquina se despertó con un zumbido. —En realidad, todavía no lo he conocido —dije—. El director ejecutivo parece estar muy ocupado. Era extraño para mí haber estado allí durante tres días y ni siquiera haber visto a Callan Arison. Escuché su nombre a menudo y recibí un par de correos electrónicos breves de él, pero no sabía mucho sobre él aparte de lo que había escuchado de mis amigos que lo seguían en los tabloides y las r************* . Aunque estaba más interesado en formarme mis propias impresiones, Maggie me había asegurado que Callan Arison era uno de los solteros más codiciados de Seattle, con un valor de miles de millones de dólares, y se decía que, además, era bastante atractivo. Por desgracia, basándose únicamente en los chismes de la oficina, sus buenas cualidades parecían terminar ahí. —Debes prepararte con anticipación —continuó Rosie, vertiendo cuatro paquetes de Splenda en su taza de café—. No quiero hablar mal del jefe ni nada parecido, pero es muy duro. Nadie lo hace feliz. Miré a Jonas, que asentía vigorosamente con la cabeza. —Es cierto. Hemos pasado por algo así como cuatro directores de marketing en menos de seis meses. Al parecer, es muy difícil complacer al señor Arison en el ámbito del marketing. Carraspeé en silencio. Eso no me asustó en absoluto. —Aunque.. —susurró Rosie, inclinándose cerca de mí —escuché que, dado que las últimas personas en tu posición eran mujeres, las despidió después de acostarse con ellas. Entrecerré los ojos con incredulidad. —Seguramente no. Jonas se encogió de hombros. —Obviamente, eso es sólo un rumor. Ella no está diciendo que ese sea el caso real. —Pero el señor Arison es de verdad un hueso duro de roer —dijo Rosie, recostándose en el mostrador y hablando con más normalidad—. Es tan frío con todos nosotros que la mayoría de nosotros tenemos miedo de mirarlo a los ojos. Apuesto a que la mitad del personal ni siquiera podría decirte cómo es porque tienen demasiado miedo para mirarlo y enojarlo. Sus correos electrónicos eran bastante breves y directos, pero pensé que era solo una combinación de tacto, gestión del tiempo y comunicación clara. Tomé mi taza de café llena y tomé un sorbo del líquido n***o, luego hice una mueca ante el amargor y agregué más azúcar. Azúcar de verdad. Yo era un goloso en el fondo. —Supongo que tendré que decidir por mí mismo qué tipo de persona es cuando el Señor CEO al final me muestre su cara —dije encogiéndome de hombros. Una garganta se aclaró detrás de mí. —Quizás le gustaría ahorrarse las especulaciones y volver al trabajo, señorita nueva. Me di vuelta, sorprendida. Luego, otra explosión de shock me golpeó cuando vi el rostro de este nuevo orador. Fue él. Chico de la azotea.
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