bc

SERENDIPIA PARTE I: MARIANNE

book_age18+
289
FOLLOW
1.1K
READ
sex
opposites attract
arrogant
goodgirl
tomboy
drama
gxg
campus
first love
virgin
like
intro-logo
Blurb

Katheleen es una adolescente obediente, sumisa y callada. Durante sus veinte años, ha estado acostumbrada a complacer a las demás personas llegando incluso a dejar en segundo plano su propia voluntad. Sin embargo, cuando conoce a Marianne, una chica misteriosa, atrevida y segura de sí misma, su vida cambia radicalmente. De la mano de ella, vive una serie de experiencias pintorescas, tanto placenteras como desagradables, que jamás habría llegado a imaginar. Con el choque de estos dos mundos, Katheleen inicia un viaje de auto-descubrimiento en el cual revalúa aspectos personales como sus creencias, convicciones, valores, forma de ser y perspectiva de vida.

chap-preview
Free preview
Capítulo 1
Ella apareció en mi vida a comienzos del primer semestre de aquel año. Para ser exacta, fue en marzo, un mes después de haber iniciado el calendario académico. Parecía ser un día común y corriente; todos estábamos en el salón esperando a la profesora para empezar la clase. Bueno, no todos, sólo un pequeño grupo de personas en el cual estoy incluida. El resto contaba ansiosamente los minutos que faltaban para poder irse del salón sin repercusiones. Para tristeza de muchos, la profesora llegó más temprano que tarde. Nos saludó y se acercó al tablero para borrar los restos de unas ecuaciones que había dejado el profesor de la clase anterior. Miré a Dafne, mi mejor amiga. Bajo su flequillo se escondía una cara de decepción que, de un momento a otro, pasó a reflejar intriga. —¿Quién es esa? —me preguntó en voz baja. Giré la cabeza en dirección a donde sus ojos apuntaban y la vi por primera vez. Era alta, muy alta, pero sobre todo imponente. Estaba recostada a la pared observando a los presentes con indiferencia. Su rostro era pálido y sus facciones eran finas, salvo por sus grandes ojos y sus cejas semipobladas. Tenía el cabello corto y de color n***o azabache; sus mechones eran lisos con alguna que otra onda rebelde. Lucía un poco despeinada, pero parecía no importarle. —Chicos y chicas: ella será su nueva compañera —la profesora la miró expectante. Ante su silencio, continuó hablando—. ¿Quieres decir algo, Marianne? —En realidad no —respondió de lo más tranquila. —Está bien. Puedes sentarte. Ocupó el primer asiento vacío que encontró y se quitó su chaqueta de cuero. Algunos de mis compañeros sentían tanta curiosidad sobre la chica nueva que no disimulaban sus miradas. Yo estaba un poco intrigada. Su rostro era uno de esos que no se olvidan con facilidad. En dos años y medio de estar estudiando, nunca la había visto; ni en otras clases ni en los espacios abiertos de la universidad. Además, era extraño que se matriculara un mes después de haber empezado clases y en un curso cuyos cupos estaban completos. Dejé de darle vueltas al asunto y me concentré en la profesora. Se supone que las electivas aligeran la carga académica, pero siempre terminan siendo un dolor de cabeza. En ese caso, Camps nos estaba hablando sobre la importancia de adaptarse a los cambios y aprender a trabajar en cualquier equipo para el mundo laboral. Me hice una vaga idea de cuál era la finalidad de su discurso y acabé acertando. Esa larga introducción era para decir: —De ahora en adelante, los trabajos que asigne se realizarán en parejas, pero no empiecen a buscar compañero porque esta vez vamos a probar algo diferente —hizo una conveniente pausa que disparó el suspenso—. Van a juntarse con la persona del salón con la que nunca han hablado, sin trampas. Voy a facilitarles el proceso. La profesora le pidió a un chico que se pasara al frente y escogiera a su pareja. Así, los grupos se fueron formando. Yo rogaba porque mi turno llegara para elegir a Matthew, el chico más lindo del salón. Ojos verdes, cabello castaño claro, barba cuidada, bien vestido… ¡Demonios, me gustaba tanto! Nunca había reunido el valor necesario para cruzar palabras con él, pero ese semestre estaba dispuesta a cambiarlo. —Marianne —la profesora la llamó. A regañadientes, se puso de pie y nos repasó con la mirada—. Vamos, vamos. Haz tu elección. —No tiene sentido. Para mí todos son desconocidos. —Entonces escoge a cualquiera. ¡Rápido, aún faltan más personas! —Uhmm… —hubo un breve silencio— ella. —Katheleen. —¿Eh? —fue lo único que alcancé a articular. —Marianne es tu compañera. Es tu responsabilidad ponerla al día con los temas que hemos dado. Si haces un buen trabajo, te adicionaré cinco décimas en la primera nota —los demás empezaron a murmullar. Admito que estaba enojada. La oportunidad perfecta para conocer a Matthew, esa por la que había estado esperando desde hace mucho tiempo, se había arruinado por culpa de una desconocida que de seguro no sabía qué hacer y eligió a la primera persona que vio. Por si fuera poco, además de cumplir con otras asignaturas, debía perder tiempo explicándole el temario. Unas décimas más en mi nota no alcanzaban a equilibrar la balanza. —Siento ser una carga para ti —dijo sentándose a mi lado. —No te preocupes —respondí por cortesía—. Parece que tenemos mucho trabajo por hacer. Una vez el resto de parejas se formaron, la profesora pasó puesto por puesto entregando una hoja de preguntas que debíamos responder a partir de la lectura con la que estábamos trabajando. Cuando recibimos la nuestra, la agarré y empecé a resolver el cuestionario. A veces observaba de reojo a Marianne. Esperaba que me hiciera algunas preguntas o que me pidiera prestado el texto, pero lo único que hizo fue utilizar su celular, y eso me causó más fastidio. Faltando diez minutos para que la clase finalizara, me encontraba repasando el texto con afán en un intento desesperado por encontrar la respuesta a la única pregunta que me faltaba contestar. En una de esas, terminé dejando caer todo al suelo. Marianne enseguida se agachó y recogió mis cosas. Cuando me pasó el lapicero, sus dedos rozaron mis manos con sutileza. En ese momento, no le di mayor importancia y continué revisando las hojas. —¿Siempre eres así? —me preguntó. Podía sentir su inquisitiva mirada clavada en mi cuello. Guardé silencio y ella siguió hablando—. Esto será interesante. —Mira: no quiero ser grosera, pero, si estoy actuando así, es porque estoy estresada. Y si estoy estresada, es porque estoy haciendo la actividad sola. Y tú, en lugar de ayudarme, debes estar chateando o revisando tus r************* . —En eso te equivocas —me mostró su celular. Tenía el documento abierto e iba por la página número doce. Me quedé en silencio de nuevo, pero ahora avergonzada. —¡El tiempo se ha acabado! —exclamó la profesora—. Por favor, entréguenme sus hojas. Marianne se levantó y se colocó su chaqueta. Al arquear la espalda, pude apreciar por un breve instante el comienzo de un tatuaje en tinta negra. Me quedé observando para identificar qué era, pero ella se giró hacia mí, tomó la hoja y la repasó con la mirada. —Yo pondría la C —me la devolvió y sonrió a medio lado. Sin más, se fue. Revisé la respuesta que sugirió; tenía algo de sentido. Encerré la letra en un círculo por salir del paso. Entonces me puse de pie y recogí mis cosas. Debajo de mi libro, encontré un trozo de papel doblado. En él estaba anotado un número junto a un mensaje que decía: No tengo r************* , pero puedes escribirme o llamarme cuando quieras. Solté un suspiro. Sumado a la lista de infortunios, estaba el hecho de que, si tenía que hablarle, debía gastar de mi saldo. —¿Y cómo es la chica misteriosa? —preguntó Dafne acercándose. —A decir verdad, casi no hablamos —le entregué la hoja a la profesora y salí del salón. Dafne me siguió. —Katheleen —dijo en tono de reproche. —No me mires así. Daf, ella no leyó nada y tuve que responder todo por mi cuenta. —Yo tampoco leí. Si hubiéramos estado juntas, eso no te habría importado, ¿cierto? —Porque tú eres tú. —Espera —colocó las manos en su cadera—, ya sé lo que está sucediendo. Querías ponerte con Matthew, pero como no pudo ser, estás desquitando tu enojo con la nueva. —¡No estoy desquitándome con nadie! —suspiré—. Es sólo que estoy cansada de los tantos “no pudo ser” en mi vida. Este debería ser su número y no el de ella —le mostré el papel antes de arrugarlo y guardarlo en el bolsillo de mi pantalón. —Tranquila. Este semestre no pasará sin que él sepa quién eres. —¿Cómo haremos eso? —me crucé de brazos—. Porque hablarle de la nada no es una opción para mí. —No será de la nada, será en el ambiente perfecto. —¿Y cuál es ese? —¡La fiesta de bienvenida! Con el alcohol de por medio, puedes desinhibirte y hablarle. La música a todo volumen hará que se tengan que acercar más. Además, seamos honestas, es más normal ligar en una fiesta que con Camps de Cupido. Me eché a reír. —¿Camps de Cupido? Eso sí que sería perturbador. —Dime si esa fiesta no es perfecta para que las chispas fluyan. —Tal vez tengas razón, pero creí que la fiesta ya no se iba a hacer. Entramos hace un mes. —A nadie le importa el inicio de clases. Esa es sólo es una buena excusa para quedar, bailar y emborracharse. Y en cuanto a ti, para hablarle a Matthew —me rodeó con sus brazos— con mi ayuda, por supuesto.

editor-pick
Dreame-Editor's pick

bc

Relatos +18❤

read
691.7K
bc

(+18) 40 Días de Sexo - Quédate en Casa

read
187.9K
bc

(+18) Sweet Candy - SEX HARD 1

read
188.2K
bc

Deseos Sexuales [+18]

read
601.2K
bc

Seduciendo a Lucifer

read
63.1K
bc

La guardaespaldas

read
52.8K
bc

SUMISA POR ACCIDENTE

read
351.2K

Scan code to download app

download_iosApp Store
google icon
Google Play
Facebook