La Música Nos Unió

Cuando estaba en el colegio, a primaria, y decía que vivía en un edificio con muchos niños, todos me tenían envidia, todos decían que deseaban tener como yo un lugar sin padres, porque en ocasiones sus padres les cansaban. No les gustaba que les castigaran, o que les llamaran la atención cuando hacían algo mal. Yo les tengo envidia. No es bonito vivir en un orfanato, quería los castigos, que alguien me gritara por llegar tarde, que me arroparan en las noches de frio, que me enseñaran matemáticas. Porque si, ese edificio con muchos niños, era un orfanato, el lugar para niños sin padres. Muchos estaban aquí porque sus familias murieron, que era lo mejor, no saber nada de ellos y no tener la esperanza de encontrar a algún familiar que no te quiso, que no quería tenerte en su vida, porque crecer sabiendo que te abandonaron, que no eras suficiente para alguien, es horrible. Cuando llega un niño nuevo, siempre se le cuenta la historia de que sus padres tenían que hacer un viaje largo y les dejaban aquí para protegerles, para que jueguen con otros niños y que las familias que se los llevaban eran protectores, personas que sus padres habían elegido para que les cuidaran mientras no estaban. Y luego, cuando crecías, sabías la verdad y te destrozaba. Fui una ingenua al creer que algún día mis padres vendrían por mi, me dejaron aquí, como si no hubiera significado nada y es que no lo hice. Fui abandonada en la entrada del orfanato, San Tomas de Sydney con solo tres días de vida.  Mis padres pasaron el tiempo de recuperación conmigo pero no les sirvió para quererme y me abandonaron como a basura. A mi y a mi mellizo Tom. —Lia—me llamo Tom. Me quede tumbada unos segundos en la cama, para seguir reflexionando. Hoy era mi cumpleaños, 16 años. —Felicidades—me dijo y me senté en la cama. —Felicidades—le dije en respuesta. Él se sentó en mi cama y me miro. —¿Por que siempre te pones reflexiva en nuestro día?—me pregunto y le mire. Todos los años, este día era bonito y doloroso en la misma medida.  Al menos desde hace dos años. Hace dos años descubrí que mis padres no estaban muertos, sino que estaban vivos y viviendo en algún lado del mundo, o incluso de la ciudad tranquilamente sin tener que preocuparse por nosotros, nos dejaron como si fuéramos basura y eso me dolía. —Lia—me llamo mi hermano y le mire. Suspire. Me deje caer en la cama cansada. No era solo el hecho de sentir que me abandonaron sin conocerme, había un mayor problema, la música. ¿Y cual podría ser el problema de esta? Sencillo, tanto mi hermano como yo queríamos dedicarnos a la música, y me daba miedo de que si me hacía conocida, vengan a donde mi por dinero. Se que es casi imposible triunfar en la música, lo se. Pero y si por un casual, por una cosa del destino consigo enamorar a alguien con mi música ¿Qué pasaría? Vendrían a mi vida como si nada, diciendo que fue un error ¿Pero que sería un error? ¿Abandonarme o venir por mi cuando podía darles dinero? Los padres del mundo deberían tener claro que los niños no elegíamos nacer, eran ellos quienes decidían tráenos a la vida, casi contra nuestra voluntad, por lo que no íbamos a venir con todos los accesorios, eso era cosa de ellos darnos los, porque repito que nadie les obligo a tenernos, nosotros no aparecimos en sus puertas y ya, fueron ellos los que decidieron tenernos, había opciones pero abandonar a un hijo, no es una. —Lia—me llamo mi hermano, otra vez, y le mire, aún tumbada—Deja de pensar—me pidió. —Me es difícil no pensar—le dije. Él cogió un cuaderno y me lo lanzo. —Si vas a auto compadecerte, al menso hazlo productivo y compón—me dijo y le mire sorprendida. —¡Oye!—me queje y él me miro. Río y beso mi cabeza. —Vamos—me dijo tirando de mi para levantarme. Cosa que pudo hacer con gran facilidad. Mi hermano y yo, a pesar de ser mellizos y que no se tuvieran porque parecer, nos parecíamos en todo. Los dos teníamos ojos color miel, pelo castaño, y altos, relativamente, obviamente éramos más altos que alguien que media metro cincuenta pero no más que alguien que media metro ochenta. —Se que pasas más el día de nuestro cumpleaños—me dijo y le mire. Apoye mi cabeza en su pecho y suspire. —Solo no entiendo como la gente abandona a sus hijos—me queje. Él suspiro y beso mi cabeza. —¿Y que quieres que hagan?—me pregunto. Le mire. —Abortar—le dije y él me miro asustado. —Lia—me llamo la atención. Le mire levantando una ceja. —Si la persona no tiene tanto miedo ni prejuicios en tener sexo que no loes tengan para no hacerse responsables de sus actos, te quedas al niño o le ahorras sufrimientos—le dije. Mi hermano no era que no estuviera a favor del aborto, era más complicado que eso. Él creía que las cosas eran más complicadas y que no se reducían a la simpleza de tenerlo o no, él decía que las cosas eran complicadas, que una pareja no solo debía ver si quería al bebe o no, quizás lo quería pero nacía con problemas y no podía cuidarle, para mi eso era no quererle, o quizás no tenían suficiente dinero, y para mi eso era tan sencillo como no tenerlo. El bebe tarda 9 meses, en ese tiempo te da tiempo a solucionar tu vida y si sabes que no lo harás, no lo tienes. Sencillo. —Tenemos que bajar—me dijo y le mire. Mi hermano era muy dado a cambiar de tema cuando no quería discutir o cuando mis argumentos eran mucho mejores que los de él. —¿Por?—le pregunte. Él paso su lengua por dentro de su boca y me miro. —Espero que pongas cara de sorpresa y felicidad—me aviso y le mire. —¿Por?—volví a preguntar. Él suspiro y se levanto. —Los niños nos han hecho una tarta—me dijo. Sonreí. No era habitual que en el orfanato se celebren los cumpleaños, no me mal entendáis, es un día especial como en el resto del mundo pero para niños sin padres, es algo más complicado. Complicado es la palabra que define mejor mi vida.