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Dulce Rachell

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Blurb

Ser una bailarina exótica nunca ha sido tan fácil como parece... ¿O sí?

Su vida de un giro inesperado tras los chantajes de su ex pareja, y padre de su hijo. Llevándola a elegir nuevos caminos en su vida. Amores inesperados, y decisiones que determinaran el curso de su vida.

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Hola
que agradecí. Rebusqué en mi bolso hasta dar con una de las pequeñas tarjeticas, se la entregué. — ¿Qué hay de esta noche? — Preguntó. — Estoy libre. — ¿Crees que pueda tener esa sección hoy? Asentí en respuesta. —Mándame tu dirección y yo iré a la hora que me pidas. — ¿Por qué no vienes conmigo? «No te conozco.» —Esas no son las reglas — Le informé. Asintió. —Te la enviaré, espero verte allá. Me vi al espejo después de darme los últimos retoques de mi maquillaje. Más bien me admiraba, mis ojos son de un azul muy oscuro que de vez en cuando lucen grises, mis ojos eran grandes, pero no de manera exagerada, mis pestañas son largas y claras (Pero las oscurecía con la máscara de pestañas oscura) mi nariz es fina, mis labios delicados con un rosadito natural impregnados en ellos, mi cabello rubio y largo que cae como una cascada sobre mi espalda. A veces digo: «Nací para esto.» Hombres que me decían con pocas palabras: «Eres perfecta.» Y pagaban un poco más por algo más de lo que estaba destinada a ofrecerles. ¿Qué me hace una de las mejores Strippers de Los Ángeles-California? Simple, existe la regla de que, las strippers solo bailan, a mi parecer esa regla es algo vana. Dentro del bar y la agencia, soy solo una bonita chica stripper que cobra por bailes exóticos privados, fuera del bar y la agencia, tengo mi negocio aparte: Stripper, trabajadora s****l y acompañante. Me vi al espejo después de darme los últimos retoques de mi maquillaje. Más bien me admiraba, mis ojos son de un azul muy oscuro que de vez en cuando lucen grises, mis ojos eran grandes, pero no de manera exagerada, mis pestañas son largas y claras (Pero las oscurecía con la máscara de pestañas oscura) mi nariz es fina, mis labios delicados con un rosadito natural impregnados en ellos, mi cabello rubio y largo que cae como una cascada sobre mi espalda. A diferencia que en la agencia, solo cobro cierta tarifa pero, fuera de la agencia cobro lo que me parezca. Mayormente soy más buscada como Stripper pero esos clientes, la mayoría de las veces pagan por servicios extras. Eso me hace una de las strippers más contratadas. Llevaba puesta lencería, una vez estuve lista salí del camerino compartido. Lleve mi vista a mi espacio, él tubo donde suelo bailar estaba vacío, esperando por mí. — Vamos Rachell, es hora de que subas — Escuché a Carl hablar a mis espaldas. «Carl es el manager, mi jefe.» Sus manos masajearon delicadamente mis hombros — Es tu momento. Y tenía razón, podía hacer lo que fuese pero, en el tubo me destacaba y lucia más. Podría decir que, aquel año en clases de baile exótico sí que aprendí mucho, tanto que opacaba a las demás. — Vamos preciosas, lúcete — Sus palabras, de cierto modo, me animaban. Continué mi paso hacia el pequeño escenario que tenía aquel tubo de metan en el centro. Como siempre hacia, bloqueaba todo a todos en mi alrededor, dejando entrar la melodiosa música a mi cuerpo, danzando sensualmente alrededor del tubo y, subiendo eróticamente en este, llegando hasta la sima, utilizando solo mis piernas para deslizarme hacia abajo por este, dando vueltas en el tubo de manera sensual, llagando hasta el suelo pero, ahí no terminaba mi acto, apenas empezaba. Después de un tiempo escuché todo, silbidos, voces, gritos y, todo eso dirigido hacia mi persona, no podía negar que, sentía ese aire de satisfacción recorrer mi cuerpo. Mediante mi baile, regalaba miradas, expresiones y uno que otro beso en el aire, llamando más la atención. Me alejé del tubo, bailando libremente, moviendo mis caderas de manera sutil, tocando mi cintura de manera posesiva y un tanto agresiva, como a ellos les gustaba. Mordiendo mi labio inferior y la punta de mi dedo índice. Después de unos minutos más de baile libre, regresé al tubo para hacer mi último acto. Hábilmente subí hasta arriba, bajando lentamente, moviéndome a su alrededor de manera explícita, alborotando las hormonas de esos hambrientos hombres, llegué al suelo haciendo el famoso «Split». Una vez termine, hice mi reverencia de despedida. Mi acto solo duraba treinta minutos, pero al bajar de aquel pequeño escenario siempre había clientes en la sección privada. Fui directo al camerino, necesitaba tomar un respiro e hidratarme. Destapé la botella. —Eso estuvo, sinceramente, increíble. —Gracias Carl, es lo que hago. —Estoy consciente, tienes clientes en la sala uno y dos — Me avisó — Y recuerda, si las cosas se ponen feas toca el botón rojo y sal corriendo. Asentí en respuesta. El botón rojo simplemente alertaba si alguien se propasaba e intentaba hacerte daño, el salir corriendo te salvaba un tres por ciento, el otro noventa y siete por ciento lo hacían los guardias pero, siempre digo «¿Y si no puedes alcanzar el botón rojo a tiempo o salir corriendo?» Mi opción seria, golpearlo donde más le duela y, gritar como loca. Abandoné el camerino y me dirigí a las salas privadas, siempre lo hacía por orden numérico. En el uno estaba el tipo de hombre que siempre estaba en la sección privada, viejo, panzón, mal aliento «No me he acercado pero apuesto un mil a que es así. Siempre lo es.» — Ya te esperaba dulzura. Le mostré una sonrisa sutil. Lo bueno de esto es que solo dura cinco minutos. Pasé detrás de él, tocando sus hombros y su cuello, caminando a su alrededor, meneando de un lado a otro mis caderas muy cerca de él. Y solo hice eso hasta que pasaron los cinco minutos. Inmediatamente termine con él, me despedí y pasé a la sala dos. Debo admitir que este si me dejo un poco sorprendida, no era otro viejo o panzón como me lo esperaba, era todo lo contrario, cabello n***o, no podía distinguir muy bien el color de sus ojos debido a la poca luz que había pero, de que es guapo, es guapo. —Hola — Le saludé, a lo que el correspondió con una sonrisa. Con toda la pasión que sentía toqué su cuerpo de manera sutil, su cuello, su cabello, acariciando sus mejillas lentamente. Bailando al compás de la suave melodía, pasando sobre sus piernas, moviendo mis caderas tan cerca de él como me fue posible, sus manos me rozaron pero, inmediatamente lo detuve. Una de las reglas primordiales era: «No tocar.» —No debes tocarme — Le susurré al oído sin detenerme. Aunque en lo más profundo de mí quería dejarlo hacerlo, no podía. — ¿Qué tengo que hacer para una sección en privado en mi casa? —Tendrías que contactarme a parte, de manera privada. — ¿Cómo te contacto? La única manera de contactarme era por mensaje directo o llamada y, no tenía mis tarjetas conmigo en estos momentos. De salir ahora, cuando aún los cinco minutos no culminan, el guardia de la entrada no me dejaría entrar nuevamente, porque hacer eso significaría que hubo una falta. —Mi horario finaliza a las nueve y media, te veo en la parte de atrás y ahí hablamos — Le indiqué viendo que los cinco minutos ya habían culminado. —Ahí te espero — Confirmó. Asentí antes de salir de la sala privada. (…) Después de que terminara mi hora laboral en el bar, llegué a la oficina de Carl, con media sonrisa me entrego el sobre blanco que contenía mi paga. — Gracias Carl. —No hay de que nena, te lo has ganado. Y sí que me lo he ganado, he trabajo duro por esto. sensual, llagando hasta el suelo pero, ahí no terminaba mi acto, apenas empezaba. Después de un tiempo escuché todo, silbidos, voces, gritos y, todo eso dirigido hacia mi persona, no podía negar que, sentía ese aire de satisfacción recorrer mi cuerpo. Mediante mi baile, regalaba miradas, expresiones y uno que otro beso en el aire, llamando más la atención. Me alejé del tubo, bailando libremente, moviendo mis caderas de manera sutil, tocando mi cintura de manera posesiva y un tanto agresiva, como a ellos les gustaba. Mordiendo mi labio inferior y la punta de mi dedo índice. Después de unos minutos más de baile libre, regresé al tubo para hacer mi último acto. Hábilmente subí hasta arriba, bajando lentamente, moviéndome a su alrededor de manera explícita, alborotando las hormonas de esos hambrientos hombres, llegué al suelo haciendo el famoso «Split». Una vez termine, hice mi reverencia de despedida. Mi acto solo duraba treinta minutos, pero al bajar de aquel pequeño escenario siempre había clientes en la sección privada. Fui directo al camerino, necesitaba tomar un respiro e hidratarme. Destapé la botella. —Eso estuvo, sinceramente, increíble. —Gracias Carl, es lo que hago. —Estoy consciente, tienes clientes en la sala uno y dos — Me avisó — Y recuerda, si las cosas se ponen feas toca el botón rojo y sal corriendo. Asentí en respuesta. El botón rojo simplemente alertaba si alguien se propasaba e intentaba hacerte daño, el salir corriendo te salvaba un tres por ciento, el otro noventa y siete por ciento lo hacían los guardias pero, siempre digo «¿Y si no puedes alcanzar el botón rojo a tiempo o salir corriendo?» Mi opción seria, golpearlo donde más le duela y, gritar como loca. Abandoné el camerino y me dirigí a las salas privadas, siempre lo hacía por orden numérico. En el uno estaba el tipo de hombre que siempre estaba en la sección privada, viejo, panzón, mal aliento «No me he acercado pero apuesto un mil a que es así. Siempre lo es.» — Ya te esperaba dulzura. Le mostré una sonrisa sutil. Lo bueno de esto es que solo dura cinco minutos. Pasé detrás de él, tocando sus hombros y su cuello, caminando a su alrededor, meneando de un lado a otro mis caderas muy cerca de él. Y solo hice eso hasta que pasaron los cinco minutos. Inmediatamente termine con él, me despedí y pasé a la sala dos. Debo admitir que este si me dejo un poco sorprendida, no era otro viejo o panzón como me lo esperaba, era todo lo contrario, cabello n***o, no podía distinguir muy bien el color de sus ojos debido a la poca luz que había pero, de que es guapo, es guapo. —Hola — Le saludé, a lo que el correspondió con una sonrisa. Con toda la pasión que sentía toqué su cuerpo de manera sutil, su cuello, su cabello, acariciando sus mejillas lentamente. Bailando al compás de la suave melodía, pasando sobre sus piernas, moviendo mis caderas tan cerca de él como me fue posible, sus manos me rozaron pero, inmediatamente lo detuve. Una de las reglas primordiales era: «No tocar.» —No debes tocarme — Le susurré al oído sin detenerme. Aunque en lo más profundo de mí quería dejarlo hacerlo, no podía. — ¿Qué tengo que hacer para una sección en Sin decir nada más abandone su oficina, camino a la salida trasera. Ahí estaba el chico de hace un rato. Estaba recostado de la pared en una postura relajada mientras fumaba. Su vista cayó sobre mí. No me acerqué ya que apenas lo conozco. Él también mantuvo su distancia, gesto que agradecí. Rebusqué en mi bolso hasta dar con una de las pequeñas tarjeticas, se la entregué. — ¿Qué hay de esta noche? — Preguntó. — Estoy libre. — ¿Crees que pueda tener esa sección hoy? Asentí en respuesta. —Mándame tu dirección y yo iré a la hora que me pidas. — ¿Por qué no vienes conmigo? «No te conozco.» —Esas no son las reglas — Le informé. Asintió. —Te la enviaré, espero verte allá. Se dio vuelta y se marchó.

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