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Apocalipsis Zeta - Parte 5: Yanna

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En la isla nevada, Yanna, parecen estar más seguros que en ningún otro lado. Todos están a salvo, excepto los que se ofrecen para salvar la r**a humana. Atacarán como nunca antes con un único objetivo: eliminar la plaga zombi de la faz de la Tierra. No será un proceso fácil ni rápido. Conocerán de pasada comunidades de todas partes del mundo y personas de todas las razas y edades, los vestigios del antiguo mundo.

El destino de la humanidad están en manos del hombre, pero a veces los seres humanos son capaces de arruinarlo todo, provocando su propia destrucción. Tanto fuera como dentro de Yanna, la desconfianza, la venganza y el odio se palpa en el aire. Los supervivientes de "Apocalipsis Zeta" no se imaginan todo lo que está a punto de pasar...

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PRÓLOGO: UN MES DESPUÉS
"Yanna. La isla nevada. Hace frío, mucho frío. Pero se ha convertido en mi hogar, mío y de miles de personas, supervivientes. ¿Estamos a salvo de los montruos? Eso parece, pero nunca hay que dar nada por sentado. ¿Les tengo miedo? No. Mi padre me enseñó bien a no temerlos, a luchar contra ellos. Mi padre, mi padre muerto. Lo echo de menos, mucho, a cada segundo que pasa. El único consuelo que tengo es mi madre, la que me recomendó escribir un diario. Me asomo a la ventana del apartamento y veo las gotas de la lluvia caer, lleva así un buen rato y como es normal, no hay nadie fuera. Aquí es muy raro que haga buen tiempo." "Me he quedado mirando por la ventana un buen rato, casi media hora. Ya no llueve, ahora nieva. Nieva. Y me encantaría estar fuera con todos esos niños que juegan alegremente, tirándose bolas, haciendo muñecos de nieves o formando un ángel entre la blanca espesura, pero estoy solo en casa, encerrado, hasta que llegue mi madre. O mi otra madre. Cualquiera de las dos. Porque tengo dos. Aunque como mi mami del pelo rosa ninguna." {ANDREW} Estoy aburrido. Y quiero jugar. Ya no me hace tanta ilusión como antes... antes de conocer a mi padre... a Jeff... Pero sigo siendo pequeño, y quiero jugar. Abro la ventana y el aire helado del exterior se cuela dentro. Corro a ponerme el abrigo calentito que me regaló mi madre de pelo rosa y vuelvo a la ventana. Estoy en un quinto piso. Podría saltar, podría. Caería sobre la nieve y no me haría ningún daño, creo, a no ser que hubiera algo duro debajo. ¿Me arriesgo? También podría bajar agarrándome de ventana a ventana pero por desgracia Jeff no vivió tanto tiempo como para enseñarme parkour. Ni siquiera sé si él sabía hacer parkour, pero parecía que lo supiera todo. De mayor quiero ser como él. Y para empezar, tengo que ser valiente. Coloco un pie sobre el alféizar de la ventana. Luego el otro. Intento mantener el equilibrio. Algunos niños, debajo, se dan cuenta de mi presencia y de lo que estoy a punto de hacer. Se asustan. Creen que voy a morir, que me voy a suicidar. Me río, me río a carcajadas al ver las caras de todos esos niños cobardes, algunos incluso con más años que yo, que tengo diez. Aunque cuando llegué, hace dos meses, tenía nueve. Cierro los ojos y respiro profundamente. - Vale, voy a hacerlo- me digo a mí mismo, preparándome para el gran salto-. Allá voy. - ¡ANDREW!- grita alguien detrás mía antes de que saltara y giro mi cabeza un poco para ver quien es. Pero ya he perdido el equilibrio. Voy a caer. El viento me empuja. Un traspiés y resbalo. Grito. Alargo las manos. Y Rachel me salva justo a tiempo. Me coge una mano, luego la otra, y empuja hacia arriba. Me impulso con ayuda de mi segunda madre y cuando estoy de nuevo dentro del apartamento, la abrazo, asustado. He estado a punto de caer, caer de mala manera, lo que hubiera supuesto mi muerte. Su pelo huele a lavanda, su pelo violeta. - ¡¿Qué intentabas hacer?!- me regaña esta segundos después. - No podía salir y... quería jugar en la nieve...- le respondo cabizbajo. - ¡No vuelvas a hacer eso nunca más! ¡Te esperas a que yo o Mary lleguemos!- me dice furiosa. - ¿Pero por qué me dejáis encerrados?- me quejo. - Porque eres capaz de salir y eres muy pequeño para estar ahí fuera solo, sin vigilancia- me dice Rachel duramente. - ¡No soy pequeño!- me defiendo enfadado-. ¿Y qué me puede pasar fuera? ¡No voy a perderme, ni voy a pelear con nadie! - El exterior no es seguro, créeme, hay miles de personas y no todas son buenas- me dice Rachel mirándome fijamente a los ojos. Desvío su mirada, callado, y ella me alza la cabeza con una mano para que vuelva a mirarla. - Espero que lo hayas entendido y no vuelvas a hacer eso nunca más. ¡Hubieras muerto! Ni tanta nieve puede salvar una caída desde tan alto. Aprieto los puños y los dientes, temblando de rabia, pero logro contenerme y asentir con la cabeza. - Buen chico- me sonríe Rachel y me revuelve el pelo-. Ahora ven conmigo, tengo que llevarle algo a Jack. - ¿Jack era tu primo?- le pregunto y esta asiente con la cabeza-. ¿Y por qué no puedo quedarme fuera jugando? - Porque no. Te vienes conmigo y no se replica más. - ¿Cuándo va a venir Mary?- le pregunto y Rachel se encoje de hombros. - No lo sé. No me dice donde va y de donde viene, no nos controlamos la una a la otra, así que ahora, ¿qué prefieres: quedarte aquí solo esperando a que llegue Mary o acompañarme? - Voy contigo, me aburro mucho aquí dentro- le respondo. Salimos del apartamento, bajamos las escaleras y llegamos al exterior. Rachel tiene las dos manos ocupadas, con una me coge la mano izquierda y en la otra lleva un maletín grisáceo. Hago ademán de soltarle la mano a Rachel pero esta no lo permite y me la aprieta aún más. - Ni se te ocurra, vas de la manita- me dice Rachel y suspiro. - ¡No voy a escapar, solo quiero jugar con la nieve o correr un poco mientras vamos al piso de tu primo!- le digo poniéndole ojitos, una cara de tristeza profunda, tal como me enseñó Jeff. - Está bien- Rachel rueda los ojos y me suelta la mano-. Pero no te separes de mí y ve siempre delante. - ¡Bien!- grito de alegría y me pongo a corretear por delante de Rachel, saltando algunas piedras que hay por el camino y atrapando al vuelo los copos de nieve que cae. Hago una bola de nieve y se la tiro a Rachel cuando menos se lo espera. Me esperaba que contraatacara, que jugara un poco conmigo, como siempre hace cada vez que la busco. Pero no. Me mira muy seria. - ¡¿Tú me ves con cara de querer jugar contigo?!- me grita y se me empañan los ojos. Yo no merezco esto. - Lo siento...- se disculpa Rachel y me acaricia el pelo-. Es que hoy me he levantado con el pie izquierdo. La miro mal y sigo caminando por delante de ella, jugando con la nieve que cae. - ¡Andrew, espera un momento!- me grita Rachel y me vuelvo. Está hablando con dos personas que visten el típico uniforme militar de los Estados Unidos. Me siento sobre la nieve y empiezo a hacer figuritas con la nieve mientras espero a Rachel. Después de unos minutos, se despide de los dos y se dirige de nuevo hacia mí. Continuamos el camino. - ¿Quiénes eran esos dos?- le pregunto, curioso. - ¿No te acuerdas de ellos? Creo que te los presentamos... - Pues se me ha olvidado... - Son dos buenos amigos míos, gente de fiar. Buenas personas, de las pocas que quedan. Se llaman Kat y Zeth. - ¿Y por qué llevan esa ropa? ¿Se van a la guerra?- le pregunto y esta se ríe. - Algo así. Son los únicos del grupo que llegamos en Abadón que se han apuntado a las misiones de Yanna. - ¿Y qué se hace en esas misiones? - Luchar contra los monstruos o simplemente buscar suministros o contactar con otras comunidades. Asiento con la cabeza. Poco después, llegamos al piso donde vive el primo de mi segunda madre. Rachel llama a su puerta. Le abre una chica rubia. Me acuerdo de ella pero no logro recordar su nombre. - Gigi- le sonríe Rachel-. ¿Está Jack? - Sí, claro, pasa- nos ofrece entrar y cuando paso por su lado, la rubia me revuelve el pelo. ¿Por qué le da a todo el mundo por revolverme el pelo? Lo odio. - ¿Cómo estás, pequeño Andrew?- me pregunta Gigi y escapo de su intento por abrazarme. - ¡No soy pequeño!- le digo y me acerco a Rachel, que se dirije a su primo. - Jack- le dice un poco seria y le pone el maletín sobre una mesa, justo ante él-. Aquí lo tienes. Ten mucho cuidado. Jack lo abre un poco y entrecierro los ojos para distinguir lo que hay dentro. Lo cierra de nuevo, con una sonrisa en la boca. He logrado ver algo metálico, parecía un arma, una pistola o algo. Y eso está totalmente prohibido aquí, a no ser que seas un soldado de esos como Kat y Zeth. - Muy bien- le sonríe Jack a Rachel. - Bueno, me voy, tengo cosas que hacer. Cúidate- le dice Rachel a Jack. - ¡Espera! ¿Ya te vas?- dice alguien que aparece en la sala de estar, envuelta en una bata azul oscuro, con el pelo rojo mojado, acaba de darse una ducha-. ¿No te quedas a merendar? - No, gracias, quizás otro día- le dice Rachel a la pelirroja y luego se dirige a la puerta-. Vamos, Andrew. Antes de salir, logro ver como la pelirroja besa en la boca al primo de Rachel. - ¡Puaj!- exclamo. La rubia de antes se ríe y se despide de mí apretándome los mofletes. - Adiós, pequeñín. - ¡Soy mayor!- me quejo de nuevo y me voy corriendo junto a Rachel. Salimos del apartamento y volvemos por el largo camino hasta mi casa. A lo mejor ya está mi primera madre, tengo ganas de verla. - Camina rápido- me dice Rachel y me doy cuenta de que mira hacia la derecha, luego camina cabizbaja a paso rápido y me esfuerzo por seguirla a su paso. ¿Qué habrá visto? Son solo una pareja con un niño en brazo cada uno. La madre es rubia y el padre tiene el pelo n***o y una cicatriz le recorre la cara. Son muy jóvenes, demasiado para ser padres. Pero mis madres también lo son y no me quejo de ello. - No mires, agacha la cabeza- me pide Rachel y la miro frunciendo el ceño. - ¿Por qué? ¿Qué pasa? - Nada, tú solo camina rápido, y callado- me susurra. Pero no puedo evitar mirar otra vez hacia la derecha. Y me encuentro con la mirada del chico de la cicatriz. Este abre mucho los ojos, le dice algo a la chica rubia, le pasa el bebé que llevaba en brazos y corre hacia nosotros. Tiro de la manga de mi segunda madre y esta se da cuenta de lo que sucede. - Mierda- murmura Rachel y camina más rápido aún, llevándome con ella de la mano. - ¡Rachel!- grita corriendo el chico de la cicatriz. Mi segunda madre no le hace caso y sigue caminando como si no hubiera oído nada. - ¡Rachel, sé que eres tú! ¡No pases de mí!- grita el chico cada vez más cerca de nosotros. Rachel para, suspira profundamente y se da la vuelta, de brazos cruzados. - ¿Qué quieres, Liam? - Hablar contigo- le dice con una mirada triste-. Por favor, dame una oportunidad, te necesito. - Ya lo dejamos todo claro, no hay nada de que hablar- le dice Rachel y le da la espalda para irse. - ¡NO!- grita el tal Liam y la para cogiéndola de la manga. - ¡NO ME TOQUES!- le grita Rachel, empujándolo, alejándolo de ella-. ¡Ya lo hablamos todo, no hay nada que decir! ¡Vete y haz tu vida! Esta vez Rachel se vuelve y el chico no la persigue. Se queda atrás, echado en el suelo, golpeando la nieve, gritando cosas inentendibles. - ¿Qué le pasa?- le pregunto a Rachel-. ¿Está loco? - Demasiado. He sido una tonta al no darme cuenta antes.

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