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Belleza peligrosa

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Blurb

«Ni las armas se hicieron para los hombres, ni la lujuria para la mujer».

Las mejores agentes del FBI encuentran huellas que la mafia Punishment of snack deja a su paso por cuatro continentes. Con la inteligencia suficiente para manejar un imperio de la droga, el tráfico humano y la clandestinidad, Viper consigue convertirse en la mujer más respetada de las mafias mundiales y la más letal de las organizaciones. Con el mundo bajo sus pies, ordena las ventas humanas y maneja un exitoso resort al sur de Miami, sobre el cual oculta los cadáveres y la sangre demarrada.

«La belleza se creó para lucirse, y la inteligencia la perfecciona».

Las persecuciones que Madison, la jefa del departamento de investigaciones del FBI, coloca tras ella, la obliga a cambiar sus planes y reclutar un señuelo. Con un jefe en cada continente, bajo órdenes estrictas de distracción y aniquilación inmediata, Viper consigue problemas al aumentar la sangre y las cacerías. Con una hija que la desprecia, un esposo que no la satisface sexualmente, un amante violento y un imperio que manejar, Viper pierde la pizca de paciencia que el diablo le concedió.

Ocho mujeres se alzarán en armas para defender sus ideales. Algunas lucharán con la placa colgando de su cuello, otras con armas grabadas y tatuajes originales, pero elevando su poderío femenino. El amor propio, la ambición, la codicia y la lujuria jugarán un papel importante en una historia llena de sangre, cadáveres, excitación y muchísima violencia.

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Preludio
La mujer de labios tan rojos como la sangre que salpicaba la alfombra, llevaba un corsé de tirantes ajustado al cuerpo. Sacudió el látigo con ímpetu frente a sus ojos, provocando a su amante. Las finas correas de cuero que se ceñían a sus curvas, provocaban una notoria erección en el cuerpo de su Strup (veneno en esloveno). Ella se contoneó frente a él, bajó seductoramente la mano entre sus pechos y tocó con lujuria su húmeda v****a, con los contornos y su clítoris hinchado. El hombre amordazado frente a ella elevó sus dedos del suelo y socavó un sonido gutural al no poder tocarla como quería, penetrarla hasta que gimiera su nombre, ni tirar fuerte de su cabello, tal como a ella le encantaba. A medida que Viper (víbora) sentía el orgasmo crecer en su interior, él se removía ansioso en la silla, como un perro deseoso de un hueso. Las ajustadas sogas que ella envolvió en su pecho, brazos y piernas, le impedían llegar a ella. A Viper le encantaba tocarse frente a él. Su fetiche personal era llegar al orgasmo mientras él la observaba, con su masculinidad erecta y goteante. Ella aumentó la velocidad de sus dedos. Tiró su cabeza hacia atrás, cuando sus pezones se endurecieron aún más y el orgasmo estalló. La lujuria corrió por sus piernas descubiertas y una sonrisa de satisfacción apareció en sus gruesos y seductores labios. Estaba pisando el puto infierno con Strup. Cada vez que conseguía un orgasmo frente a él, la palabra muerte taladraba su cerebro. Viper sentía la ansiedad de acabar con una vida cada vez que Strup la tiraba contra la cama y se ceñía sobre sus curvas. La necesidad de cercenar una vida la encendía por dentro y la excitaba al punto de gritar el nombre de su poderoso amante. Cada vez que entraban a esa habitación, la elegancia y el porte se lanzaban por la ventana. Entre ellos nada era amoroso, tierno o romántico. Ese no era el estilo de Viper y su amado Strup. Viper extrajo los dedos de su interior, se acercó al hombre en la silla y los frotó en sus labios. Con los ojos cerrados y los músculos apretados, el lamió sus dedos como el mejor de los manjares. Strup era su perro hambriento, su sumiso, el que la lamería entera si ella se lo pedía. La lujuria en los ojos de Strup, la erección que comenzaba a doler y esos gruesos labios que Viper amaba morder, eclosionaron al unísono. Ella frotó sus muslos mojados sobre sus suyos, en un leve sube y baja. Él le suplicó con la mirada que lo soltara, pero ella solo rio. Le emocionaba saber que con un toque de sus manos, Strup explotaría ante ella. —¿Vill du ha det här? —Viper le preguntó en sueco si quería eso, haciendo énfasis en su depilada entrepierna. Él asintió de inmediato, como un maldito perro callejero al que le ofrecían un puto hueso—. Todavía no, mi Strup. No es tiempo para que acabes en mi interior. Ella bajó de sus piernas, sacudió su perfecto trasero y dio media vuelta. Se balanceó por la amplia habitación. Su delgado y pintado dedo recorrió los cintos, las mordazas, las cadenas y las esposas con las que su amante la ataba a la cama. Viper amaba el poder, sentirse superior, tal como la persona en la silla. En la cama, en los negocios y en su matrimonio, ella siempre tenía el poder de decir no o gemir sí. —Vamos a jugar, min älskare. «Mi amante» era el apodo más cariñoso que Viper tenía con su Strup. Entre los mejores para sus encuentros sadomasoquistas, destacaba animal, perro, sumiso entre otros adjetivos calificativos. El sudor de la necesidad por poseerla salpicaba su cabeza rapada, sus gruesos brazos y los marcados pectorales. Viper elevó su látigo de cuero. Los ojos de Strup se cerraron ante la intromisión de su amante. Strup sintió el frío látigo azorar su pecho, sus brazos y la mejilla derecha. Viper se excitaba cuando él sangraba, cuando le suplicaba que lo soltara para azotarla con su virilidad y hacerla morder las sábanas con sus dolorosas embestidas. Ella mordió su labio inferior cuando el látigo rozó la punta del endurecido pene. —¿Quieres que este ahí? —inquirió con una sonrisa traviesa—. ¿Quieres montarme como a un živali (animal) salvaje? ¿Quieres que me enloquezca con tus caricias y tiemble cuando lleguemos al orgasmo? Él asintió ante cada una de sus preguntas. Ella sentía su pecho llenarse de orgullo, al tener a un hombre como él a su merced y disposición. Un asesino, un sádico como Strup, era el mayor de sus placeres, el delirio de su v****a y la única persona que la mojaba con solo morder la cima de su oído. Ella lo manejaba a su antojo, lo seducía, lo excitaba, más no le permitía tocarla hasta que ella lo decidiera. Ella era la puta ama de esa habitación y de ese hombre que no dejaba de endurecerse. Viper masajeó la goteante punta de su pene y observó cómo el líquido pre seminal llenaba su látigo. Sabiendo que él amaba eso, ella lamió el látigo de esa forma seductora que a él lo enloquecía. Strup de inmediato pensó que esa era su hembra, su mujer, la única que hacía con él lo que le diera la puta gana y lo seguiría haciendo hasta que el esposo de Viper le disparara entre los ojos. Él sabía que esa aventura no duraría más tiempo; el maldito esposo sospechaba de su increíble infidelidad. Dejando de lado esos malditos pensamientos, se enfocó en el seductor cuerpo de su älskare. El cabello rubio atado, las tiras del liguero entre sus muslos y apretando su trasero, los cimas erectas y trazadas con más cuero oscuro, le brindaban una vista apetecible y excitante al animal atado en la silla. Viper amaba hacerlo su sumiso, su dependiente s****l. Él accedía a todo lo que ella quisiera, desde amordazarlo, atarlo, colgarlo de cadenas e incluso encadenarlo a la cama y ser quien lo cabalgara. Strup era fiel a ella, en todos los aspectos. Era quien la cuidaba, la protegía con su vida y la cogía hasta que perdía el conocimiento sobre las sábanas mojadas. Se veían dos veces por semana, pero las ansias animales y primitivas los hacían cometer locuras en el auto, reuniones de negocios o la oficina de Viper. Los orgasmos, la humedad, los endurecidos pezones de Viper sobre su pecho desnudo y que gimiera su nombre una y otra vez, era compensación suficiente para arriesgar su vida. —¿Är du redo för mig, min kärlek? —preguntó si estaba listo para ella. Strup se removió como un animal ante el ataque de un depredador. Ella lanzó el látigo al suelo, cuando después de varios juegos más lo desató. Las muñecas de Strup ardían después de ajustarlas tan fuerte, pero eso no le impidió apoderarse de la pequeña cintura de Viper y elevarla sobre sus hombros. Ella lanzó su cabeza adelante cuando la boca de Strup se cernió sobre su húmeda v****a y azotó su interior. Ella gimió más fuerte que la última vez, apretó la cabeza de su hombre y separó los muslos para que su lengua llegase aún más lejos de lo que podía. La sensación experimentada le provocaba dolor, cuando él sorbió su clítoris con fuerza y raspó su humedad con su áspera lengua. Viper prefería quemarse mil veces en el infierno con Strup, que caminar por el brillante camino al cielo con su jodido esposo. Cuando la lengua de ese hombre se cernía sobre ella, no existía poder humano que le impidiera llegar al puto orgasmo una y otra vez. Ella apretó su estómago, tiró de sus ligas y le suplicó que no parara hasta que llegara al clímax. Él apretó el firme trasero de Viper y cerró sus ojos, a medida que los jugos de su amante entraban en su boca y mojaban sus mejillas. Ella gritó su nombre cuando el segundo orgasmo la rompió por dentro. Él limpió toda su humedad con la lengua, quitó las piernas de su amante de los hombros y lanzó con fuerza su cuerpo contra la cama. Lo siguiente no sería rosa, no sería tierno, no sería un acto de amor matrimonial ni la consumación de un noviazgo. Era sexo rudo y salvaje. El cuerpo de Viper aterrizó de espaldas en la cama. Ella lo había domado, lo había cortado y usado. Era el momento de él, de poseerla como su erección lo pedía. Ella abrió sus piernas, pero los gruesos muslos de él las separaron aún más. El cuerpo de Strup era tres o cuatro veces más grueso que el de ella. Era un hombre fornido, con los ojos oscuros y la piel clara. Era el animal que Viper liberaba dos veces por semana y le permitía hacer lo que quisiera con ella. Viper se entregaba totalmente a su amante, en cuerpo, mente, alma, corazón y sus putos orgasmos. Las muñecas de Viper encajaban perfectamente en una mano de Strup. Él las elevó y azotó su pezón derecho con la boca. Ella cerró los ojos y gimió, cuando la otra mano penetraba su v****a. Él quería que lo deseara tanto o más de lo que él la deseó cuando jugó con su necesidad. Mordió, lamió y enrojeció el pezón derecho, antes de saltar al izquierdo. Viper no sabía qué parte de su cuerpo se sentía más deliciosa, si la boca en sus pezones, los gruesos dedos en su interior o su grueso pene en su v****a. Strup extrajo sus dedos antes de que Viper se corriera de nuevo. Usó esos mismos dedos para trazar la cintura de su diosa y ascender hasta su cuello. Aplastó la cabeza de su amante al colchón y enroscó los dedos en la blancuzca piel de la mujer. Viper exhaló un quejido de placer, cuando Strup condujo el pene a su húmeda v****a. Cuando la punta entró a la cavidad, apretó con fuerza el cuello de la mujer, lo suficiente para hacerle saber que era el puto dueño de su interior. En sus juegos masoquistas, la fuerza, el ímpetu y la entereza se veían a prueba. Los tatuajes que adornaban la piel de Strup, lo volvían aún más poderoso. Cuando entró completamente, Viper sentía que su garganta se trancaba. La fuerza que Strup ejercía sobre ella le privaba el oxígeno. Así como el fetiche de ella era amarrarlo a cuanta cosa conseguía, el de él era coger y ahorcar al mismo tiempo. A medida que las embestidas tocaban fondo, ella sentía que no respiraba. Por un momento creyó que la mataría, pero en el fondo sabía que él solo quería probar quién era más fuerte de ambos y quién llevaba la jodida correa en la mano derecha. De los gruesos y pecaminosos labios de Viper brotó el nombre de Strup entre quejidos guturales. Su gruesa erección se impulsó con mayor ímpetu, cuando las manos de Viper se cernieron sobre sus antebrazos. Él la presionó solo unos segundos más, antes de soltarla y aplastar sus labios contra los suyos. El sabor del labial de Viper entró a su boca, justo cuando la lengua de él tocó para que ella le permitiera entrar. Viper se relajó y gimió varias veces en su boca, mientras la mano libre de Strup tocó su v****a para obtener más pronto un pecaminoso orgasmo. Se besaron con hambre, con necesidad, como dos malditos amantes que aprovechaban cada segundo que estaban juntos, escondidos en un lugar especial que solo ellos conocían. Strup insertó una mano bajo la espalda de Viper y la alzó. Ella enroscó sus piernas en la espalda y se alzó a medida que las embestidas se tornaban más rítmicas. Ella mordió los labios de Strup hasta hacerlo sangrar. Él palmeó el trasero de Viper hasta enrojecerlo, al igual que la piel de su cintura y sus labios. Ambas personas se miraron a los ojos. La frente salpicada de sudor de Strup, el pecho abombado de Viper, las manos de ella en el cuello de él, las de él en el trasero de ella. Eran los perfectos amantes, las balas perfectas de sus armas. Cuando las rosas sangraran, la pólvora dejara de encenderse con el fuego, las balas no mataran y la sangre no tiñera sus chequeras, los demonios los dejarían separarse. Mientras eso no sucediera, cada gemido era un te amo profesado con todas sus fuerzas. La piel de ambos se sentía resbalosa, la pequeña coleta de Viper se soltó y el cabello cayó sobre sus hombros. Strup sonrió ante la imagen de su diosa del sexo. Era la mujer más hermosa que tuvo la dicha de conocer. Viper era una mujer imponente, una diosa, alguien que todos veían y nadie tenía permitido tocar. Si el esposo de Viper se enteraba que alguien la veía de forma deseable, le sacaba los ojos y se los metía por el culo. Ella era la señora, la matriarca de la mafia, la mujer más buscada por el FBI. Cuando Viper sentía que las embestidas la harían alcanzar el orgasmo, empujó con fuerza el cuerpo de Strup y lo sacó de su interior. Él se tambaleó un poco. Ella sonrió y le dio la espalda. Ella miró la pared de piedra, colocó sus palmas sobre ella y bajó la cabeza. Alzó su trasero lo suficiente para que Strup la mordiera. El hombre se clavó de nuevo en su interior. Apretó el estómago de Viper con el brazo derecho, mientras su mano izquierda bajaba hasta la v****a. Ella gimió en la oreja y la mordió. Se movieron al compás, al unísono, como dos engranajes engrasados. Ella aferró sus manos a la pared, alzó aún más su trasero y sintió cada embestida en su interior. Strup apretó la cintura de la mujer, sudor corriendo por su pecho desnudo, su mandíbula apretada y sus muslos tensándose ante la construcción del clímax que ella quería. Maldijeron, mordieron sus labios y Strup besó la columna de Viper, antes de obtener su gratificante orgasmo. Él salió aun goteando de su interior y retiró los brazos de Viper de la pared. La mujer estaba cansada de luchar, podía verlo en su mirada, aun cuando Viper nunca lo admitiría. Era una mujer que ejercía presión sobre otros, manejaba toneladas de dinero, bebía vino en la misma copa sangrienta de su esposo y tenía su firma en uno de los imperios cosméticos más grandes del país. Aceptar que estaba cansada, no entraba en el perfil que el FBI tenía pegado a su pared. Strup recostó su espalda sobre la cama y la atrajo a su pecho. Viper exhalaba los últimos sollozos, cuando reposó su cuerpo sobre el de Strup. Se sentía bien tenerlo solo para ella, con sus tatuajes de serpientes y la cicatriz sobre su ceja derecha. La calidez de su pecho era igual de delicioso que bañarse en la sangre de su enemigo. El sexo y la muerte eran las debilidades de Viper. Y si ambos llegaban al mismo tiempo, el orgasmo sería multidimensional, estratosférico, casi idílico. —Moja kráľovná —musitó Strup en eslovaco que Viper era su reina—. Moja bohyňa. ¿Cuándo dejaremos de escondernos para estar juntos? Esto es una puta tortura. No sé cuánto tiempo soportaré antes de clavar mi cuchillo en la garganta de tu marido. Es mi jefe, pero no es tu dueño. Viper quitó su rostro del sudado pecho de Strup y lamió sus labios. Ella sabía lo que significaba que su Mučiteľ (torturador en croata) se enterara de lo que hacía con Strup en esa habitación. Viper no tenía miedo de morir o ser arrastrada por unas cadenas en la calle, pero sí temía no poder estar con él. Ella era una mujer que fingía ser fuerte ante las situaciones del corazón, pero Strup era su maldito talón de Aquiles. —¿Zabiješ pre mňa? —le preguntó en eslovaco si mataría por ella. —Jedna a tisíckrát, moja Viper —respondió que una y mil veces. Ella se sentó sobre los muslos de Strup y se removió. En pocos segundos Strup estuvo listo para lo siguiente, pero siendo Viper la que de nuevo manejaba el momento, recogió el látigo y lo azotó en el pecho de Strup. Él frunció el ceño y apretó las caderas de la mujer. Ella trazó el pecho de su amante con la punta del látigo, con azotes en sus costillas. Le fascinaba su esplendor, con las serpientes retorciéndose en sus brazos. —Vi måste döda honom. —Viper le respondió que tendrían que matar a su esposo—. Si él sigue con vida, esto continuará hasta que alguno de los dos muera. Tenemos que matarlo o no podremos estar juntos. Strup apretó con fuerza ambos lados de la cabeza de Viper y clavó un violento beso en sus labios. A Strup le molestaba que ella hablara del futuro como algo distante, algo que no controlaban. Strup controlaba desde las balas en su pistola, hasta las horas en su reloj. Todo estaba controlado, así que el maldito de Mučiteľ no lo cambiaría. Viper era suya, así como todo él era de ella. Desde la primera pestaña hasta la última uña del pie, ella era suya, entera y completamente. Su endurecido pene se clavó de nuevo dentro de su v****a. Él la mantuvo estática, para que sintiera como su pene se hinchaba y punzaba dentro de su cuerpo. Viper azotó la costilla de Strup con su látigo, antes de él arrojarla sobre la cama y penetrarla hasta que el placer fue más grande que los guardaespaldas en la puerta, la seguridad en el edificio y el arma de Mučiteľ en su garganta. Viper era malditamente suya. Él la reclamó y la protegió cuando nadie más lo hizo. Cuando el sudor nuevo se secó sobre el viejo, él quitó el cabello de la frente de su mujer y besó delicadamente sus labios. Ella emitió una leve sonrisa. Por instantes como esos, valía la pena una lluvia de balas o un cuchillo en el corazón. —Milujem ťa. Milujem ťa s rovnakou silou ako jed z hada. —Viper le aseguró que lo amaba con la misma fuerza que el veneno de una serpiente. —Milujem ťa, kým nôž nevyčistí moju hruď a rozdrví ma. —Strup, sin quedarse atrás, pronunció que la amaría hasta que el cuchillo se clavara en su pecho y lo aniquilara—. Eres todo lo que me importa, Viper. Viper se negaba a tener sentimientos por otra persona que no fuera su hija, pero Strup le removía el puto corazón. Viper conocía los peligros de tener un amante en un mundo de drogas y armas. Ella conocía el final de esa relación, sin embargo, cuando miraba los ojos de Strup y frotaba sus labios con el pulgar, todo pensamiento de muerte se alejaba. Viper nunca dejaría de amar a su Strup. —Eres el veneno de mi víbora, min älskare —articuló sobre sus labios. El corazón se Strup se abombó y sus manos se apretaron en la cintura de la mujer. Cuando él elevó la pierna derecha sobre sus muslos, los guardaespaldas en la puerta principal tocaron cuatro veces, señal de que algo iba mal. Ambos se levantaron de la cama, recogieron su ropa, rociaron perfume en sus cuerpos y se despidieron hasta un próximo encuentro s****l. Uno de los guardaespaldas envió un oscuro mensaje con la dirección de su ama. El otro lo miró y negó, siendo el primero que tocó la puerta para advertirles que algo malo sucedería en minutos. Los amantes eran vigilados por una mano igual de poderosa que Viper; una mano con un anillo de oro. Los guardaespaldas intercambiaron miradas y se avergonzaron de aceptar dinero a cambio de información. Strup dejó un devorador beso en los labios de Viper y rozó la tersa nariz de la mujer. La extrañaría tanto o más de lo que extrañaba cortar una garganta. Strup cerró los ojos y se acercó de nuevo a los labios de su amante. Viper apretó la oreja de su Strup y se dejó llevar por un beso menos lujurioso y más romántico. Cuando la puerta sonó nuevamente, ella se separó. Strup apretó sus puños ante la ira de dejarla ir, pero antes de que Viper tocara la puerta, Strup tiró de su brazo. —Medio año —aseguró con la fija mirada en los redondos ojos de su amada Viper—. Eso vivirá tu Mučiteľ antes de morir bajo mi cuchillo.

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