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182 días con el Mafioso

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Helena Lacroix asiste a una fiesta exclusiva en busca de nuevos patrocinadores para una ONG cuando es secuestrada y vendida a Samael Di Mateo, un apuesto y poderoso mafioso con una mirada despiadada y fría. Éste le ofrece un trato de 182 días para enamorarse de él, de lo contrario la dejaría ir. El detalle de hacer tratos con el diablo es que nunca sabes cuál es el truco hasta que él venga por ti.

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Prólogo
Samael Dimateo —¿Escuchaste? — preguntó mi padre sacándome de mi ensimismo. Asentí con mi cabeza regresando mi atención a su rostro. Su semblante cambió a dudas y remordimientos. —Sé que te cuesta adaptarte. Ya no eres un niño — hizo una seña a la mesera —. De hecho, lo dejaste de ser hace mucho. La presencia de mi padre siempre destacaba por ser imponente, a priori no parecía el hombre despiadado y ambicioso que era, su rostro lo tildaba de un ser amable y tranquilo, pero yo sabía que de amable sólo tenía el nombre, y de tranquilo, bueno, si tenemos como referencia una catarata, entonces tal vez se pueda considerar uno. Sin embargo, nadie protegía a los suyos más que él. —He oído que cierto paquete sin dueño llegará a finales de este mes —respondí yo. Mis ojos rápidamente se hundieron en la falda de la mesera que llegaba junto a nosotros. —¿Mi señor? —Un café n***o. Sin azúcar —respondió mi padre —Y para él… —Lo mismo — la observé profundamente a sus ojos, eras claros y sumisos —, pero con azúcar. —¿Cuántos cubos de azúcar va a querer, mi señor? — apuntaba todo con su lápiz, sus manos eran pequeñas y delicadas. —Cualquiera que te viera podría pensar que eres una persona dulce — continué embozando una sonrisa —, lo dejaré a tu criterio. Le guiñé un ojo y esta me correspondió con una sonrisa. —Enseguida vuelvo con sus pedidos — se despidió ella rápidamente. Mi atención la tenía esas medias negras que traía puestas. Cuando volteo de nuevo, mi padre me observaba con prejuicio. Movió su rostro en señal de negación. Algo le incomodaba, pero a mí no me importaba. — ¿Qué? —pregunté riéndome sabiendo la respuesta. —En este negocio siempre hay que cuidarnos las espaldas —tomó un periódico y empezó a ojearlo —. La diferencia entre vivir o acabar bajo tierra cabe en las cosas que le das atención. Estaba claro a dónde iba con todo lo que comentaba, pero no lo detuve. Aunque sabía que tarde o temprano todo esto me iba a pertenecer, no me hacía la idea de que él no estuviera. Nunca lo hice de hecho, siempre estaba allí siendo él. Incluso después de lo de mi madre. —La debilidad de todo hombre radica en tres cosas fundamentales — continuó sin dejar de quitarle la mirada al periódico — vicios, familia… — me observó de reojo — y mujeres. —Te faltó el dinero. Quise ser gracioso aunque no logré sacar una sonrisa. Me gustaba hacerlo reír, una característica de él es que suele ser muy cascarrabias y desde que mi madre ya no está, ciertamente una luz en su vida se apagó. Ya no lo veía sonreír, ya no lo veía feliz. Solamente trabajaba. —Todo esto será tuyo, hijo mío. Recuérdalo porque cuando yo no esté... —Tú serás eterno —Lo interrumpí —. No digas más. —Samael… Cambié mi actitud, no iba a permitir que eso pasara. Podía ser un irresponsable que le importaba poco el negocio familiar y prefería estar entre las piernas de una mujer, pero era mi padre y eso es lo que importaba. La mesera llegó con nuestros pedidos, el ambiente era un poco lúgubre y anticlimático, sin embargo, no tardé en cambiarlo cuando probé mi café. Estaba al punto que me gustaba. —Tiene buen sabor — le dije a ella —, espero que tú también. El sonido minúsculo de un vidrio rompiéndose me interrumpió. De pronto, como un rayo que te sorprende sin más, los gritos de la mesera inundaron el lugar señalando hacia mi padre, cuando lo observé, un agujero se había hecho en el periódico. Colocó sus manos en su cuello, segundos pasaron cuando cayó al suelo inundando el piso con su sangre. Rápidamente me levanté para socorrerlo. Intenté hacer presión con mis manos junto a la suya, pero la sangre no paraba de salir, había tocado una arteria. Sus ojos me veían con miedo, yo sabía que no era el de morir, sino el de dejar a su hijo. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, todavía me sentía en shock, actuaba desesperado, pero de una manera automática, como si algo me impulsara sin entender lo que acababa de pasar. Segundos pasaron cuando escuché un segundo vidrio romperse. Empecé a sentir algo caliente recorrer mi espalda, no comprendía lo que era, pensaba que era el sudor, pero el impulso de la adrenalina no me hizo percatarme de ello. La somnolencia atacó mi mente. Una bala había entrado por mi espalda. —¡Samael! — escuché entre gritos Una mano tocó mi hombre, cuando voltee, el mundo se hizo oscuro y caí al suelo sintiendo la humedad de la sangre en el piso. (…) No sé cuánto tiempo pasó cuando empecé a ver luces brillantes pasar en frente de mí, sentía que me movía con rapidez y el olor a analgésicos me inundó el olfato. Lo último que recuerdo fue el rostro de una mujer que intentaba salvarme mientras escuchaba las voces como ecos en mi cabeza hasta desvanecerme por completo. . . . . . ¡No olvides seguirme en Twitter! @jhbelmonte Loviu hardcore

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